Queremos compañeros no ayudantes

¿Las responsabilidades en tu hogar están repartidas de forma equitativa? ¿Se han asignado así por elección o por tradición?

“Yo no ayudo a mi esposa ni con los hijos ni con las tareas de casa” es una publicación realizada por el psicólogo Alberto Soler en 2015 que obtuvo gran popularidad quizá porque puso el dedo en una herida social y es que la responsabilidad en esos dos ámbitos no está repartida de forma equilibrada.

La participación femenina tanto en la educación superior como en la vida laboral es cada vez mayor aquí y en el mundo aún en campos que eran dominados por los hombres. Sin embargo, para la mayoría de las mujeres existe una doble jornada laboral; además del trabajo remunerado fuera de casa, existe la carga de la responsabilidad del cuidado del hogar y de los hijos.

Profundicemos un poco sobre cuál es la situación de las mujeres en el país. Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos del Ecuador (INEC), más de la mitad de ellas tienen una participación laboral, sus ingresos son menores con relación a los de los hombres, y el tiempo que dedican a actividades no remuneradas está multiplicado al menos por tres. Pero no es solo el tiempo invertido; es común que sean las mujeres las que toman las decisiones de lo que hay que hacer, desde el acompañamiento afectivo de los miembros de la familia, la preparación de los alimentos hasta la limpieza; y cuando eventualmente la pareja “ayuda”, igual pareciera que es a la mujer a quien “le toca” llevar el peso de la responsabilidad.

Más que saber quién hace, es saber quién decide lo que hay que hacer.

Esta realidad representa una llaga social porque hasta que no se cambie, el costo en salud física y emocional para la vida de las mujeres seguirá manteniéndose. Es preciso lograr una conciliación entre lo laboral y lo familiar y para alcanzarla deben darse algunas transformaciones. Por un lado, seguir trabajando para que existan políticas sociales y empresariales que favorezcan a las mujeres ya que como están hoy son desventajosas: propuestas como eliminar la brecha que hace que las niñas no tengan el mismo estímulo para escoger ciertas áreas de desarrollo como las ciencias o la tecnología, la prevención de riesgos y respuestas efectivas al acoso y a la violencia sexual, la licencia parental remunerada, la equidad salarial y de oportunidades para ocupar cargos directivos y la flexibilidad horaria, son algunas de la variables que permitirían unas condiciones justas para ellas.

Por otro, al interior de las familias, es necesaria la distribución equitativa de tareas entre los diferentes miembros y las mismas oportunidades de educación para niños y niñas, que ambos miembros de la pareja asuman que el cuidado es un esfuerzo conjunto y compartido y que al hacerlo el descanso también será equitativo. Este último punto es de especial significación en cuanto a prevenir el cansancio físico y mental extremo, el estrés crónico, la ansiedad y la depresión que surgen como resultantes naturales de la doble jornada laboral.

Las mujeres no necesitamos ayudantes sino compañeros y las nuevas generaciones requieren interiorizar que las tareas de cuidado no son ni de hombres ni de mujeres, son de ambos. Por fortuna, esta propuesta de cuestionar los roles tradicionales contribuye a generar conciencia para eliminar conductas que producen violencia contra mujeres y niñas. No hay mejor forma que el ejemplo para lograr nuevas actitudes y para que ellas se afirmen y mantengan en el tiempo. Pasar de ayudantes a corresponsables cambiará los hogares y la sociedad en la que vivimos.

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