A mediados de 1999 Adela Villón y Harry Stoffers se encontraron en el centro de Guayaquily fue amor a primera vista. La guayaquileña bajaba de un bus urbano y se dirigía a su universidad, en donde estudiaba Contabilidad. Mientras el holandés se disponía a pasearpor la urbe tras salir del Hotel Oro Verde. “Fue instantáneo. Él se le acercó, conversaron y salieron esa misma noche. No habían pasado ni seis meses y yo ya estaba en la barriga de mi mamá”, cuenta la mujer de 23 años que hoy es la actual Miss Ecuador.
Su nombre es Delary Georgette Stoffers Villón. Una guayaquileña, de belleza única, de pocas pero concisas palabras y un gran encanto. Su nombre también es especial. Es la unión de los de sus padres, un arquitecto que tenía como pasatiempo viajar como mochilero por Sudamérica, y de una estudiante ecuatoriana. El amor se le cruzó en el camino al extranjero cuando solo tenía planeado enamorarse de las Islas Encantadas, Galápagos.
Cuenta Delary que no estaba en sus planes ser modelo ni tampoco reina de belleza, pero que su papá ya lo había sentenciado cuando era una niña. “‘Ella será Miss Ecuador’, le comentó a mi mamá”, recuerda que se lo dijo Adela. Ella ama a su papá pero tiene muy pocos recuerdos de él. “Falleció cuando tenía cerca de tres años. Mi mamá se enteró casi un mes después. Los celulares no eran lo que son ahora”. La pérdida de su papá es algo que le entrecorta la voz, y prefiere no hablar mucho del tema. Es algo muy íntimo en su vida.
Harry viajaba constantemente por asuntos laborales. “Era inversionista y arquitecto, tenía varios proyectos en Países Bajos. Iba un par de semanas y luego se quedaba un mes”, menciona la reina de belleza. Aclara también que al ser tan pequeña solo tenía la sensación de ausencia, de que algo que quería ya no estaba del todo.
Hoy convertida en la mujer más bella del país, hablar de su pasado se ha hecho recurrente en las últimas semanas. Ella está muy conectada a su historia, ya que siempre salta en las conversaciones el origen de su apellido, que es tan poco habitual en el país.
En su reciente designación también surgieron comentarios relacionados con su ascendencia en las redes sociales. Algunos hasta aseguraban que de ecuatoriana tenía poco. Otros, por tener ascendencia europea comparaban su belleza con el de candidatas de otras etnias. Delary dice firme que ella es guayaca y que eso nadie va a negar. “Me crié en el Guasmo, junto con mi abuelita y mis primas. Allí pasaba la mayor parte del tiempo mientras mi mamá trabajaba”. Se pierde al hacer el conteo de cuántas primas y primos tiene, pero es una de las del medio.
Ahora ella es la mayor. Tiene dos hermanas adolescentes, hijas de Adela y Miguel Mainato, su padrastro, quien llegó a su vida cuando tenía unos seis años. “Lo considero también como mi papá”, señala la estudiante de Administración de Empresas que ahora puso en pausa su último año para dedicarse por completo al reinado y a los proyectos de labor social, que están dirigidos a madres solteras que necesiten una guía para la creación de nuevos emprendimientos y también impulsar y fortalecer la salud mental. “Tienes que conocer de dónde vienes y conocer a tu gente. Y la mayoría de la población no tiene muchos recursos. Una reina de belleza es del pueblo”.
Se considera buena para los negocios y pronto le gustaría incursionar en un proyecto con postres. “Me veo como empresaria gastronómica”, decreta para su futuro, mientras admite que no es muy buena para cocinar otros platillos. De hecho, por su carrera de modelo a la que le ha dedicado ya ocho años de su vida, lo mejor que sabe preparar son ensaladas; de todo el mundo y con mucha variedad. Fue algo que le dejó el vivir en diferentes países desde que tiene 17 años.
Con la agencia internacional Elite Model trabajó en Estados Unidos, España, Alemania e Inglaterra. De viajar diariamente del norte al sur de Guayaquil en la 85 (Maranatha), comenzó a hacerlo en el Metro de Nueva York, entre los castings y los diversos fittings (prueba de ropa) que se le presentaban. “Tuve que crecer mucho. El mundo del modelaje es muy competitivo y no todos son muy lindos al principio. Luego se daban cuenta que vivía mi momento y así se acercaban sin recelo”.
Su atractivo físico fue significativo para las campañas, puesto que el auge por la mujer latina no era tanto debido al estándar corporal que exigen las pasarelas internacionales. “Esto ha cambiado bastante, por suerte. Yo quizá la tenía más fácil por ser muy delgada y tener esta mezcla de europea y latina. Lo que más me dolía es que la calidez de las personas a veces no era la mejor. Lo crítica que es mi madre conmigo me ayudó a tener la autoestima muy alta”.
Esta internacionalización se detuvo con la pandemia. Regresó a Ecuador y aquí tuvo la invitación a ser reina de belleza, algo que no vislumbraba, pero al cual accedió tras ese precedente del deseo de su papá de que se convierta en Miss Ecuador. Por esa razón, en su muñeca izquierda tiene consigo un reloj dorado, con una correa de cadena, que le perteneció a él. “No salgo de mi casa sin tenerlo”.
De su mamá no es necesario que lleve algún objeto, los rasgos de su cara, en especial la forma de sus ojos, son herencia Villón. Al posar es lo que más cuida. Un movimiento en falso y le pueden desaparecer. Tras el cáncer de mama que padeció su progenitora se han vuelto más cercanas y ella ha sido el gran apoyo para esta carrera. Adela está pendiente de todos los detalles y se comunica constantemente para saber sus movimientos y esperarla en casa.
Delary, al contrario de sus padres, no cree en el amor a primera vista pero sí en la química. “Mis papás estaban locos y querían cosas únicas”, dice entre risas. Ella está soltera y tranquila. Bromea que dos de sus exnovios le escribieron a felicitar por su más reciente triunfo. No hay rencores para nadie. Estas palabras las suelta un poco como que no quiere la cosa; es que le da miedo ser parte de la farándula. “Yo acepto críticas y comentarios pero mi vida privada siempre se va a quedar así. Yo compartiré lo que guste y espero que lo tomen con mucho respeto”, asevera.
En un par de años le gustaría estar en su otro hogar. Róterdam y Ámsterdam son ciudades en las que quiere vivir, para visitar a sus abuelos Henriette van Antwerpen y George Stoffers, con quienes tiene comunicación constante y están muy felices con su triunfo.
El Miss Universo en El Salvador es su actual reto. Armar una estrategia para este concurso es en lo que se está esforzando. Será como un gran evento de moda, los mismos de los que ganó experiencia en pasarela, idiomas y moda hace ya un par de años. La vida de Delary es como una fábula, de esas que le cuentan a las niñas pequeñas pero modernizada. Ella es parte de la denominada Generación Z. Son las mujeres las que crean sus propios sueños, con o sin corona.