¿Cuándo se volvió algo común hablar de saqueos, violencia extrema y toques de queda? Recuerdo hace más de veinte años cuando me impactó en gran medida una película brasileña llamada ‘Ciudad de Dios’, me dio mucha impresión el tema de las favelas, el narcotráfico, las bandas criminales en medio de la cotidianeidad y la manera en la que las personas convivían con todo este caos. En ese momento, era algo que se veía como lejano, pensamientos como “gracias a Dios aquí no pasa nada de eso”, se exclamaban como un suspiro, como un alivio. Sin embargo, hoy, nadie en Ecuador puede decir lo mismo.
‘Ciudad de Dios’, filme del 2002 dirigido por Fernando Meirelles y Kátia Lund, fue la película que lanzó al estrellato a Meirelles, gracias a su estilo, lleno de dinamismo, para narrar una historia tan compleja que nos adentra en los laberintos de las favelas para conocer veinte años de guerra entre dos narcotraficantes: el mítico Zé Pequeño y Mané Galinha. La historia se destacaba por conectar a múltiples voces en medio de todo el caos y lograr que el público empatice con varios de los personajes. Su influencia llegó a tal punto que cuando alguien dice “esa película es como Ciudad de Dios”, se comprende a qué se refiere ya que realmente marcó un estilo.
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Cuando Max, anunció la producción de una secuela de ‘Ciudad de Dios’ en forma de serie, pensé que era algo muy complicado; sin embargo, son pocas las veces que la marca de la ex HBO falla, entonces la expectativa estaba en cómo sería esta continuación.
Primero quiero destacar la enorme complejidad del paso del tiempo, 20 años no son algo fácil de manejar, si bien la violencia, corrupción y miserias sociales lamentablemente se mantienen, traer de vuelta no solo a un personaje sino a varios de la película original, fue un verdadero reto y la productora O2 filmes se lleva todos los premios por esta hazaña, ya que trajo de vuelta a Buscapé, Berenice, Bradock, Cinthia, Barbantinho, Cabeção entre otros, logrando así una conexión orgánica, ya que volver a ver a Alexandre Rodrigues (Buscapé/Rocket), nuestro ya clásico narrador, quien ahora busca ganarse la vida como un audaz fotógrafo, sigue siendo el hilo conductor de una realidad cada vez más compleja y decadente que en lugar de atenuarse se ramifica.
Si bien, por las características del formato serie, limitan la construcción de varios personajes, ya que pueden caer en el tratamiento de telenovela; se destaca cómo el sello de Meirelles no se pierde, en cuanto al dinamismo y forma en la que se muestran las escenas de acción y lucha. Es muy loable el trabajo de Aly Muritiba, director general y coguionista de la serie; quien no solo tomó la gran responsabilidad de continuar con este legado, sino que, con la introducción de nuevos personajes, actualiza los conflictos sociales aportando un sentido global que, tristemente, ahora vemos como algo cotidiano en nuestro lindo Ecuador.
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Recomiendo que si no han visto el clásico ‘Ciudad de Dios’, no pierdan la oportunidad de ver esta joya y luego continuar con el visionado de esta nueva serie; la experiencia tiene un gran significado porque hace 20 años toda esa ola de maldad parecía tan lejana y ahora la tenemos a la vuelta de la esquina; pero quiero destacar el sentido que la serie busca transmitir en sus seis capítulos: La lucha no para, este mensaje es fundamental, a pesar de todo lo malo que parece reinar, no debemos dejar de luchar ante estas adversidades que buscan dominar y quitarnos la paz que tanto anhelamos.