En 1881 un grupo de investigadores descubrió en Luxor, Egipto, una curiosa momia con la cabeza hacia atrás y la boca abierta como si llorara de terror, a la cual llamaron “La momia de la mujer que grita”.
El hallazgo se dio dentro de un Depósito Real de Deir el Bahari, la tumba de un sacerdote del siglo X A.C. en la que escondieron decenas de momias pertenecientes a la nobleza.
Hoy, gracias a varias herramientas tecnológicas, los investigadores liderados por el egiptólogo Zahi Hawass y Sahar Saleem, de la Universidad del Cairo, descubrieron que la mujer embalsamada falleció a los casi 60 años.
Sus embalsamadores extrajeron del cuerpo las vísceras, colocaron materiales caros como resina y especias perfumadas dentro de la cavidad corporal y envolvieron a la momia en lino blanco puro.
Sin embargo, a los científicos les generó curiosidad que el cuerpo no haya sido colocado en posición recta y que tampoco cerraron la boca de la mujer, como era lo habitual.
Según el análisis computarizado, la mujer sufría un grave grado de aterosclerosis que afectaba a muchas de sus arterias del cuerpo.
La principal teoría es que la mujer sufrió un infarto cardíaco masivo. La posición de los restos sugiere que el cadáver no fue descubierto hasta horas después, por lo que sufrió rigor mortis y los embalsamadores preservaron el cuerpo tal como se encontró.
En el mismo depósito en el que encontraron a “La momia de la mujer gritando”, se halló otra momia en una posición similar y con la boca abierta también.
Luego se demostró que se trataba del príncipe Pentawere, hijo del rey Ramsés III, quien fue forzado a suicidarse ahorcado, como pena por haber participado en el asesinato de su padre conocida como “La conspiración del Harén”.