En la última sesión de “Cartagena Talks” organizada por el Fondo Latinoamericano de Reservas –FLAR- se abordó el creciente interés de los bancos centrales en las criptomonedas como una opción que va mucho más allá de un desafío tecnológico y que tiene múltiples connotaciones.
El eje central giró en torno las monedas digitales de los bancos centrales (CBDC, por su acrónimo en inglés) y su experiencia con el público en general. Miguel Musa, head of Techlological Observatory and TechLab, indicó que durante algún tiempo las criptomonedas o monedas digitales han tenido relevancia en los bancos centrales, como en el sector privado y público -en general-, pero ha sido claro que la pandemia fue una catalizadora para su aceleración y aumento de los trabajos de investigación sobre las mismas.
Uno de los expertos que abordó el tema fue John Kiff, exfuncionario del FMI, quien expresó que esta última es la “representación digital de una moneda existente” por lo tanto, cuenta con el respaldo de una autoridad monetaria y es asequible a todos los ciudadanos. Dada la evolución reciente del mecanismo, todavía persiste la inquietud sobre si se puede usar para transacciones entre personas y la manera de hacerlo.
John Kiff comenta que en 2018 comenzó a seguirles la pista a una decena de países que mostraban interés en la que en ese momento era todavía una opción nueva. Ahora, el número de bancos centrales que han hecho avances con las CBDCs llega al 80%, según el Banco de Pagos Internacionales, e incluso lanzado pilotos, asciende al 50%, que no es una cifra menor.
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Hay casos como Bahamas que ya lanzó su “Sand Dollar”, mientras que Jamaica lo hará este mes. Uruguay y Ecuador también completaron sus ensayos con comercios y ciudadanos, mientras que China, Canadá y Rusia, han dado pasos en la misma dirección.
Es verdad que la mayoría todavía está en la etapa conceptual, pero la tendencia es notoria.
Los argumentos en favor de la digitalización pasan por reducir el costo de manejar billetes físicos. Otros se interesan por el acceso a los datos y las eventuales ganancias en eficiencia, aparte de la posibilidad de disminuir el valor de las comisiones, como ocurre en aquellos lugares que reciben remesas de sus nacionales en el exterior.
No obstante, hay que reconocer los riesgos. Para sus promotores, el atractivo de un sistema digital de este tipo es que disminuiría los precios de transacción y aumentaría la eficiencia en el uso del dinero.
En el evento se advirtió que si se dejan las puertas plenamente abiertas, está el peligro de que los bancos comerciales se queden sin fondos y el sistema de intermediación conocido desde hace 18 siglos deje de ser viable. Al respecto, Kiff señala que hay opciones para limitar ciertas consecuencias.
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En respuesta, quien quiera examinar ejemplos sobre el terreno bien puede mirar lo ocurrido en China con el Renminbi digital, en donde se llevó a cabo un experimento a gran escala en 2020. Allí, el Banco de la República Popular usó intermediarios en la banca comercial para distribuir la moneda electrónica, tanto a millones usuarios particulares como a las empresas. Cada unidad virtual debía tener como respaldo una tradicional.
Tales especulaciones muestran las ramificaciones de largo plazo que surgen de las monedas digitales emitidas por los bancos centrales. Aunque las incógnitas son numerosas todavía, podría darse una variación de tal tamaño que a la vuelta de unas pocas décadas el sistema monetario sea muy distinto al conocido.