Ousmane tiene la sonrisa amplia y habla con acento argentino. En su pequeño departamento en Cuenca, un televisor inmenso está prendido y ofrece lo mejor del fútbol internacional. Es el mediodía y huele a “Thieboudienne”, el plato nacional de Senegal que Ousmane cocina a menudo. Empezamos a conversar y con el pasar de los minutos imagino que su relato podría ser el guion de una emotiva película.
Ousmane creció en el centro de Dakar, en el barrio popular de Rufisque conocido por sus pandillas y el tráfico de droga. Vivió el calor familiar y la pobreza de un hogar donde el sueldo de su padre policía mantenía a toda la familia. Su papá había querido ser futbolista “pero pegaba muy mal”, aclara riéndose el hombre que iba a cristalizar los sueños paternos.
“Desde pequeño me aburría en la escuela y soñaba con viajar y jugar fútbol. Siempre visualicé el fútbol como un trabajo, una tarea muy importante para poder salir adelante y ayudar a mi familia. Comencé preparándome en una academia e iba al colegio, pero me escapaba en horas de clase para jugar pelota con mis amigos. Finalmente dejé los estudios a los 15 años, hacía doble turno, en la mañana entrenaba con mi viejo y en la tarde con el Club Ángelo África, que queda en Dakar. Mi debut fue a los 16, era volante central y el más alto de mis compañeros”, cuenta el gigante de 1,92 metros.
En Dakar existen excelentes futbolistas profesionales pero todos saben que si quieren un futuro se dibujará fuera del país. Para Ousmane ese día llegó en 2018 cuando su representante le habló de la posibilidad de formarse en Argentina.
El adolescente aceptó enseguida sin saber nada del país que quedaba a 8.000 kilómetros de casa. No hablaba castellano, nunca había viajado en avión pero tenía una maleta cargada de sueños.
El adolescente llegó a Lanús -el club del sur de Buenos Aires- para jugar con el equipo de reserva. Su personalidad empática y su garra en la cancha le permitieron ser capitán del equipo y un año después se dio el paso que tanto esperaba. El 14 de noviembre de 2020, por la Copa Diego Armando Maradona, el DT del primer equipo Luis Zubeldía confió en él, y desde el arranque integró la dupla central con Alexis Pérez frente a Newell’s.
El Granate perdió 4-2 de local pero Ousmane N’Dong o “Papá Ramos” (el apodo proviene de una fusión entre el nombre de su abuelo y el fanatismo por Sergio Ramos), lo había logrado al convertirse en el primer senegalés en debutar en el fútbol argentino.
El zaguero jugó dos partidos oficiales en la Primera de Lanús y para 2022 tuvo que buscar nuevos rumbos y surgió la posibilidad de militar en el club Albion de Uruguay. Debutó el 13 de marzo por la quinta fecha del Torneo Apertura en el equipo dirigido por Ignacio Risso.
“Montevideo no tiene nada que ver con Buenos Aires y Dakar, es otro estilo de vida. Jugué mucho más que en Argentina pero me sentí muy solo”, acepta el joven de 23 años, que en plena pandemia recibió la noticia del fallecimiento de su madre por un cáncer fulminante.
En Uruguay jugó todos los partidos con el Albion y mejoró mucho su físico y técnica. Cuando su contrato llegó a su fin recibió la oferta del club gualaceño y empezó los trámites para su estadía en Ecuador.
Jugó 13 partidos hasta la fecha y considera que su mejor rendimiento fue en el partido frente a Emelec. “Todos los días mi papá y mis hermanos me llaman mínimo cinco veces para saber si comí, entrené y descansé, todavía me ven como un chiquillo”, comenta el jugador que no vio a su familia durante cinco años.
Detrás de la sonrisa de Ousmane hay mucha nostalgia y el orgullo de poder ayudar económicamente a su papá, hermana y hermano mayor. “Me gusta entrenar con el equipo y hago doble turno en el gimnasio. Soy bastante tranquilo, no salgo, no tomo y desato todos mis sentimientos en la cancha. Me acompaña la fortaleza de mi mamá”, expresa el primer senegalés en jugar en Ecuador.
En tan solo cuatro meses Ousmane se convirtió en un verdadero líder en la cancha y más que ganar partidos importantes se ha ganado el corazón del cantón azuayo.