Carlos Mina ha forjado su camino en el boxeo superando golpes personales, entre ellos haber estado en prisión en Las Vegas, Estados Unidos.
Luego de casi 900 días el boxeador ecuatoriano recuperó su libertad en octubre pasado. Incluso, el ministro del Deporte, Sebastián Palacios, confirmó su regreso al país.
“Estamos muy felices de que Carlos Mina, nuestro deportista, regrese al Ecuador. Agradecemos mucho a la Cancillería y al Consulado de Ecuador en Los Ángeles por el acompañamiento brindado. Como Ministerio del Deporte vamos a estar muy pendientes del retorno de Carlos a la actividad deportiva para darle todo el apoyo y soporte necesario“, manifestó Palacios.
Mina logró una inédita medalla de bronce en el Campeonato Mundial de Alemania en el 2017. Además brilló por su quinto lugar en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro en el 2016.
Según la defensa del boxeador, en su momento retornó al país para continuar sus entrenamientos y dos mujeres le habrían propuesto ser sus representantes, pero él se negó a firmar un contrato.
Tras eso, regresó a defenderse por cinco cargos, entre ellos de agresión sexual. Le fijaron 500 mil dólares por fianza.
La niñez de Carlos fue complicada. A sus tres años vivía junto a su madre María Mina y sus tres hermanos en el Guasmo Sur de Guayaquil. También lo hizo en San Francisco en Esmeraldas -lugar en el que residía su abuela materna- también los acogió durante unos meses.
A sus 7 años se dedicaba a vender cocada mientras subía al trole bus y cantaba ‘rap’ acompañado del sonido de conchas junto a Peter, su hermano. Cinco años después en un feriado van de paseo a casa de una tía al cantón Puerto Quito y es ahí que su madre decide establecerse al ver que era un lugar tranquilo en el que económicamente podrían estar mejor. Además, su madre vio una alternativa para alejar a sus hijos de los vicios.
Ahí conoce el boxeo en un “gimnasio de barrio” en donde por casualidad llegó con su hermano mayor Nixon. Atraído al observar por primera vez unos guantes de pelea, conoció a quienes serían sus entrenadores Carlos Vásquez y José Coloma. Ese día entrenaron y se dieron cuenta que no era un juego.