Diego tiene 31 años, es flaco y tiene un cuerpo atlético adornado de tatuajes donde un dragón se junta con un búho y un perro guardia de templos. Cada mañana medita y se somete a una dieta estricta. Sus días son rutinarios pero nada aburridos. Se casó con su mejor amiga del colegio, tienen 14 años juntos, dos hijos pequeños y una vida de película de suspenso. Hablar con Diego es sentir que la mente lo puede todo.
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Cuando nació Diego, solo se sabía que no tenía sistema inmunológico y que le tocaba vivir con un extremo cuidado para no poner sus días en riesgo. A los 3 años viajó a Estados Unidos y la sentencia fue desgarradora: había nacido con Agammaglobulinemia de Bruton, una enfermedad catastrófica, huérfana y sin cura. Empezó una existencia con ambientes esterilizados, sin interacciones con los amigos, y con la obligación de recibir transfusiones semanales de plasma. Lo que podría parecer una triste fatalidad fue en realidad el inicio de una vida que algún estudio de Hollywood debería empezar a filmar.
“Mis padres siempre me trataron como una persona normal. Mi papa practicaba muchos deportes, más que todo ciclismo y tenis a un nivel muy alto. Me inculcó el valor del esfuerzo y a los 9 años me acercó al boxeo que practicaba mi abuelo. Me gustó de inmediato la técnica más que los golpes. Era más delgado y pequeño que los demás pero mi cuerpo fue cambiando con los ejercicios y la disciplina”, recuerda Diego que estudió medicina deportiva en Canadá y al regresar abrió un pequeño set de ejercicios en el garaje de sus padres que luego se convirtió en un reconocido gimnasio ubicado en Cumbayá.
“Inicialmente busqué trabajo en gimnasios y clubes pero a nadie le interesó. Finalmente me dediqué a ayudar a niños con el bullying escolar. Era tan sencillo como decirles que si yo podía vivir normalmente a pesar de una salud delicada y de tantas hospitalizaciones ellos podían empoderarse y tener la autoestima suficiente para superar las adversidades. El resultado fue tan abrumador que en el 2018 decidí crear mi canal de YouTube “Viteri Boxing”, con tutoriales de boxeo para contar como mi técnica de Human Chess nos convierte en personas más humanas, empáticas y saludables”.
Hace año y medio Diego tuvo Covid. Por su enfermedad no había podido vacunarse y tuvo que ser internado en el Metropolitan de Quito. Lo médicos dijeron que no había nada que hacer y mientras la saturación bajaba Diego se despidió de su familia. Con el pasar de los días tomó la decisión de hablar con su cuerpo y convencerse que su sanación dependía de él. Contra todos los pronósticos su salud mejoró. “Fue un caso atípico, médicos de todo el país me visitaron para comprender lo sucedido. Hoy estoy bien y sé que tengo un propósito más grande que una medalla, mi vocación es ayudar a los demás para superarse. Además me siento portador de la voz de muchos pacientes de enfermedades catastróficas”, afirma el instructor que enseña la innovadora arte marcial del Human Chess a una comunidad virtual que representa más de dos millones de suscriptores en YouTube.
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Hoy en día Diego se dedica únicamente a la enseñanza virtual del Human Chess. Tiene un pequeño estudio en casa y el mundo entero sigue los pasos de un hombre que inventó un arte marcial que se maneja como un juego de ajedrez. “Se entrena y se piensa diferente. Mientras el boxeo se mueve en una línea recta, el Human Chess te posiciona de un lado a otro. Los golpes son irrelevantes e innecesarios”, afirma.