El sábado 29 de mayo de 1993 Carolina paseaba en auto por la avenida de Los Granados en Quito, conversando amenamente con cinco amigos. De repente un conductor ebrio los impactó con una violencia descomunal. “Iba sin cinturón de seguridad en el asiento de atrás. Sentí un dolor tan fuerte que me desmayé. Mis compañeros sufrieron lesiones, pero fui la única en tener una fractura en la sección medular al 50%”. Carito, como le dicen sus familiares, en ese entonces estaba en el sexto curso de contabilidad del colegio Sagrados Corazones de Rumipamba y su vida nunca iba a ser la misma.
¿Qué salvó a Carolina? Su necedad. Pese a tener un tiempo para recuperarse, apenas le dieron de alta empezó a prepararse para dar los exámenes, se graduó y enseguida se obsesionó con la rehabilitación. Con la firme convicción de volver a caminar de nuevo se mudó a Baños (Tungurahua) y se internó por varios meses en una clínica. Las terapias le dieron fortaleza a sus músculos, pero no mejoró. Aceptó entonces que por el resto de la vida tendría que movilizarse sobre una silla de ruedas.
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Con apenas 18 años de edad decidió dedicarse al deporte. Empezó con el básquet como parte del elenco de la Asociación Parapléjica de Pichincha. “No tuve tiempo de deprimirme, en esos tiempos el básquet adaptado no era muy competitivo, la mayoría de jugadores eran varones pero di lo mejor de mí y me fue de mucha ayuda”, recuerda Carolina que al poco tiempo cambió el baloncesto por el tenis. “Descubrí este deporte a los 30 años. Al principio todos me ganaban, pero las derrotas se transformaron en desafíos. Conquisté mi primer torneo en el 2008 y nunca hubo más límites”.
Hoy Carolina es la raqueta número 1 del país por 12 años consecutivos, llegando hasta el puesto 68 en el ranking internacional. Ganó más de 45 títulos en los torneos más importantes de su categoría en Ecuador, Argentina, Brasil, Colombia, España y Estados Unidos.
A Caro le gusta repetirse una y otra vez que la vida es bella y que los limites se los pone uno mismo. “Estuve trabajando 20 años en la empresa privada, transformé lugares, exigí accesibilidad. En Ecuador las personas discapacitadas piensan que solamente pueden sobrevivir pidiendo caridad, ¡no! Hay que hacer valer sus derechos, es una misión de vida”.
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Cuando le dijeron que iba a pasar el resto de su vida en sillas de ruedas también le anunciaron que no iba a poder tener hijos... Ya tiene dos: Andrés y Danna. Desde la escuela soñaba con cantar y escribir canciones propias. Ya ha grabado “Carol con corazón de poeta” (2008) y “Dejando huellas” (2015). A Carolina nadie le dice no. “Antes de mi accidente mi papá me controlaba mucho, después él mismo me decía que tenía que hacer mil cosas, perder el miedo y salir a buscar el éxito”.
Hoy en día Carolina es mamá, esposa, profesional e inspiración para muchos de sus alumnas. En las tardes entrena cuatro horas perfeccionando golpes, reveses y servicios y en casa hace sesiones de pesas para fortalecer sus hombros, bíceps y tríceps.
En las noches se acuesta junto a su ‘guerrera’, como le dice a su silla de ruedas de competencia. No se queja, solo piensa en nuevos desafíos y proyectos. “El deporte me activa y no veo dificultades, veo oportunidades”, suele repetir a sus seguidores. Y cuando alguien le dice que debería jubilarse, se ríe y enfatiza que está buscando un cupo a los Juegos Paralímpicos de París 2024 y que “una campeona jamás se rinde...”