el ancestral bordado
Sin abandonar Zuleta, una pequeña comuna en la provincia de Imbabura, Teresa Casa impulsa su marca propia de bordados junto a decenas de mujeres decididas a transmitir su herencia cultural.
Teresa Casa Ponce pinta ya sus 60 años, pero guarda la vitalidad de la juventud cuando se pone a bordar, puntada tras puntada, sobre los elaborados dibujos que ella misma traza en la tela de un mantel, una servilleta, una blusa, un centro de mesa, un individual o un portavasos.
Borda desde los ocho años y, cuando retrocede el tiempo para recordar esos momentos, es inevitable que las lágrimas aparezcan en sus ojos. Creció entre hilos, agujas y telas. Su madre y su abuela le inculcaron el gusto por el oficio y, desde joven, formó parte del taller de la familia.
“Me llena la paz que tengo cuando me pongo a bordar; cuando me refundo en mi taller, me encuentro conmigo misma, me olvido de los problemas propios de la vida”, cuenta Teresa.
En el 2017, luego de trabajar por décadas en el taller ‘Cosas Lindas’, en Zuleta (Imbabura), sintió la necesidad de ponerle una marca a su trabajo y de renovar sus artesanías. Su hija Laura fue guiándola en medio de conceptos como el de ‘mercado’, ‘marketing’ y ‘competencia’.
Es entonces cuando nace Catelina, el emprendimiento que Teresa ha sacado adelante -con pandemia de por medio- no solo para sustento de su familia sino, sobre todo, para mantener con vida el tradicional bordado zuleteño, único en América Latina.
Las manos de Teresa dominan las cinco puntadas que caracterizan el bordado de la zona. La medular es el ‘relleno de Zuleta’: una técnica que permite, ya sobre la tela, rellenar espacios con mayor rapidez; y cuatro complementarias: el cordón simple, la cadena, el nudo francés y el festón.
“La fuente de nuestra inspiración está en la naturaleza que nos rodea; en mis bordados siempre aparece la ‘flor de ñachag’ que crece en los campos de Zuleta y es de un amarillo intenso, con cinco pétalos, es la florcita del ‘me quieres, no me quieres’ que jugábamos cuando éramos niños”.
En colores, las tonalidades de los hilos son fuertes para darles vida a los bordados; también sobrios para hacerlos elegantes. Teresa mira su entorno y se inspira en la ‘flor de izo’ para combinar los lilas, verdes y morados sobre piezas tan útiles como una blusa o una servilleta.
En su taller se elaboran, actualmente, unos treinta tipos de piezas; las más novedosas son las carteras de mano, los ponchos, cinturones, bisutería y sombreros. Incluso zapatos. Al mes, vende unas 250 prendas y objetos, en los que trabajan unas 25 mujeres de Zuleta y sus alrededores.
“Me resisto a renunciar al bordado”
Catelina, la marca creada por Teresa Casa, es una combinación de sílabas: ‘Ca’ y ‘Te’, las primeras de su apellido y de su nombre y ‘Lina’ de linaje. La quinta generación, sus nietas, empieza a dominar la técnica del bordado zuleteño: Manuela, una pequeña de ocho años, ya borda sola.
El emprendimiento sobrevivió a la pandemia gracias a las ventas por internet, a través de una página web propia que Laura -hija de Teresa- impulsa constantemente. También debido a la resiliencia: empezaron a bordar mascarillas y ‘souvenirs’ a precios más cómodos.
Teresa trabaja para recuperar el nivel de producción del año 2019, cuando unas 90 mujeres laboraban en su taller para colocar en el mercado hasta 600 prendas al mes. La marca estaba en galerías de Quito, Cuenca, Loja y Galápagos, en hoteles cinco estrellas de Quito, en una tienda física propia; llegó a comercializarse, incluso, en una isla dentro de un centro comercial.
Pero también se esfuerza para transmitir su conocimiento. “Me resisto a renunciar al bordado porque es mi sustento, mi pasión y mi terapia”. Desde el 2017, se ha dedicado también a dictar talleres que le permiten formar -dice- ‘embajadoras del bordado de Zuleta’.
Unas 400 alumnas de diez nacionalidades, incluida la ecuatoriana, han pasado por sus ‘aulas’.
Su voz se torna solemne y, al mismo tiempo, festiva cuando abre un libro titulado ‘Grandes Maestros del Arte Popular Iberoamérica’, editado en México -con el auspicio de Banamex- luego de un largo estudio sobre saberes ancestrales en 23 países. El bordado de Teresa Casa Ponce aparece en la publicación como la representación del bordado de Zuleta.
“Es un orgullo (...); me ha ayudado a valorar más la habilidad que Dios ha puesto en mis manos y el haber nacido en Zuleta”.