¿Qué busca realmente Vladimir Putin con la invasión a Ucrania?
Para entender la posición de Vladimir Putin con respecto a Ucrania hay que remontarse al fin de la Guerra Fría. Con la caída del Muro de Berlín en 1989, se desmembró también la alianza del Pacto de Varsovia que incluía a varios países de Europa Occidental. Para aceptar la reunificación de Alemania, se acordó mantener los límites vigentes en Europa, pero poco después se cayó la Unión Soviética, quedando como países independientes, naciones que habían sido parte de la Unión. Entre estos estaba Ucrania.
Era 1991 y Rusia tenía demasiados conflictos y el desafío de organizarse como una nueva república, sin el paraguas del comunismo.
Inicialmente, Ucrania se declaró neutral, hasta que en 1994 se inclinó por acercarse a Europa Occidental y a la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Sus intentos de convertirse en miembro de la Comunidad Europea sufrieron un retroceso cuando en las elecciones de 2013 ganó Vícktor Yanukóvich, un cercano admirador de Vladimir Putin, quien congeló las negociaciones con Europa Occidental y más bien firmó un tratado con Rusia. La población no aceptó la imposición y se rebeló destituyendo a Yanukóvich, quien recibió asilo en Moscú. Desde entonces, las relaciones ruso-ucranianas han sido complejas.
Históricamente, desde que Ucrania fue parte de la Unión Soviética, el país ha sido clave para los rusos. Con un territorio muy fértil, Ucrania es uno de los mayores exportadores de cereales del mundo actualmente y en el pasado fue el granero de los soviéticos. Tan importante fue su producción de cereales básicos en la dieta de ese imperio que Josef Stalin sometió a los campesinos ucranianos a una brutal hambruna y muerte para imponer haciendas de propiedad estatal en esas tierras. Se estima que durante esa era del terror, murieron cerca de cuatro millones de ucranianos.
Con el poder consolidado en la primera década de 2000, Putin sueña en volver a los días del orgullo de la Rusia Imperial o de la era soviética. Por ello, gradualmente ha controlado a los países vecinos y firmado acuerdos de protección, como el que tiene con Bielorrusia, donde gobierna el autócrata Alexander Lukashenko, o Kazajistán, país musulmán, que fue invadido por tropas rusas a comienzos de este año para salvar al gobierno que estaba por caerse debido a una protesta masiva por el alza de los combustibles. Pero con Ucrania no le ha sido tan fácil, aunque no por ello ha respetado su soberanía.
Luego del derrocamiento de Yanukóvich, Putin invadió y se tomó la península de Crimea, donde hay un alto número de población de ascendencia rusa. Los servicios secretos de Putin generaron manifestaciones contra esa población y con el pretexto de defenderla, el líder ruso tomó posesión de Crimea. La península es una suerte de llave para el acceso al mar Negro, una puerta directa hacia el Medio Oriente, que de haberse mantenido en poder de Ucrania y ese país integrarse a la Comunidad Europea y a la OTAN, hubiese sido de gran valor estratégico para la Unión Europea.
Putin es inflexible en tres pedidos a Occidente. Quiere que Ucrania no sea jamás parte de los dos organismos, pues eso equivaldría desde su perspectiva una amenaza a su seguridad nacional. Exige que la OTAN se comprometa a no expandirse hacia el este, que sus principales aliados no desplieguen recursos militares en países que se integraron a dicha alianza y que Estados Unidos no coopere militarmente con Ucrania. Quiere virtualmente regresar al siglo XX.
De su parte, Occidente piensa que, si de seguridad se tratara, Putin podría negociar y con mejores condiciones que en 1990. Eso sostiene Ivo Daalder, exembajador ante la OTAN y ahora presidente del Consejo Global de Chicago sobre Asuntos Globales, al diario El País de España.
“Pero el problema es que ese no es su objetivo. Lo que le interesa es controlar a los países vecinos por razones políticas”. Y tiene razón: Putin acudió inmediatamente a auxiliar a Lukashenko cuando inició la revuelta por las elecciones fraudulentas en 2021. Y es evidente el apoyo a Kazajistán ante una protesta popular. Putin conoce bien aquel refrán popular: “Cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar”.