¿Qué pasó con Quito?
Históricamente, Quito albergó un intenso movimiento y pensamiento político que lo llevó a tener buenas administraciones y a ser una plaza de reflexión social importante para el Ecuador. Sin embargo, por alguna razón aún desconocida, la cultura política en la Capital declinó desde hace, por lo menos, 10 años y hoy ha tocado fondo en, quizá, uno de los momentos más críticos para la historia del país y de la ciudad.
El alcalde que prometió y defraudó de la forma más contundente posible: convirtió al Municipio, que ya traía la fama de caja de pandora, en una verdadera casa de trueques y negocios donde sus familiares más cercanos comerciaban con la propiedad pública con la soltura con la que un negociante vende una baratija en un mercado.
Este crítico panorama se conjuga con una prefecta, también investigada penalmente, de cuya gestión diaria nada se sabe, salvo, por supuesto, que cumplía una agenda comprometida con el retorno del totalitarismo al país. Y todo esto, ocurre cuando los mayores retos en la historia reciente tocan la puerta del alcalde: la crisis sanitaria no da tregua y si el Gobierno Central ya falló en su deber de contar con un plan estructurado y serio para enfrentarla, un Municipio débil, antitécnico y preocupado por defender su honestidad, poco o nada podrá hacer.
Esto, se agrava con la densa nebulosa que acompaña el Metro de Quito, la obra de infraestructura más grande, cuantiosa e importante de la ciudad que hoy, aupado por el mismo alcalde, pretende ser administrada por manos locales, excluyendo la práctica mundial de contratar empresas operadoras con experiencia en la gestión del transporte en Metro y escribiendo así lo que muy pronto contaremos como la crónica de un fracaso anunciado.