Hay que insistir en la narrativa para lograr la igualdad
En una reciente entrevista con Vistazo, la más famosa escritora en Hispanoamérica Isabel Allende sostuvo: “Existe una guerra contra las mujeres. Hay que decirlo con estas duras palabras para que penetre en la conciencia de hombres y mujeres, para que sea parte de la narrativa y al ser identificada puede cambiarse. La explotación, discriminación y violencia contra las mujeres es uno de los peores vicios del patriarcado”. Efectivamente, el principal problema de la discriminación contra la mujer se encuentra en que la narrativa no es parte de diario devenir de las vidas de hombres y mujeres. En los hombres se entiende, porque significa perder privilegios, pero lo triste es que por ignorancia en unos casos y en otros por tradición un alto número de mujeres educan a sus hijos e hijas en los valores del patriarcado y esto ocurre aun en caso de mujeres exitosas, que han roto el famoso “techo de cristal”.
En Ecuador, por leyes no ha faltado, estuvimos entre los países pioneros para conceder el voto, para buscar paridad en las listas de dignidades electorales, para decretar igualdad de salarios, etc. Sin embargo, una ley escrita sin tener peso en la narrativa del día a día, es simplemente un conjunto de palabras. Así, en la política nacional a la hora de seleccionar mujeres en las listas electorales se encuentran artimañas para impedir la paridad de género que exige la ley. En Asamblea Nacional los hombres son 62% y 38% las mujeres e igual cosa ocurre en otros ámbitos públicos. La desigualdad no es patrimonio del sector público, en el sector privado hay sectores cuyo mayor componente en la nómina está integrado por mujeres, pero en cargos directivos hay muy pocas. ¿Cuántas empresas tienen en sus directorios a mujeres? ¿Cuántas gerencias generales están en manos de mujeres? Se cuentan con los dedos de las manos.
Y la desigualdad trae como consecuencia la explotación, discriminación y violencia contra las mujeres. El gran desafío es cómo cambiamos esa narrativa para que se entienda, que no solo es un derecho esa igualdad entre hombres y mujeres, sino que cuando un país no aprovecha el aporte y la visión de la mitad de sus habitantes, difícilmente progresará.