Guerra indefinida
Como reacción al caso Metástasis, los narcos decidieron medir el carácter del presidente Daniel Noboa. Al igual que hicieron en su momento con Lenín Moreno y con Guillermo Lasso planificaron ataques múltiples, el más audaz a TC Televisión. A diferencia de los dos mandatarios anteriores, Noboa respondió con hechos y de manera inmediata. En una semana y con pocas víctimas, se liberó a más de un centenar de personal de las prisiones y gradualmente se retomó el ritmo de vida anterior a la ola terrorista. Sin embargo, como la guerra contra los narcos no se desarticula por una serie de operativos, la muerte del fiscal César Suárez puso de regreso la ominosa realidad.
Una vez que el crimen organizado permea las instituciones de un país, la lucha se libra indefinidamente, pues el negocio mueve demasiado dinero. Dos ejemplos: México y Colombia. México ha contabilizado más de 275 mil muertes desde 2006, en que se declaró el conflicto interno, ha desarticulado más de cuatro organizaciones gigantes, extraditado a Estados Unidos capos como “El Chapo” Guzmán y su hijo, pero hay estados, donde la ley son los narcos y no el gobierno. Colombia libra una guerra más antigua, con más de cuarenta años de duración, con capos legendarios que terminaron muertos como Pablo Escobar, Rodríguez Gacha o presos en Estados Unidos como Carlos Lehder y los hermanos Rodríguez Orejuela, con alianzas non sanctas entre guerrilleros y narcos y todavía la batalla continúa día a día, cartel a cartel. En un informe de 900 páginas la Comisión de la Verdad asegura que al menos 450 mil personas han fallecido por la guerra, aunque los más pesimistas asumen que llegan a cerca de 800 mil. El negocio es una serpiente de mil cabezas, que cuando se corta una aparece otra que la remplace: Colombia extraditó a Estados Unidos hace pocos meses a “Otoniel”, el más importante narco de los tiempos actuales, quien era líder del cartel del Golfo, con operaciones también en Ecuador.
La gravedad de la crisis parece haber sido comprendida por la población en su totalidad, menos por los políticos que desde la Asamblea, se rasgan las vestiduras ofreciendo apoyo de boca a los esfuerzos que se haga para combatir a los narcos, pero entorpeciendo la adopción de medidas que tienen un costo político para obtener los recursos de manera expedita para esta guerra. Estos recursos no pueden tener un plazo fijo porque es un hecho que al igual que México y Colombia, tendremos que aprender a vivir con la enfermedad y al menos para conseguir la paz interna debemos controlarla. Se ha argumentado que aumentar el IVA afecta a los más pobres, lo cual es una realidad, como también lo es que son los pobres los más afectados por los narcos. ¿Cómo podemos defenderlos de los vacunadores, de los que controlan el barrio, del peaje diario que les pagan si la Policía o las Fuerzas Armadas no cuentan con los equipos y recursos para defenderlos? ¿Cómo podemos amparar a los jueces y fiscales honestos, si no hay los recursos y protección para su trabajo? Basta de pedir a los demás sacrificios y comiencen los que hacen política, por lo menos a sacrificar su supuesta popularidad pensando en el país y no en ideas que no resuelven la crisis.