La Argentina libertaria de Milei: ¿qué proyecto cultural se avecina?
Javier Milei, presidente electo de Argentina, fue más expedito que Daniel Noboa en el nombramiento de su delegado para dirigir la gestión pública de la cultura.
Pasaron únicamente algunas horas para conocer que Leonardo Cifelli, productor de espectáculos musicales y escénicos con experiencia en la gestión cultural del gobierno de la ciudad de Buenos Aires, sería el encargado de cumplir la promesa de Milei de “desaparecer el Ministerio de Cultura”. La concreción de esta propuesta de campaña será parcial, pues lo que se ha anunciado es la desjerarquización del Ministerio a Secretaría de Estado y a la vez su anexión directa a la Jefatura de Gabinete.
En Ecuador ya hemos tenido experiencias similares: una doble institucionalidad de Cultura con un Ministerio, por un lado, y con mandatos/compromisos presidenciales por el otro, bajo los cuales se impulsaron proyectos “emblemáticos” conectados artificialmente a las políticas que esos mismos gobiernos pretendían impulsar: El Circo Social, Arte para todos y en alguna medida el Teatro del Barrio. En su momento, estos programas recibieron críticas por su deficiente articulación con la acción ministerial, y por ser “caprichos presidenciales” sin una planificación o diagnóstico previo.
En el caso argentino, en el aire se encuentra la pregunta sobre la dirección de una política cultural dirigida desde este nuevo despacho presidencial. Más aún con un Primer Mandatario que como primeras medidas ha anunciado “una ola de privatizaciones” y que reúne varios de los rasgos característicos de los grandilocuentes líderes extremistas que apelan a la exaltación del patriotismo y a la idea de nación para convocar a las masas hacia la intolerancia y la exclusión de poblaciones diversas. Especial atención merecerá el riesgo de que esa secretaría se emplee como vehículo para la propaganda oficialista.
Al igual que sucedió en Ecuador durante de la pandemia cuando se justificó la ilegal fusión del IFAIC y del ICCA como eficiencia presupuestaria, en Argentina el ministro designado anuncia desde ya que se producirán “optimizaciones de recursos”, reorganizaciones que como sabemos redundarán en despido de personal. En sus primeras declaraciones, inmediatas a la victoria de la propuesta libertaria argentina, ha expuesto algunas de las líneas de política que buscaría aplicar; una receta que viene teñida de color naranja:
“Diplomacia cultural” con recursos público-privados: “promoción cultural internacional”, a través de “alianzas e inversiones público-privadas” a fin de establecer circuitos “alrededor del mundo, trabajando en el diseño y producción de programas itinerantes que nutran a embajadas, consulados y espacios culturales en el exterior”. ¿cuáles serán los elementos culturales que se elegirán para representar al país en el exterior por la Argentina librtaria, y cuáles serán marginalizados e invisibilizados?
Traslado de las responsabilidades de financiamiento público de la cultura a manos privadas: “se impulsará una ley de mecenazgo a nivel nacional”. Si bien el mecenazgo puede rendir frutos valiosos, su acción tiene un corto alcance. Además, las iniciativas del sector privado buscan también el beneficio empresarial, dejando de lado líneas de trabajo macro como la formación de públicos, la formación artística y el fomento del consumo.
Desarrollo de las industrias culturales sostenido en lo digital: se incentivará “el emplazamiento de las grandes plataformas audiovisuales en el país”. Ciertamente, la digitalidad se ha vuelto un foco de desarrollo y nuevos nichos... para quienes tienen acceso. Las brechas digitales y de acceso a Internet aún dejan a muchos creadores y gestores sin oportunidad de participar de esta expansión.
Retorno a una visión monumental del patrimonio (¿para exaltar el retorno a la Gran Argentina?): “se finalizará la puesta en valor del Palais de Glace y de espacios culturales “que hace años tienen sus obras de restauración frenadas”. De forma similar a la diplomacia cultural, la definición de la categoría de patrimonio puede implicar la exclusión de manifestaciones culturales y artísticas alejadas de esta nueva centralidad.
En Ecuador, el presidente Daniel Noboa, uno de los herederos de la mayor fortuna agroexportadora del país, ha confirmado el nombre de su delegada al Ministerio de Cultura. Varios nombres sonaron, los runrunes no faltaron, cabildeos y deseos aspiracionales frustrados de por medio. Queda por conocer el rumbo y la agenda que priorizará la institución rectora del Sistema Nacional de Cultura ¿Cuál será su espacio de negociación en el gabinete centenial? Algo nos dice que estamos próximos a una revelación.