El arte de aconsejar
Cuando alguien nos busca para contarnos algo, no necesariamente busca una respuesta, sino un espacio para ser escuchado y sentirse comprendido.
Recuerdo que meses atrás, la funcionaria de un negocio al ver que una clienta estaba algo enferma, le dijo: “usted debería buscar este tipo de tratamiento” e inmediatamente le refirió a un médico, indicando lo acertado que había sido curando a una amiga. La clienta puso un gesto de incomodidad, y me indicó respecto al consejo recibido, que a pesar de las buenas intenciones de la funcionaria, ésta había invadido su espacio personal. ¿Les ha pasado algo parecido? En otra ocasión, recuerdo a un taxista preguntando a una pasajera: “¿está usted casada?”, a lo que ella contestó: “aún no”. En seguida, llegó el consejo: “cásese pronto, porque si no la va a dejar el tren”.
Hay personas que frecuentemente dan consejos porque consideran que con sus experiencias y conocimientos pueden ayudar a otros, como un acto de solidaridad. En ciertas ocasiones, estos son recibidos con agrado, pero en otras, pueden resultar incómodos para quienes los reciben. Por ello, antes de dar un consejo o recomendación, es importante preguntarse ¿me lo están pidiendo, es realmente pertinente darlo, o simplemente tengo el impulso de hacerlo?
Dar consejos no es fácil, porque lo que funciona para uno, no necesariamente funciona para otros. Citando al psiquiatra suizo Carl Jung: “El zapato que va bien a una persona es estrecho para otra: no hay receta de la vida que vaya para todos”. Es así que si alguien nos pide directamente un consejo, es importante solicitar mayor información, antes de dar cualquier opinión. ¿Cómo? Haciendo preguntas, observando y escuchando a la otra persona con detenimiento y atención. Por ejemplo, si alguien le pide un consejo sobre buenos lugares para arrendar un apartamento, es importante consultar: ¿cuánto piensas gastar?, ¿en qué zonas estás buscando?, ¿qué tipo de servicios buscas?, ¿qué lugares ya has considerado? ¿por qué has decidido cambiarte de vivienda? Estos datos, le permitirán dar una recomendación que se ajuste más a las realidades y necesidades de quien lo solicita. De lo contrario, puede terminar recomendando un lugar demasiado costoso, o poco práctico para el interesado. Desafortunadamente, no es raro escuchar consejos como: “Ni se te ocurra vivir en otra ciudadela que no sea…” o “¡pero si nadie vive allí!”.
Considere también que cuando alguien nos busca para contarnos algo, no necesariamente busca una respuesta, sino un espacio para ser escuchado y sentirse comprendido. El acto de hablar, permite a las personas ordenar sus ideas, reírse de sí mismas, y en ocasiones, encontrar una solución. Aconsejar es un arte, y para que tenga un efecto positivo, tiene que basarse en el conocimiento de la persona y de su situación particular. Caso contrario, podemos quedar como entrometidos o terminar dando consejos que no ayudan, sino que confunden y que no son de real utilidad para las otras personas.