Cultura del miedo: así nos afecta mentalmente la inseguridad del país
Despertar cada mañana y lo primero que hacemos es revisar las redes sociales o prender el televisor para ver noticias con titulares de una realidad que nos invade: la violencia en su máxima expresión y cada vez más cerca de todos.
Estos hechos constantes de violencia nos afectan mentalmente en varias formas. Nos hacen sentir más ansiosos y con miedo a diario, lo que puede fácilmente derivar en altos niveles de estrés y agresividad.
A su vez, esta cultura del miedo puede reducir la productividad laboral y producir un impacto traumático en la vida cotidiana, acompañado de la sensación de pérdida de tranquilidad.
El mundo cambió y es una realidad que la violencia ha ganado espacio en todo el mundo. Incluso países desarrollados, considerados como “los países más seguros”, están experimentando aumentos considerables de delincuencia y violencia alarmante.
Y en Ecuador pareciera que las malas noticias no paran de llegar tanto en el ámbito político, social, climático y económico. Todo esto termina afectando la salud emocional de la población.
¿Qué pasa en nuestro cerebro ante esta ola de inseguridad y violencia? A continuación, les describo las afectaciones provocadas por el miedo, que cuando se apoderan de la mente, recuperar el equilibrio y la tranquilidad suele costar mucho:
1. Vivir en estado de alerta: girar constantemente la cabeza, para confirmar que no exista algo sospechoso alrededor, quitarse joyas o prendas costosas antes de salir de casa, aunque antes no lo hacías, esquivar calles o sectores por los que antes podías transitar sin miedo, evitar salidas a lugares por evitar ser víctima de un evento delictivo, en fin, desconfiar o sospechar de todo el mundo.
2. Intoxicación de cortisol, la famosa hormona del estrés que invade el organismo ante constantes amenazas de peligro. Nuestro organismo la produce en situaciones de “emergencia” para poder enfrentarnos a estos problemas. El estrés es una sensación normal que, en bajas dosis, nos ayuda a resolver y cumplir objetivos, pero el cerebro no discrimina entre una situación real (que nos esté pasando a nosotros en este momento) a una imaginaria, que es la sensación de proximidad que nos da el enterarnos por el celular de eventos violentos a los que la ciudadanía se encuentra expuesta.
3. Pensamientos negativos o catastróficos. Esta sensación de ser el próximo, de que también me va a pasar, sobre todo cuando a personas cercanas les ha ocurrido, elevan el miedo constante que muchas veces desembocan en trastornos de ansiedad o pánico.
4. Ansiedad, Ataques de Pánico y Depresión. Cuadros que resultan muy comunes cuando se experimentan periodos prolongados de estrés, lo que puede desencadenar fácilmente cuadros o trastornos emocionales, aún teniendo una personalidad “fuerte” o si nunca antes se ha experimentado afectaciones en la salud mental.
5. Agresividad o reacciones ofensivas que pueden surgir como mecanismos de defensa exagerados. Suele ocurrir porque las personas viven con la certeza de que ellos también pueden ser víctimas de esos delitos cometidos a su alrededor, que antes los miraban de forma distante a sus realidades.
Ante estas afectaciones por situaciones que escapan de nuestro control, sí existen acciones que podemos realizar como:
- Consumir solo información confiable y de manera dosificada. Elegir los canales de comunicación serios y responsables que cumplan su misión de informar y no cadenas por whatsapp o videos sin origen formal que aumentan el terror y el pánico colectivo.
- Concentrarse en lo que sí se puede controlar. Las imágenes e historias que consumes pueden elevar la ansiedad, por lo tanto, elige buscar información que hagan sentirte más seguro. Por ejemplo, los planes de acción y seguridad en tu barrio, dónde y de qué forma acudir ante eventos de inseguridad, etc. Y lo más importante, elegir tu postura frente a situaciones que salen de tu control, elegir una postura activa y resolutiva te hará sentirte más auto eficaz.
- Acepta tus sentimientos y habla sobre tus miedos y preocupaciones con las personas que te apoyan. Cuando manifestamos y compartimos nuestras preocupaciones, recibimos apoyo emocional y la sensación de traslado externo de aquello que nos perturba.
- Cuídate. Asegúrate de descansar bien y llevar una dieta sana, para que te sientas lo mejor posible. Evita el uso excesivo de alcohol y/o sustancias que alteran tu sistema nervioso.
- Practica técnicas de relajación. Cuando las emociones se intensifican, la respiración profunda o la meditación pueden resultar útiles. Estas técnicas sencillas pueden ayudarte a controlar los síntomas físicos de la ansiedad y traer calma a tus pensamientos.
- Sigue una rutina y un estilo de vida normales tanto como sea posible. Hacerlo habitualmente nos motiva a sentirnos bien.
- Fortalece tu área espiritual, esto hará sentirte más esperanzado con respecto a tu vida y tu propósito.
- Agradece cada día por la vida y lo que sí te rodea. Enfocarnos en lo privilegiados que somos, independiente de las circunstancias, nos dará sensaciones de tranquilidad y calma.
- No normalicemos lo que no es normal, en nosotros habita un espíritu inquebrantable que, cuando se une por un mismo ideal, logrará esos resultados deseados. Que podamos juntos reclamar y sentirnos en empatía por tener libertad y paz, pero siempre que la construyamos en ese escenario primario que es nuestra alma y nuestro hogar.
- Busca ayuda profesional. La terapia se convierte en ese espacio seguro en el que podremos equilibrar nuestras emociones, conocernos y trascender nuestros miedos y malestares.
- Finalmente, como dijo Marie Curie: “En la vida, no hay nada que temer, solo hay que comprender”. Convirtamos el miedo en esa comprensión de que para que las cosas cambien afuera, deberán ser transformadas adentro primero con el conocimiento, consciencia, educación y fuerza para exigir y cocrear ese país de paz en el que muchos crecimos.