La tecnología o el fin de la soberanía como la conocemos
Una de las cinco dimensiones de la globalización es la tecnología, cuyo desarrollo históricamente ha jugado un papel fundamental en la construcción de un mundo globalizado, especialmente desde principios del siglo XIX hasta la posguerra fría, cuando con la evolución de las comunicaciones y dispositivos electrónicos, como la creación de la World Wide Web (1991), las ideas y la información “viajaron” por todo el mundo de maneras nunca antes imaginadas.
Esta integración tecnológica facilita la consolidación de sociedades civiles más empoderadas, con alcance global y capaces de incidir en la agenda pública de más de una nación al mismo tiempo. Un claro ejemplo de ello son las campañas internacionales que se posicionan y viralizan a través de las plataformas digitales, permitiéndoles “aterrizar” en distintas realidades nacionales que las abrazan y adaptan, alcanzando la misma fuerza que en el otro lado del mundo donde fueron creadas.
Conscientes de que la tecnología es una herramienta que acelera los cambios y transforma las sociedades, debemos recordar su impacto en el desarrollo global en momentos claves de la historia de la humanidad. A finales del siglo XIX, cuando la primera llamada telefónica internacional fue una realidad, la sed de más y mejores formas de comunicación e interacción fueron creciendo. Esto aceleró las necesidades tecnológicas de dos sectores: la sociedad civil y las fuerzas militares, quienes desmitificaron la posibilidad de volar, mientras casi al mismo tiempo, los camiones Caterpillar facilitaban la construcción de tanques militares que hacían a los más fuertes, más fuertes, como las fuerzas británicas; mostrando el lado oscuro de los avances: la muerte y la guerra. Comenzamos el siglo XX con descubrimientos que aumentaron la interacción humana y fortalecieron los negocios globales, pero también revelaron una verdad incómoda: las guerras y los conflictos estimulan la innovación tecnológica.
La innovación en las comunicaciones, los viajes y la medicina fueron relevantes durante los años entreguerras, incidiendo directamente en la forma en que entendemos el conflicto y estimulando el desarrollo de nuevos tratamientos médicos. También fue un momento para fijar una perspectiva sobre el poder de los nuevos dispositivos electrónicos y su uso para difundir contenidos y consolidar opiniones: aparece la Televisión.
En años de guerra, la innovación se centró en otorgar equipos para el control del territorio y estrategias de combate, sin embargo, después de 1945, la innovación se centró en la tecnología espacial y las armas nucleares, objetivos liderados por EE. UU. y la URSS, quienes intentaban asegurar su hegemonía creando estrategias con alianzas internacionales, involucrando a más países en el conflicto, haciendo de la guerra fría una guerra global pero también una oportunidad de expansión ideológica y política al mismo tiempo.
Hay que conocer los orígenes para comprender los alcances. En la política como en la vida: dime con quién andas y te diré quién eres. Todo esto ocurría mientras se creaba el contenedor y los microchips, innovaciones que contribuyeron al fortalecimiento de las comunicaciones y el transporte a nivel mundial.
Con la creación de la World Wide Web en 1991, la era posterior a la Guerra Fría provocó oficialmente uno de los efectos más importantes de la innovación y la tecnología: menores costos de comunicación y menores costos de transporte, que fueron vitales para estimular la globalización tal como la conocemos.
Los desarrollos tecnológicos que tuvieron lugar durante el siglo XX cambiaron la forma en que entendemos las relaciones internacionales y manejamos los asuntos internos, pero también transformaron el orden mundial y empoderaron a sectores estratégicos como el transporte, la medicina, las comunicaciones y a los desarrolladores de armas como actores principales en la evolución de la humanidad.
Pero, ¿por qué el efecto mariposa de la tecnología nos interesa? porque está creando ciudadanos globales, causas globales y una agenda pública global, lo que genera una consecuencia en silenciosa expansión: la deconstrucción de la soberanía como la conocemos, algo políticamente indeseable para los caudillos y extremadamente atractivo para los libertarios.