Pedro Castillo y el Perú: Cuando la gobernabilidad es ya una entelequia
Cinco presidentes en cinco años, ahora con Castillo vamos ya cuatro cambios de gabinetes en poco más de seis meses de mandato, nuestro vecino del sur sigue viviendo la tragedia de la ingobernabilidad que los ecuatorianos la experimentamos a comienzos del 2000. Su economía (ya estancada) crecía no gracias a su clase política sino a pesar de ella. Finalmente fue el entramado del coctel pandémico, conjugado con este flamante nuevo primer mandatario que no para de dar muestras, y con creces, de su profunda falta de preparación para asumir semejante responsabilidad, que han terminado de minar cualquier intento serio de gobernabilidad. No hace falta ser un clarividente para predecir que este país se abalanza en caída libre hacía una nueva hecatombe política, económica y por consiguiente social.
Pedro Castillo está en el poder porque el antecedente inmediato es algo con lo que casi toda América Latina se puede identificar, una población asqueada de su clase política, por su aberrante corrupción y su manifiesta incapacidad para lograr acuerdos mínimos en beneficio de las mayorías, lo que terminó con un resultado electoral también esperado y cada vez más replicado en la región, la llegada al poder de un completo desconocido, en extremo populista y sin la menor idea porque simplemente no cuenta con las credenciales mínimas para ostentar semejante dignidad.
El mortuorio desfile de funcionarios de alto rango que han tenido que salir en estos 6 meses de gobierno, simplemente no tiene parangón, aunque en el fondo sí guardan correlación con lo estrafalario del nivel de declaraciones vertidas por el propio Castillo que rápidamente han tenido que ser desmentidas por sus propios funcionarios. El mandatario peruano insinuó querer ceder territorio a Bolivia para su acceso al mar; albergar a personajes acusados de apología al terrorismo en su gabinete, y más recientemente, el cambio del primer ministro tan solo 3 días después de asumir el cargo, por haberse revelado un caso de violencia machista.
La primera entrevista que concedió a un medio internacional fue otra gota dentro de un vaso ya desbordado. Calificado como vergüenza nacional por la propia prensa local, solo desveló lo que ya se sabía y él mismo confesó, con la ingenuidad que solo la tienen quienes realmente no entienden, que nunca se preparó para presidente y que no tiene problema en seguir aprendiendo. Regresa siempre a lo único que tiene, el intentar seguir vendiendo humo en este caso a través de un discurso de lucha de clases.
Como corolario final, Perú se encuentra enfrentando una de las peores catástrofes medioambientales de su historia por el vertido de petróleo en sus costas y todo esto por lo pronto, sin un ministro en esa cartera. Estaremos muy atentos a este desenlace, que salvo algún acontecimiento realmente mayor, perfila como una nueva crónica de muerte anunciada.