La consulta como ultimátum
El presidente Daniel Noboa no puede adjudicarse ningún triunfo político en función de los resultados de la consulta popular. Si lo hace, aunque fuera por pura estrategia propagandística, cometerá un grave error; más fuerte, incluso, que haberse desentendido de la crisis eléctrica en estos cinco meses, volviendo a los apagones interminables.
Él y su gobierno se encargaron de minar, con este inaceptable descomedimiento, cualquier posibilidad de que la consulta se convierta en una fuente que revitalice su liderazgo y le dé cuerda para avanzar hacia la reelección.
Todo lo contrario, el apoyo a las nueve preguntas sobre seguridad significa que Noboa llegó al punto más alto de su popularidad y si las cosas siguen igual, solo resta esperar su descenso paulatino.
Una vez que Carondelet ponga las cosas en orden -si es que existe la intención de hacerlo-, habrá que enfocar a Noboa en tres tareas urgentes. La primera es combatir la violencia en sus dos componentes. Es decir, cuidar el orden público, parando el desangre en cárceles y calles; y desarmar a las mafias enquistadas en el Estado, persiguiendo a los delincuentes de cuello blanco, protegidos en las faldas de los patriarcas de la narcopolítica que han arruinado la reputación de sus partidos y avergonzado a sus votantes.
El Presidente tiene que entender que esta consulta popular, más que un apoyo a su gestión, fue un espaldarazo a quien le mostró al país hasta dónde llegan los tentáculos del crimen organizado; hablamos de la fiscal Diana Salazar. Los ciudadanos votaron en contra de cualquier pacto de impunidad.
La segunda tarea radica en mejorar el desempeño en conjunto de la administración pública. La cuestionable irrupción en la embajada de México le exige a Carondelet revitalizar su política exterior, que ya no puede adaptarse a los caprichos y los cálculos domésticos.
Tampoco hay excusa alguna que justifique a Noboa el haber permitido que la crisis eléctrica se deteriore, porque él asumió el cargo, precisamente, en medio de cortes de luz.
Hablar de sabotaje o ensañarse con la exministra de Energía le servirán de poco si el gabinete no traza un plan integral para rescatar toda la infraestructura de generación con transparencia y respeto por el ciudadano.
El país no puede hipotecar más su recuperación económica por culpa de paros, pandemias, violencia y ahora por los apagones. Luego del No a la pregunta del trabajo por horas, hay que ver cómo Carondelet se traza una nueva discusión sobre generación de empleo.
Si todo esto no se soluciona en breve, no habrá tiktoks que garanticen la reelección del Mandatario en febrero próximo.
Y aquí radica el desafío más importante: esculpir la imagen de un Mandatario sensible y conectado con las grandes aspiraciones del pueblo. Si su estrategia se basa en la creación y persecución de enemigos, en intervenciones públicas con palabras malsonantes y sin espacio para reflexionar sobre el duro momento que vive el país, en poco tiempo se quemará. El pueblo ha sido claro en esta consulta. Está dispuesto a enterrar el pasado, pero más que cifrar en Noboa nuevas esperanzas, le ha marcado una agenda de obligaciones y responsabilidades que se evaluarán a la vuelta de la esquina. El Presidente recibió un ultimátum.