Es el petróleo, insulsos
Deberíamos dejar de mirarnos el ombligo y entender que al Ecuador le urge una política petrolera agresiva. El sueño de un país que vive de los bonos a cambio de oxígeno y del ecoturismo no se materializará. Somos una sociedad profundamente rentista, atrapada en una Constitución que tuvo la genialidad de crear un estado de bienestar sin financiamiento.
El presidente Daniel Noboa sabe que su discurso de la guerra contra el terrorismo unió al pueblo, por lo que ese consenso inédito debiera fortalecerlo en la batalla contra el colapso de la economía.
No hay plata para los gobiernos seccionales, para atender la salud ni para financiar la guerra o emprender una obra pública de magnitud. La lucidez del Ministerio de Finanzas se enfoca en cómo salir mes a mes con los sueldos, el pago a los proveedores y sostener el funcionamiento de la administración.
Para colmo de tanta calamidad, el país no sabe qué diablos hacer con su riqueza petrolera, mientras fuera de nuestras minúsculas fronteras, el mundo tiene 40 años más para explotar hidrocarburos.
Según las últimas proyecciones tras la pandemia, la producción de petróleo ha crecido en un ocho por ciento, en un planeta con reservas de 1,7 billones de barriles. Hasta 2040, se producirán unos 110 millones de barriles diarios. A esa estadística gigantesca, Ecuador aporta con menos de 500 mil barriles.
¿Si tantos países priorizan su actividad extractiva, hacemos bien en cerrar las llaves de nuestros pozos? ¿El interés de Brasil, Guyana o Argentina, de entrar con fuerza en la élite petrolera, terminará por desplazarnos del que ha sido nuestra principal fuente de divisas públicas con las que se sostiene la dolarización?
Un estadista debe gobernar para lo inmediato y para el largo plazo. Para esquivar a los ‘veto players’ criollos y para leer la geopolítica. Lo que acaba de ocurrir con las sanciones de Rusia a Ecuador en banano y flores, por un acápite de los acuerdos militares con EE.UU. demuestra que la estructura económica nacional es frágil al extremo.
Hace pocos días, la ministra de Energía, Andrea Arrobo, transmitió cierto optimismo a expertos, empresarios petroleros y mineros en un foro para hablar de sus planes hacia 2025.
Dijo que su compromiso es volver a producir 550 mil barriles diarios, alentando la inversión privada y que Petroecuador reflote su capacidad logística y transparencia administrativa. Se apalanca en que el Ministerio y la estatal estén lideradas por dos mujeres jóvenes. Siente que Petroecuador puede inspirarse en los pasos que Ecopetrol ha dado en Colombia, donde la diversificación de su industria y el esquema societario que le rescató de la inoperancia le han puesto a la cabeza de las empresas rentables de la región.
La receta no es solo administrativa. Urge que la sociedad conecte un cable con la realidad, debata la moratoria del cierre del Bloque 43 del ITT por cinco años, racionalice los subsidios y se convenza de que extractivismo y cuidado ambiental no van por sendas distintas, pues hay un desarrollo tecnológico de treinta años. Claro, en un Ecuador sumido en el oscurantismo y la corrupción de sus grupos de presión, el debate tecnológico es lo que menos importa a riesgo de perder nuestra soberanía energética.