Serendipia a la romana

Sylvia Meneses Echeverría - Comunicadora, Abogada Y Coach Certificada.

Habré tenido unos quince minutos leyendo, cuando sentí que alguien me observaba, salí de la historia y levanté la mirada, para encontrarme de frente con unos grandes ojos azules y una sonrisa cautivadora.

Me sentía contento, era la época del año donde se podía vestir ropa ligera, unos tenis sin medias, gorra y las infaltables gafas de sol. Con este buen clima comencé a caminar hacia uno de mis lugares favoritos de la ciudad y también uno de los más concurridos, el restaurante “Al Dente”. Sabía que sería difícil encontrar mesa en la terraza, pues ésta está catalogada como uno de los sitios con mejores vistas de la capital italiana. Tuve suerte de que al llegar estuviese en la puerta el cantábrico Giordano. Nos saludamos y me acompañó hasta una pequeña mesa en la terraza. Tengo dos pasiones, la arquitectura y la lectura, razones por las cuales Roma es la ciudad perfecta para mí, donde nunca me siento solo porque sus históricos monumentos me arropan y el libro de turno ocupa un lugar privilegiado en mi maletín.

Me senté y observé a mi alrededor, definitivamente ese lugar tenía algo especial. Le hice señas al mesero intentando llamar su atención para que se acercase, después de unos pocos minutos se paró junto a mí y le pedí una botella de Sorí dij But, mi vino tinto favorito, fácil de beber, afrutado y fresco. Mientras esperaba por el vino, saqué de mi maletín lo que yo considero una obra de arte, Dime quién soy, uno de los tantos best sellers de la novelista Julia Navarro. También puse sobre la mesa un lapicero y un resaltador amarillo, imprescindibles para mí a la hora de leer.

Llegó el mesero con mi botella, me sirvió la primera copa y le agradecí, lo cual sirvió para que no se quedara más tiempo junto a mí y así yo poder continuar en la página 154 sumergiéndome en la increíble historia de la protagonista, la española Amelia Garayoa. Habré tenido unos quince minutos leyendo cuando sentí que alguien me observaba, salí de la historia, puse mi lapicero sobre la página para no perderla y levanté la mirada, para encontrarme de frente con unos grandes ojos azules y una sonrisa cautivadora. Al principio no estaba seguro de si realmente me estaba viendo a mí, intenté retomar la lectura, pero me fue imposible volverme a concentrar en el libro, así que la miré también y al rato me saludó, haciendo un rápido movimiento con su mano derecha. Le devolví el saludo por educación –y curiosidad-, porque estaba convencido que yo en mi vida había visto a aquella hermosa mujer.

Lo siguiente que hizo fue pararse de su silla y comenzar a caminar en dirección a mi mesa. Me puse muy nervioso y no sabía qué hacer ni qué decirle. Se paró frente a mí con su camiseta blanca donde resaltaba “Mecano” en color negro y me dijo: -¿Puedo sentarme?Intentando que no se me notaran los nervios, le contesté:-Claro, bienvenida. -No suelo acercármele a desconocidos, pero me ha llamado poderosamente la atención el libro que leías porque soy española y al ver que leías a Julia Navarro asumí que también hablas castellano. Por cierto, me llamo Pilar y ese es uno de mis libros favoritos.-Mucho gusto Pilar, soy Marcos y sí hablo castellano. Soy romano, pero me gusta leer los libros en su idioma original. ¿Quieres tomarte un vino?

A pesar de que nunca nos habíamos visto antes, escucharla hablar y compartir el gusto por la literatura era alucinante. Me contó que era de Valencia, pero que vivía en Roma desde hace un año. Casualidad o causalidad, también me contó que en Madrid se estaba grabando la serie homónima al libro con Irene Escolar en el papel de Amelia. Nos quedamos charlando toda la tarde y toda la noche, sin saber que no nos despegaríamos nunca más.

-¿Por qué me elegiste a mí entre tantas mesas y tanta gente?

-Porque me era imposible dejar de mirarte y soy de las personas que cree que el destino y el amor actúan de manera incomprensible. ¿Conoces el término serendipia?

-No.

-Serendipia es un “descubrimiento afortunado e inesperado que se ha realizado accidentalmente”, y aunque no creo en los accidentes, sí creo en el destino.