Denisse Molina, una aventurera solidaria
En el avión que la llevaba a Tailandia, Denisse fue atravesada por un sinnúmero de sentimientos. Estaba dejando casa y trabajo estable para vivir al otro lado del mundo. ¿Será que mis hijos van a ser felices?, se preguntaba en silencio... Seis meses después de su llegada ya sabe que hizo lo correcto. “Fue la mejor decisión, la mejor experiencia como familia y la mejor experiencia profesional y personal”.
¿Cuál es el impacto más grande para una latina al vivir en un país asiático?
La cultura, las costumbres. Como latinos estamos acostumbrados a los abrazos, a los besos, al contacto físico, las muestras de afecto. Acá, a pesar de ser personas extremadamente cálidas, no hay demostraciones de afecto sobre todo en público, no son “bien vistas”. Los tailandeses juntan sus manos y se inclinan ligeramente para saludar, estrechar la mano es inconcebible. Las muestras de afecto físico van contra su cultura religiosa (el budismo en su mayoría).
¿Cómo son los tailandeses... cómo los defines?
Gente muy cálida, educada, servicial, siempre hay una sonrisa y un saludo.
¿Lograste tener alguna rutina de vida fuera del trabajo? ¿qué te gusta hacer en familia?
Desde que llegamos decidimos que nuestras rutinas fuera de trabajo serían en familia, siempre los cuatro. Alexandre, Amelia, Bruno y yo asistimos a clases de Thai, nos encanta entrenar juntos. Lo tomamos como un deporte y nos divertimos. Otra rutina es ir a la playa después del trabajo a ver la caída del sol, juntos en silencio.
¿Vives cerca de tu hermana Mariella?
Mi hermana sin duda ha sido un gran apoyo en Tailandia, no llegué como nueva acá. Ella me mostró todo lo que necesitaba saber de este país, desde dónde comprar frutas y verduras frescas hasta los contactos médicos para mi familia.
¿Cuáles son los lugares de distracción que visitas?
Sin duda las playas. Actualmente vivo en Phucket, tiene 35 playas bellísimas, la arena es blanca y fina, el agua es transparente donde fácilmente se evidencia pescados de mil colores. Son playas realmente alucinantes.
Si una amiga duda en ir a visitarte, ¿qué le dirías de este país?
Que Tailandia es un país que cautiva, encanta y enamora.
¿Qué te gusta y te cuesta de la cultura de Tailandia?
Me cuesta no tener cuchillo para comer (se ríe). En Tailandia no usan el cuchillo solo el tenedor y la cuchara. En los restaurantes todo te lo dan cortado. De la cultura de este país me encanta que la gente es muy servicial, viven en una cultura orientada hacia el colectivismo, se preocupan por lo mejor para el grupo y no de forma individual. Otra costumbre que disfruto y la sigo es estar descalzo. No se puede ingresar a las casas, ni al colegio, ni a los templos con zapatos. Es como traer lo externo, lo impuro al lugar sagrado. De hecho en la casa de los tailandeses no se puede ingresar con ropa. Debes dejar la ropa afuera, quedarte en interior y ellos te dan una manta para ingresar.
¿Vives en un ambiente tradicional?
Sí, muy tradicional y lo disfruto. De hecho mi casa tiene infraestructura tailandesa con techos amplios y empinados a varios niveles. Tengo vecinos extranjeros y tailandeses con sus respectivas casas de espíritus en exteriores. Son pequeños templos donde ponen sus ofrendas.
¿Cómo se adaptaron tus hijos a la escuela?
La verdad al inicio fue muy duro, para los niños fue un gran golpe el idioma. A pesar de que Amelita habla perfecto el inglés, en su clase el 70% son niños de Rusia (en Phucket hay muchísima migración rusa debido a la guerra), entonces entrar a un circulo grande de niños que hablan en su idioma era complicado. Sin embargo, ella y el otro 30% de niños chinos, tailandeses, británicos y australianos se fueron complementando. A Bruno le tocó más duro, él no hablaba el inglés. Ahora después de 6 meses ya habla y entiende el inglés y un poco de Thai, es obligación que los niños en colegio internacional reciban clases de Thai.
¿La integración fue más fácil para ti o para tu esposo?
Mi esposo ha vivido gran parte de su vida en distintos países desde África, Estados Unidos, Brasil y Ecuador, sabe de grandes cambios, yo he sido un poco más tradicional.
¿En qué consiste tu trabajo en Tailandia?
La experiencia laboral ha sido maravillosa. Trabajo con niños y mujeres en situación de vulnerabilidad. A través de la comunicación, puedo ayudarlos a comunicarse, a expresarse. Son mujeres y niños introvertidos, les cuesta comunicarse por el nivel de maltrato sufrido.
Actualmente en “God Shepered” tengo a cargo niños migrantes de Myanmar de 15, 16 y 17 años. La gran mayoría ha salido de un entorno de prostitución, drogadicción y pobreza extrema. Les enseño a comunicarse con seguridad, la idea es que sean autosuficientes y puedan obtener un empleo.
Se trabaja con un equipo multidisciplinario...
En este corto tiempo he viajado a varios países a recorrer fundaciones que trabajan con mujeres víctimas de maltrato para conocer más de cerca sus proyectos y poder intercambiar conocimientos. En Camboya estuve compartiendo con las mujeres “Women for women”, mujeres mutiladas por los bombardeos de la guerra camboyano-vietnamita. Sus padres y familiares murieron en los campos de concentración, algo parecido a lo que vivieron los judíos de la Alemania nazi. En India en la fundación “Sheroes” son mujeres que fueron quemadas con ácido por sus convivientes, mujeres con una fortaleza única. También fue tan reconfortante conocer de cerca el trabajo de las hermanas de la Caridad (madre Teresa de Calcuta) quienes cuidan a niños abandonados, mutilados, con sida, lepra, discapacidades.
¿Cuáles son los males que sufren las mujeres allá?
En Tailandia, sin duda, el nivel de prostitución. El tráfico de seres humanos y la pobreza alimentan la industria del turismo sexual. Por las noches en ciertos barrios se puede evidenciar a niñas de 12 años en medio de la prostitución. Sin embargo el gobierno tailandés ha realizado progresos significativos con la ayuda de organismos internacionales. En India 239.000 niñas mueren cada año por desnutrición infantil, violación, matrimonio infantil y abortos.
¿Y cómo vives esta faceta de tu trabajo?
Es un trabajo que llena el alma, son historias duras de escuchar, historias que ojalá tuviera una varita mágica para borrarlas, pero borrar el pasado es imposible. Disfruto de esa sonrisa de esperanza en que los cambios se dan cuando se fortalece la toma de decisiones.
Parece que regresas al periodismo. ¿Cómo se dio esa apertura?
El periodismo lo llevo en la sangre, nunca dejé de hacer periodismo. Seguía armando reportajes de mi vida, de mi trabajo, de mis viajes en mis redes. Se dio la oportunidad de seguir en el periodismo televisivo a través de 22 cadenas de televisión de Latinoamérica, el Caribe y España, se trata de la Alianza Informativa Latinoamericana y una de las cadenas que pertenece a la alianza es Ecuavisa. Estoy feliz de seguir colaborando a la que considero siempre mi casa. Otras de las cadenas que forman parte de la alianza son Noticias Caracol de Colombia, Tv Azteca de México, Latina de Perú, Televisión Canaria en España, entre otros.
¿Cómo nació la oportunidad?
Apenas dos meses después de haber llegado a Tailandia se registró una de las peores masacres que se ha dado en Tailandia. Un expolicía entró a una guardería y mató a sangre fría a 38 personas, la mayoría niños de 3 a 5 años. Una noticia que aterrorizó a Tailandia y el mundo entero.
Yo lo reporté en mis redes, empezamos a transmitir para Ecuavisa y luego me llamaron varias canales de televisión de habla hispana pidiéndome mi colaboración.
También tuve la llamada de Juan Carlos Isaza, de Noticias Caracol para decirme que su corresponsal de Tailandia ya no estaba en el país y que los ayudara. Él es quien está a cargo de la Alianza Informativa Latinoamericana y me dijo: “¿Te interesa ser nuestra corresponsal oficial de la alianza? En ese momento sonreí, alcé la mirada a Dios y dije “Gracias por abrirme siempre las puertas de las oportunidades”.