Angelica Cujilán: El poder de la buena sazón
Oriunda de la bella Milagro, Doña Angélica Cujilán llegó muy joven a Guayaquil con la esperanza de un trabajo empresarial; como no se dio, junto a su mamá y una de sus hermanas, decidieron abrir, en 1983, un pequeño local para ofrecer su especialidad: el encebollado.
Desde muy pequeña le gustó la cocina y ya para adolescente era una experta haciendo guatita, bandera, ceviche de concha, ceviche de pescado y camarón curtidos, cazuela, bollos y hasta humitas y hayacas, platillos que continúa ofertando en el menú de El Pez Volador, su creciente local.
El negocio es netamente familiar, y en él trabajan diez miembros. “Poco a poco se fueron sumando, mi hermano, mis hijos y ahora hasta mis nietos”, dice orgullosa. En su local principal de José Mascote, recibe por las noches el surtido de legumbres, pero todo arranca diariamente desde las 05h00, cuando empiezan a elaborar los platillos, ni bien llegan los frutos frescos del mar. Sus proveedores de albacora y picudo llegan desde Manta, y otras delicias de mariscos provienen de Montebello, en la provincia del Guayas.
La sazón de Doña Angélica se extiende en el centro de la ciudad con un local estratégico en el área comercial (Chile entre 9 de Octubre y Vélez), y otro en la Isla Santa Cruz en Galápagos, donde los turistas son sus principales clientes.
Premiada dos veces en el Festival Gastronómico Raíces, con las Estrella de Oro y Plata, Doña Angélica es agradecida, le dedica parte de su logro al fallecido chef internacional, Anthony Bourdain, quien la visitó e impulsó a participar en el reconocido festival; a Dios y a su madre que le otorgaron la sazón, y sus clientes que la visitan día a día.