Te amo, por eso te digo “no”

El estilo de crianza y los límites claros inciden directamente sobre la calidad de vida de nuestros hijos. Que seamos padres constantes y confiables, con flexibilidad y disciplina. Ellos lo necesitan, más que nunca.
Alegría Crespo, Ph.D en Educación

Qué importante es practicar un estilo de crianza democrático, en el cual prime la disciplina, los acuerdos, el amor. La sobreprotección es muy dañina en la autonomía y seguridad de los hijos, por tanto, es importante dejarlos crecer con su propia personalidad, aciertos y errores.

La vida exige ciudadanos perseverantes y disciplinados, por eso, como padres, es importante poner los límites y saber decir “no”. No queremos verlos sufrir, hemos cargado incluso la culpa de tantos sucesos confusos y fuertes, como la pandemia y las crisis nacionales, pero hay que saber diferenciar la crianza permisiva y complaciente de la crianza democrática que pone en balanza las reglas, normas y orden en la vida de nuestros hijos.

Alguna vez el pediatra de mis hijos me dijo “la disciplina es muestra de amor” y ahora, viendo en retrospectiva: es así. Como dijo Babe Ruth, gran beisbolista: “Nadie vence a alguien perseverante”, porque el éxito es el cúmulo de actos consecutivos y del sudor de la frente.

En una época en la cual prima el inmediatismo, lo desechable y el fácil acceso, el impacto inmediato y la impaciencia, debemos volver a lo básico, a la fórmula que no falla: la constancia es siembra importante para una gran cosecha. Nos cuesta ver niños o niñas aburridos y también es esencial que tengan espacios de pausa, de no estar sobreestimulados. Esto genera reflexión e ideas, lo cual lleva a la creatividad. Sin aburrimiento, la mente no puede incubar e idear, lo cual es preoupante tomando en cuenta que estamos criando hijos con demasiados estímulos, poco orden, poca perseverancia y falta de aburrimiento.

Si nos ponemos a reflexionar, los problemas se dan por falta de límites, y en una época en la cual todo está permitido, saber decir “no” es clave. Los últimos años nos han dejado secuelas y estragos, desorden e incertidumbre. Es momento de ajustar las riendas y poner límites claros. Nuestros hijos nos agradecerán siempre. Son cosas que uno no olvida y agradece a los padres.

Como educadora, me puedo percatar, con cierta preocupación, que los padres mermamos la autonomía de los hijos, queremos protegerles de cualquier problema o sufrimiento, los cuales son inevitables en la vida. Lo sustancial es generar en ellos la asertiva resolución de conflictos, tolerancia ante las crisis y la manera adecuada es brindarles las herramientas para que confíen en sí mismos y sepan cómo actuar. Si estamos permanentemente complaciendo y accediendo, les haremos el gran daño de pensar que la vida será eternamente benévola, lo cual es irreal.

Responsabilidades sencillas como alimentar a su mascota, tender su cama, ordenar su dormitorio y tener una función específica en el hogar, van forjando personas con hábitos saludables. Por el contrario, la falta de rutina y orden, repercutirán negativamente en su adolescencia y adultez. El respeto a la autoridad es elemental y depende de nosotros, como padres, ganarnos ese respeto desde la constancia y la claridad.

Que seamos ejemplo de orden en nuestra vida, cajones, dormitorio, hábitos, pensamiento y proceder. Séneca dijo que “estar en ocio muy prolongado, no es reposo, sino pereza”. Ciertamente, el descanso es básico para un cuerpo y mente sana, pero con límites adecuados. Volver a la acción y al cumplimiento de objetivos personales y sociales nos impulsa a sentirnos más motivados y esperanzados.

Recordemos siempre que la disciplina es muestra de amor, que los límites son importantes y que el saber decir “no” es imprescindible para formar hombres y mujeres de bien.