El sentido de la vida y la crisis de mediana edad
En la primera etapa de la vida aprendemos a tomar muchas cosas de nuestros padres y la cultura. En esta etapa vamos desarrollando nuestra personalidad acorde a lo que otros consideran como bueno o malo, positivo o negativo según como ellos lo aprendieron.
Vamos adaptándonos a las necesidades, sueños, anhelos de nuestro sistema familiar, hacemos esto por una necesidad de pertenencia y como un mecanismo para poder sobrevivir.
En la otra mitad de nuestra vida lo ideal es poder recolectar la esencia de todo lo vivido y es aquí donde nos entregamos a la “crisis existencial de mediana edad” y empezamos a buscar el significado de nuestra vida.
¿Para qué estoy aquí?, ¿quiero seguir poniendo mi tiempo y energía en esto?, ¿cómo quisiera vivir?.
Estas preguntas nos invitan a conectar con el sentido de la vida y muchas veces tratamos de evadirlo, nos respondemos de manera automática, no le damos importancia. Darle espacio a esto puede generar una sensación muy parecida a morir, tememos perdernos en nuestros cuestionamientos y perder el “control de nuestra vida”.
Quienes nunca se hicieron estas preguntas en su primera etapa de la vida lo harán en la segunda mitad de su existencia porque estas preguntas vienen de un lugar más profundo que desde nuestra mente.
Cuando no nos cuestionamos la vida, y no permitimos reorientar nuestro camino desde un lugar más sentido y profundo, empezamos a enfermarnos. Es aquí donde muchas veces aparece el insomnio, la ansiedad y otros síntomas emocionales y físicos. Otras personas al no permitirse vivir esta crisis eligen sensaciones intensas en sus vidas que terminan siendo muy nocivas.
Hay que tener claro que la madurez no se mide por la edad cronológica sino por la madurez psíquica y emocional, y esa gran maduración interna empieza cuando nos preguntamos: ¿para qué estoy vivo?.
La clave es hacernos la pregunta, no es tan importante la respuesta sino cuestionar lo que hacemos y así dejar de vivir la vida de otros.
Todo en la vida es morir y renacer, esperar que todo se mantenga igual es un pensamiento inmaduro, la única certeza es que todo cambia. Y la clave de encontrar ese sentido es dejar de tener respuestas controladas y abrazar la incertidumbre, permitiéndonos experimentar ese llamado que viene desde adentro.
Si estás atravesando esta crisis y no sabes que camino tomar, quizás todo se ve muy oscuro ahora, lo único que nos sirve en esta etapa es seguir caminando. Dentro nuestro existe una voz de guía, aprende a escucharla, será el GPS en momentos difíciles.
Normalicemos conversar profundamente con nosotros, hasta que esa voz de guía salga de la profundidad de nuestro ser y preguntar: ¿el camino que estoy haciendo me domina o me hace crecer?. Escucha que te dice esa voz interna.
¿A qué le temo?. Si evitas el conflicto todo el tiempo dejarás de perseguir los deseos de tu alma.
Habla contigo pero no te quedes con las respuestas automáticas, anda más profundo hasta que conectes con tu ser.
La crisis de mediana edad es una oportunidad para crecer, madurar, ser más coherente con tus deseos profundos, esos escondidos en tu interior. Es así como conectas con el sentido de la vida, no se trata de algo específico, o de ser feliz todo el tiempo, no hay respuestas correctas, solo de aprender a vivir tu vida.
No es ajustarse al mundo y lo que los demás esperan de ti, se trata de encontrar algo que se ajuste a ti y a las necesidades profundas de tu ser.