Del cine y la alta costura
La influencia del cine en la moda se inició irónicamente en los años difíciles de la Gran Depresión y la II Guerra Mundial según la cronología del Museo Histórico de Chicago que exhibe un despliegue de vestidos creados por diseñadores que convirtieron a Hollywood en el nuevo París. “Silver Screen to Mainstream” presenta la moda que pasó de la pantalla al uso diario en las décadas de los 30 y 40, tiempo en el que hasta los más acaudalados, acostumbrados a viajar a Francia por prendas de última moda, tuvieron que ajustarse a comprar localmente. “Se busca demostrar cómo Hollywood, con sus diseños pensados para ciertas películas o estrellas de cine, pasó a influenciar la moda en todos los niveles, desde creaciones muy caras hasta las usadas por las amas de casa”, explicó a la revista Vanity Fair la curadora de la muestra, Virginia Heaven.
De Europa a la meca del cine
Heaven, profesora de diseño del Columbia College de Chicago, señaló que en París, cuna de la alta costura, se creaban en aquellos años los vestidos más reconocidos en el mundo. Esas prendas eran exportadas a los Estados Unidos para su venta en boutiques exclusivas de las grandes tiendas por departamento como Sears, Montgomery Ward y Macy’s. Pero cuando los nazis invadieron la capital francesa, en 1940, la industria del “Haute couture” cerró y muchos diseñadores emigraron, entre ellos, algunos norteamericanos que ya tenían experiencia en los talleres europeos y regresaron a aplicarla en la meca del cine. La industria tenía en aquella época un mercado semanal de más de 80 millones de espectadores, sólo en EE.UU., un Hollywood que hipnotizaba a la audiencia con lo que vestían las estrellas o algo similar que pudiera darles algo de ese glamour.
Con ello en mente, aun en Hollywood es mítica la frase del laureado director Cecil B. de Mille: “Quiero trajes que hagan soñar al público. No quiero en mis filmes vestidos que se podrían encontrar en cualquier tienda departamental”, argumentando la caída de París y el auge en Nueva York y Los Angeles de grandes maestros del hilo y la aguja. Así, las puertas de la pantalla de plata le dieron cabida a quien mejor supo destacar la alta moda y a quienes tuvieron varios diseñadores como su musa: la gran Audrey Hepburn. Su amistad con el diseñador Hubert de Givenchy empezó en “Sabrina”, originando una larga relación entre ambos, que continuó en las aclamadas “Funny Face”, “Charada”, “My Fair Lady” y, por supuesto, la gema de la alta costura “Desayuno con diamantes” (Breakfast at Tiffany’s), que le dio origen al tradicional vestido negro, un must en los clósets femeninos actuales en el mundo entero. Givenchy amaba vestir a Audrey, y ella con su estilo le dio un nombre y casa a su firma.
Audrey Hepburn, una de las actrices de la época dorada de Hollywood. Foto: Flickr - Tom Simpson
Trajes y Sex Symbols
Rita Hayworth, la máquina de oro de Columbia Pictures, logró lo mismo para el diseñador parisino Jean Louis, el Chief Designer del estudio, que confeccionó sus trajes desde su primer filme “Tonight and every night”, hasta el vestido de noche negro que la actriz inmortalizó en “Gilda”, hoy parte de la colección del MoMA. No hay duda de que sus diseños fueron el ingrediente esencial que cimentó la imagen de la estrella. Atrás no se quedó Marilyn Monroe, que aprovechó el regreso desde Europa de William Travilla, quien pronto se convertiría en el jefe de vestuario de la 20th Century Fox, tras ganar un Óscar por sus diseños para el filme “The Adventures of Don Juan”. Trevilla, pese a estar casado, se inspiraba en la actriz para sus bocetos y creó para ella dos piezas de alta costura que aún son íconos del cine y la moda, el primero, el vestido de satén rosa (que Madonna elogió en su vídeo de “Material Girl”) lo luciría Monroe en “Los caballeros las prefieren rubias”. Con el escote recto sin tirantes, hombros descubiertos, un gran lazo en la espalda con una fina correa de cuero, en el mismo tono del vestido, se destacó por su par de guantes largos hasta el medio brazo y muchas pulseras de diamantes. Trevilla terminaría de llevarla a la cúspide con el atrevido vestido blanco coctel que la rubia usó en “The Seven Year Itch”, cuando su personaje escucha pasar el tren subterráneo y se para sobre las rejillas exclamando “Oooh, ¿sientes la brisa del metro?”, mientras el viento levanta la falda exponiendo sus piernas. Imagen que le daría el e status de “sex symbol” eterno a la diva.
El diablo viste de Prada
Desde el cine de oro hasta nuestros días no se ha dejado atrás a la alta costura. Si bien ante los cambios de época se premian en los mejores eventos cinematográficos las innovaciones dentro del género, aún se respetan las creaciones que evocan la evolución del mismo. Sin embargo, retratar el mundo de la moda en el cine no ha sido fácil, solo el género de comedia lo ha logrado con bastante fluidez, así lo vimos en “Prêt-à-Porter”, filme de Robert Altman cargado de estrellas y diseñadores (Julia Roberts, Sofia Loren, Cher, Kim Basinger, Jean-Paul Gaultier, Lauren Bacall, Naomi Campbell), Altman logra captar los anhelos y ansiedades de los diseñadores, modelos, fotógrafos, periodistas y famosos durante la esperada Semana de la Moda en París.
Le sigue, “El diablo viste a la moda” (The Devil wears Prada), con Meryl Streep como la estricta Miranda Priestly, la editora de Runway, la revista más relevante en el mundo de la moda. Este filme está basado en el best seller de Lauren Weisberger, el cual, a su vez, está inspirado en sus propias vivencias en la revista Vogue, donde fue asistente de su directora, Anna Wintour, conocida por sus críticas implacables a los diseñadores y su carácter determinante. Más a la sátira, Ben Stiller y Owen Wilson se anotaron un éxito que agradó tanto a la taquilla como a los grandes nombres de la alta costura con “Zoolander”, y en la que aparecen diseñadores y trajes de Tom Ford, Donatella Versace, Karl Lagerfeld, Tommy Hilfiger, Marc Jacobs, junto a estrellas como David Bowie, Milla Jovovich, Natalie Portman, Jon Voight, y hasta el propio Donald Trump, parodiándose a sí mismo.
Según la crítica especializada, la comedia romántica musical “Una cara con ángel” (Funny Face), con la que el director Stanley Donen narra la historia de una joven introvertida (Audrey Hepburn), a la que un visionario fotógrafo convierte en una cotizada modelo, es uno de los mejores filmes sobre el universo de las telas y texturas. Su visión extremadamente colorista de una revista fashion y sus photoshoots contrastan con el psicótico, oscuro y violento presente que muestra el director Nicolas Winding con su extrema “The Neon Demon”, en la que Jesse (Elle Fanning), una bella idealista, llega a Los Ángeles buscando desfilar en las pasarelas de grandes nombres, pero los celos y ambiciones de las demás aspirantes acabarán desatando una pesadilla envuelta en trajes de Gucci, Vuitton, Dior, Armani y Miu Miu.
Escenas de la película "El diablo viste a la moda".
Innovadora fantasía couture
Entre colecciones, los maestros mentalizadores de tendencias siempre se han dado tiempo para presentar vestuarios innovadores en el cine. Yves Saint-Laurent vistió a Claudia Cardinale en “La pantera rosa”, y a Catherine Deneuve en “Belle de Jour”, y junto a David Bowie y Susan Sarandon en “El ansia”. Cristóbal Balenciaga realizó eclécticos diseños para el cineasta experimental Jean Cocteau en “El testamento de Orfeo”, vistió a Sara Montiel en “Pecado de amor” y la inspirada Kym Barret lo logró para la saga de “The Matrix”, con Keanu Reeves. El genio de Jean-Paul Gaultier obró maravillas para Pedro Almodóvar en “'Kika”, “La mala educación” y “La piel que habito”, con provocadores vestuarios de gran estilo, logrando desatar aún más su inspiración en títulos de ciencia ficción como “El quinto elemento”, de Luc Besson, y “La ciudad de los niños perdidos”, de Jeunet y Caro. Y Tom Ford, que realizó trajes a la medida de Daniel Craig para “007: Quantum of Solace”, es el único diseñador tentado por la dirección fílmica con dos interesantes propuestas, 'Un hombre soltero' (con Colin Firth y Julianne Moore) y “Animales nocturnos” (con Amy Adams y Jake Gyllenhaal), en las que se destacan tanto su obra fashionista como el concepto de la temática general y su puesta en escena.
Hoy, la tendencia de los fashion films, como cortos narrativos, van más allá en el terreno audiovisual que solo la promoción de productos, y gozan ya de festivales propios en ciudades como Berlín, Londres, Madrid, Toronto, Barcelona, Milán, Buenos Aires, Tokio y San Diego. El premiado director Wes Anderson rodó para la firma Prada “Castello Cavalcanti”, ambientado en un pueblo italiano de los 50. Roman Polanski y la fallecida Agnes Vardà son otros cineastas tentados por la fantasía couture, así como los maestros John Galliano, Thierry Mugler y el extinto Karl Lagerfeld; nuevo género que cuenta ya con su enfant terrible, Matthew Frost, quien en sus cortos tales como “Fashion Film”, con Lizzy Caplan; “Aspirational”, con Kirsten Dunst, y “Slow Motion”, con Cate Blanchett, se ríe de las convenciones y estereotipos de la moda actual y la manera de promocionarla, más ridícula que innovadora en la pasarela según su punto de vista, y que irónicamente han sido producidos por el imperio editorial de la revista Vogue.