El síndrome de la vida ocupada
En el mundo altamente demandante en el que vivimos es normal oír frases como “no tengo tiempo” o “estoy muy ocupada”. Este estilo de vida, en el que se recargan las horas del día ya sea con trabajo, información, actividades, entre otras, ha sido catalogado por los expertos como el Síndrome de la vida ocupada, y se presenta como un conjunto de sintomatologías que, bajo el estrés y la presión, afectan a la vida cotidiana. La psicóloga clínica, Renata Aguilera, nos dice que “este ajetreo tanto físico como emocional lleva al límite a la persona que lo que intenta cumplir con sus objetivos a través de la sobreexigencia para buscar la aprobación propia o de los demás”.
Específicamente entre los 24 hasta los 40 años, aproximadamente, es cuando socialmente se exige al cuerpo para que entregue más de lo que es capaz de hacer, priorizando el trabajo, el dinero y las actividades “productivas” sobre la familia, el descanso y la relajación. Esto tiene un impacto psicológico, pues es posible que haya menor capacidad para concentrarse, y se genere el distrés, que es considerado el estrés negativo “ya que el cuerpo se tensiona para realizar la acción, pero no regresa a su estado de equilibrio”, aclara la experta, lo que conlleva a que se presenten dolores musculares, dolores de cabeza, se altera la alimentación, el sueño, mayor irritabilidad, entre otros. Para evitar caer en este síndrome, la especialista nos deja varios consejos que podemos seguir:
Deja de alimentar este síndrome
Incorpora estas actividades: mantén horarios específicos de comida, en el uso del baño, respeta las horas de sueño (7/8 horas), entre 10-30 minutos de actividad física, no para el culto al cuerpo, sino para disfrutar de la actividad; en los momentos de comida, si es posible, comparte con la familia y despéjate del celular, siléncialo y conectar con sus seres queridos.
Si eres soltera y vives sola, en el momento de la comida, concéntrarse en los alimentos, si es posible prepáralos, los fines de semana ten contacto con la naturaleza; por las tardes o noches, anda a tomar un café con tus amigos, o realiza llamadas para saber cómo están y realizar actividades que, por estar ocupada, no las has podido ejecutar. Consiéntete de vez en cuando sin que esto implique un fuerte gasto, hazte masajes, mira una serie que te guste, pinta, dibuja, baila, etc.
Disfruta de las pausas
Aprende a deleitarte del “pare”, es decir, sé benevolente contigo misma y priorízate. Concéntrate en el momento, en el tiempo y en el espacio, es propicio que se realicen respiraciones diafragmáticas y controlar nuestra mente para que se detenga con respecto a lo que “se tiene que hacer”. Mirar, oler, gustar, escuchar y sentir cada estímulo que recibes en ese instante es lo que debe llenar tu mente.
Quítate la presión
Ordenar la vida y saber cuáles son tus prioridades es fundamental, porque cuando tienes tu día a día ordenado y sabes cuáles son las cosas importantes, reconoces el camino que debes tomar, y para eso se requiere mucho conocimiento propio.
Dile adiós a la sobreexigencia
Es necesario incorporar a la vida normas reales, antes que normas que puedan enfermarnos. La vida es un sendero que debe ser respetado e individualizado, es decir, aceptar tu vida tal como se va presentando sin caer en las exigencias de los otros, por ejemplo: personas que llegan a los 30 sus padres ya comienzan a instar para que se casen o consigan un buen trabajo. Es necesario ser respetuosos con los tiempos y las vidas de los demás.
Pon límites al mundo demandante
Escucha a tu cuerpo. El cuerpo es sabio y cuando ya está agotado comienza a manifestar sintomatología para que paremos, necesitamos analizarnos más. Cuando nos priorizamos sabemos cuándo parar, y eso conlleva a mucho conocimiento propio, porque surge la necesidad de decir: “no” a situaciones incomodas, las cuales, por tratar de agradar a alguien, simplemente aceptamos para que no nos juzguen o para demostrar que somos buenas personas.