De sexualidad se habla ¡en casa!

Nadia Zamora Freire
La forma adecuada de hacerlo es según la edad del menor, ya que eso determinará cuánta información necesita, qué decir y cómo decirlo.

Si en el hogar en el que creciste era incómodo hablar de sexualidad o solo lo evitaban, quizás por eso hoy en día no sepas cómo abordarlo con tus hijos, porque probablemente la información la recibiste de la escuela, los amigos, el cine o las telenovelas, y es que a la educación sexual en casa sigue siendo un tabú.

Pero ¿por qué es tan importante hablar de estos temas? La psicóloga, máster en terapia familiar y sexóloga, María Gracia León nos dice que la razón fundamental es evitar el abuso sexual a menores.

De acuerdo a cifras de la Fiscalía General del Estado, en Ecuador en promedio se reciben 14 denuncias de violación por día, tres de ellas son contra niñas menores de 14 años, y estos son solo los casos que llegan a conocerse. Además, siete niñas menores de 14 años dan a luz cada día, la mayoría de ellas debido a violencia sexual por un adulto conocido.

Y antes ahondar en estas aguas profundas es necesario saber que educar en sexualidad no es hablar sobre sexo, nos asegura la experta y nos lo reafirma diciendo “que tú hables de sexualidad con tus hijos, no significa que les estás diciendo ‘vayan y tengan relaciones sexuales ya’”.

Pero ¿cómo educar sobre sexualidad?

La especialista nos explica que en una época en que la información puede estar a un click de distancia es necesario que los padres estén un paso adelante de la tecnología y hablar del tema. La forma adecuada de hacerlo es según la edad del menor, ya que eso determinará cuánta información necesita, qué decir y cómo decirlo.

A partir de los 3 o 4 años: Ya tienen más conciencia, más conceptos, y más símbolos, entonces se recomienda empezar por quitarle los nombres incorrectos a las partes de su cuerpo. No decir: “‘el pajarito’, ‘la florecita’, o ‘la mariposita’...”, sino llamar las cosas por su nombre, “‘tu pene”, ‘tu vulva’ y ‘tu vagina’”, aconseja la psicóloga, quien dice que ese es el primer paso para responder a la pregunta ¿Cómo hacer que una educación sexual sea real?

Luego continúa explicando que hay que enseñarles sobre pudor y consentimiento, es decir, que esas partes son suyas y nadie las debe tocar, que son privadas y no las tienen que exponer, que deben cuidarlas y que si un adulto las quiere tocar tiene que ser en presencia de mamá o papá, y no es que pueden tocarlos así nomás, pues quien lo puede hacer es solo un médico o una enfermera para algún procedimiento, pero siempre con la compañía de un adulto.

Hay que dejarles en claro que tiene que ser en un ambiente seguro, y que no puede ser con desconocidos o con conocidos, pero sin la protección de mamá o papá. Y es que la terapeuta familiar plantea escenarios que no están tan lejos de lo que se llega a escuchar en las noticias. “Puede ser que la profesora le diga “déjame verte el pene”, pero si tu hijo está alerta preguntará ‘¿por qué la profesora me quiere ver el pene, mamá?’”, comenta.

A partir de los cinco a los siete: Ya hay un despertar en la curiosidad porque, por ejemplo, en las niñas o niños puede haber un roce en el mueble con su zona íntima, se pueden sentir estimulados y preguntarse “¿qué es esto?”. Entonces, si tú les vas enseñando ya a esa edad que hay partes del cuerpo que si las tocan se siente bien, pero que no es algo que tienen que hacer, vas fomentando una educación sexual.

En esta etapa la curiosidad de saber qué tiene su amiguito o amiguita también es muy normal, el niño simplemente está descubriendo, por eso es importante explicarles la diferencia entre los niños y las niñas y que no es necesario mirarse entre sí.

A los nueve y diez años: Se les debe explicar que su cuerpo va a experimentar cambios físicos, que, por ejemplo, la niña va a tener senos, aparecerá el vello púbico, la menstruación más adelante; el niño también debe saber qué cambios experimentará. La psicóloga sugiere que para esta conversación la mamá lo hable con la niña y el papá con el niño.

A partir de los 12 años: Hay que hablar con sinceridad y ser más específico, aunque sea incómodo, porque en la actualidad ya hay niños perdiendo su virginidad a los 12 o 13 años, entonces es esencial decirles que no se deben sentir presionados por experimentar antes de tiempo. Hablar de embarazo no deseado, de anticonceptivos, de enfermedades de transmisión sexual, pero también de abstinencia y de lo bonito que puede ser compartir tu cuerpo con la persona amada en el tiempo y momento adecuado y no desde el miedo de que alguien los va a descubrir.

¿Y cómo llegan los niños al mundo?

A medida que van creciendo tal vez llegue la pregunta ¿de dónde salen los bebés? o ¿cómo llegué a tu barriga?, y la respuesta también debe ir acorde a la edad, dice la psicóloga, “con los más pequeños no es necesario ser explícitos basta con decirles que cuando hay una mamá y un papá que se aman, porque debemos siempre educar sexualmente desde el amor, entonces llega el bebé a la barriga”.

Iniciada la preadolescencia ya es importante hablar de las relaciones sexuales, “explicarles que en un futuro llegará el tiempo en que tengan una pareja estable y segura con quien experimentarlo”, recomienda la experta.

Menos temor y más amor

Hay que evitar que la información llegue distorsionada por lo que les pueda contar un amigo o amiga, o lo que puedan ver en un libro, redes sociales, plataformas de streaming o películas explicitas, así como también desde relaciones de poder en las que una persona más experimentada es quien les enseña.

Las preguntas que debes hacerte como adulto, y si es que eres padre o responsable de un menor, son: ¿Desde dónde quiero que mis hijos aprendan? ¿Qué me hubiese gustado que mis padres me enseñen de otra manera? Es importante vencer el temor de hablar estos temas con ellos porque al final si no lo haces tú, desde el amor, es muy probable que la información llegue tergiversada.

“Tú como padre siempre serás el límite y serás el ejemplo”, destaca la experta, quien asegura que fomentar este tipo de conversaciones permitirá que el menor no tema hablar, preguntar sin miedo o pedir ayuda si es que fuese necesario.