Un violador en tu camino
*Columna de opinión de Nadya Donoso Sánchez, Gestora de Comunicación y Posicionamiento de Cepam Guayaquil.
El 20 de noviembre de 2019, el colectivo feminista chileno LASTESIS creó el performance de protesta "Un violador en tu camino", para manifestarse en contra de las violaciones a los derechos de las mujeres en el contexto de las protestas en ese país.
La frase "El violador eres tú" dio la vuelta al mundo y Guayaquil, Ecuador, no fue la excepción. También en 2019, activistas guayaquileñas realizaron el performance en la intersección de la Av. Malecón y Av. 9 de Octubre como forma de protesta, sobre todo, para denunciar la alta tasa de violencia sexual en el país.
"Un violador en tu camino" es, en pocas palabras, la expresión de la cultura de la violación que enfrentamos las niñas, adolescentes y mujeres, en nuestros hogares, en escuelas, en colegios, en la universidad, en el trabajo, en el paseo de fin de curso... podría llenar la página entera solo nombrando todos los espacios en los que las mujeres hemos sido acosadas y violentadas.
Pero, ¿por qué cultura de violación? Porque la sociedad ecuatoriana reproduce estigmas, imaginarios y percepciones que normalizan y justifican tanto las expresiones de la violencia como las desigualdades de género.
Un conjunto de creencias que apoya la agresión sexual masculina y permite que el cuerpo de las mujeres sea cosificado, tratado como un objeto, como una COSA que pueden poseer, porque es su derecho, porque tienen el poder para acceder a un cuerpo, porque deja de ser una persona.
En ese sentido, la feminista Rita Segato (2003) define la violación como "Un mandato de poder presente en las relaciones de género, que expresa el precepto social de que el hombre debe ser capaz de demostrar su virilidad y que, por lo tanto, el sujeto no viola porque tiene poder o para demostrar que lo tiene, sino porque debe obtenerlo".
Es decir, el violador en esta cultura machista de violación, gana poder cuando se apropia, controla y reduce a la mujer a través de apoderarse de su intimidad, parafraseando a Segato, ni siquiera es un acto sexual: es un acto de poder, de dominación, es un acto político, por lo tanto, un comportamiento aprendido.
En este breve texto, expongo la cultura de la violación, no con el propósito de generalizar que todos los hombres sean violadores, sino con el objetivo de demostrar que hay expresiones que demuestran indiferencia y normalizan la violencia sexual. Según Raquel Osborne (2001) "la legitimación de la violación en un sistema donde se trivializa esta forma de agresión, se duda de la ausencia de consentimiento, se es empático con la figura del violador y se culpabiliza a las víctimas".
La empatía con el violador, pero la culpabilización a las víctimas, un escenario tan común, que sucedió en 2002 con Paola Guzmán Albarracín, una adolescente de 16 años que fue víctima de violencia sexual por parte del vicerrector de su colegio 50 años mayor a ella y nuevamente en 2024 con la adolescente que fue drogada por TRES de sus compañeros para ser violada. A Paola la llamaron "seductora" y justificaron a su agresor. A la adolescente no le creen que haya sido violada por "fea" y un abogado justifica a sus agresores, diciendo que es una "muchachada".
Diferentes épocas, pero la misma sociedad. De este modo, seguiremos presenciando cómo la cultura de la violación sigue afectando la vida y la salud de las mujeres víctimas y sobrevivientes de violencia sexual, que puedes ser tú la que lees este texto, tu hermana, tu madre, tu amiga, tu novia. Normalizar la violencia desvía la atención de lo que realmente importa: erradicarla.
El violador eres tú.