Meg: la bebé ocelote en peligro por la quema de plantaciones y mascotización
Con pocos días de vida y en medio de un sembrío de caña de azúcar recientemente incinerado, la ocelote Meg fue hallada por jornaleros, quienes trataron de ponerla a buen resguardo. Lo más probable es que Meg vivía guarecida bajo las plantaciones, hasta que el fuego y el humo la forzaron a escapar sin rumbo, el pasado 22 de diciembre de 2023 en el cantón Milagro, de la provincia del Guayas.
La quema de canteros de ingenios azucareros es una práctica que aún se emplea para eliminar residuos, pero que es nociva para la vida silvestre. Tras sobrevivir al espiral de llamas, Meg se separó por siempre de su madre y fue extraída de su hábitat.
Entre cuatro paredes, estresada por no reconocer el sitio en el que se encontraba, la cachorra poco a poco fue entrando en déficit nutricional. Cada día se acostumbraba más al contacto con humanos, quienes tenían la voluntad de ayudarla, pero, sin saberlo, estaban haciendo todo lo contrario.
Ante el grave deterioro de su salud, las personas que la recogieron decidieron buscar ayuda especializada. Fue así, como Meg arribó al centro médico de la Fundación Proyecto Sacha, la única organización de conservación de fauna silvestre de la provincia, el 15 de enero de 2024.
Largo camino por delante
Meg llegó “muy deteriorada de salud, con una neumonía por inhalación de humo, sus bigotitos quemados y muy mal en nutrición”, explica la veterinaria Eliana Molineros, fundadora de Sacha y directora de la Dirección de Bienestar Animal del Municipio de Guayaquil.
“La gente tiende a darles leche deslactosada o fórmulas para niños, que no es lo que ellos necesitan, y estando en estas etapas tan tempranas de vida es vital para ellos que se les dé la nutrición correcta, sino aquello les provoca enfermedades metabólicas y óseas”, recalca.
Bajo el amparo de biólogos y veterinarios, la cachorra, que tiene cerca de siete semanas de edad, fue trasladada el 28 de enero al Centro de Rescate y Rehabilitación de Fauna Silvestre de Proyecto Sacha, ubicado a las afueras de Guayaquil, en el bosque tropical seco que colinda con Vía a la Costa.
Esconderse y cazar sus presas son acciones que Meg habría aprendido naturalmente mientras su madre la cuidaba, habilidades fundamentales para su supervivencia en libertad. Por ahora, sin embargo, no las puede realizar.
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Entre doce y quince meses demoraría en adquirir este conocimiento impartido de forma técnica por los especialistas, con la finalidad de que, tras cumplir con ciertos requisitos comportamentales y presentar una reposición de su condición física, vuelva a su hábitat natural.
No obstante, siempre cabe la posibilidad de que la alteración en su desarrollo sea tan grande que, pese al esfuerzo diario de quienes se dedican a su rehabilitación, Meg no demuestre ser apta para regresar a la vida silvestre y quede condenada a vivir en cautiverio.
“Esperamos poder unirla a otro ocelote que tiene una edad similar y se críen juntos teniendo comportamientos de cachorros. El hecho de que puedan competir, jugar y tener esta cercanía entre dos individuos de la misma especie ayuda a reforzar la tarea de rehabilitación”, agrega Molineros.
Entretanto, los veterinarios determinarán si la mala alimentación que recibió Meg le provocó una enfermedad ósea, y trabajarán para eliminar todo rastro del apego que podría tener por humanos, que la predispondría a estar en situaciones peligrosas si regresa a vivir en un bosque.
Pese a que tiene tan solo semanas de vida, Meg ya es una víctima más de la crueldad de humanos. Separada demasiado pronto de su madre y reponiéndose de quemaduras, lucha junto a veterinarios de@ProyectoSacha para volver a la libertad ▶️ https://t.co/miC9EL34pQ pic.twitter.com/p2yN77JJgp
— Revista Vistazo (@revistavistazo) March 12, 2024
Con el paso del tiempo, las jaulas en las que estará, que replican en mayor medida su hábitat natural, serán cada vez más grandes para ajustarse a su tamaño. Además, llegará un momento en el que deberá separarse del cachorro con el que se prevé crecerá, y que también fue víctima de actividades humanas.
A través de cámaras escondidas -o cámaras trampa- y observación a distancia, los biólogos estudiarán su comportamiento ante estímulos de la naturaleza, como su reacción al clima, a la introducción de presas y esporádicos encuentros con ocelotes en libertad, que a veces se acercan con curiosidad a las jaulas.
Acechados por fuego y cadenas
El proceso que lleva a su potencial liberación no solo es difícil para la ocelote, sino también para quienes conforman Proyecto Sacha, puesto que la gran cantidad de recursos y tiempo que demanda un solo caso deviene en que sea imposible abordar todos los que se registran día a día.
Al referirse a los canteros y su quema, Molineros señala que “son espacios muy grandes, tienen muchas hectáreas, y al permanecer más de seis meses cultivándose, mucha vida silvestre se desarrolla. Al momento de la cosecha son incinerados y ahí mueren cientos de animales”.
“Entre junio y diciembre se realiza la quema de canteros de la industria azucarera. En este periodo de tiempo nosotros recibimos a mamíferos que logran salir con quemaduras. Todos los años desde el 2018 hemos recibido individuos procedentes de esta actividad”, afirma.
Al riesgo que implica la quema de canteros para esta especie, que entra en la categoría de preocupación menor por parte de la Unión Internacional de la Conservación de la Naturaleza, se suma el de la mascotización y la extracción de crías cuando, de forma equívoca, son consideradas perdidas.
El biólogo Abel Gallo, quien trabaja en el Centro de Rescate y Rehabilitación de Fauna Silvestre de Proyecto Sacha, explica por qué bajo ninguna circunstancia se debe extraer y criar a un ocelote como una mascota, ni recoger a cachorros de esta especie que estén solos en un bosque.
“Ellos necesitan espacios bastante grandes para recorrer, un territorio definido y un régimen nutricional estricto (...) Lo otro es comportamental, son animales que tienen instintos salvajes”, dice, tras considerar que en Ecuador ocurren bastantes casos de mascotización.
Con respecto a la extracción de crías dentro de lo que la gente no reconoce como madrigueras, Gallo indica lo siguiente: “Cuando encuentren un animal silvestre solo, un cachorro, déjenlo tal como está, no lo toquen ni se acerquen mucho. Su madre está cerca, y va a regresar a alimentarlo”.
“Los animales silvestres jamás abandonan a sus cachorros. Eso no ocurre”, enfatiza Gallo, mientras Xena lo mira tras rejas y ronronea. Se trata de una ocelote que lleva en rehabilitación cinco meses tras ser mascotizada y que lamentablemente carece de las habilidades necesarias para vivir en libertad.
¿Cómo apoyar esta lucha?
“Una forma de ayudar a Meg y a otros animales es ayudándonos con donaciones. No solo de dinero, sino también de recursos. Todos los días nosotros publicamos cuáles son las necesidades”, explica Molineros. Estas deben ser llevadas a la clínica veterinaria Mansión Mascota, ubicada en el sector Urdesa de Guayaquil, en la avenida Rodrigo Chávez 110A.
“Recibimos cientos de animales y cada uno tiene una condición por la que entra, un tratamiento especial, una nutrición especial. Recibimos mamíferos, primates, felinos, reptiles, aves de todo tipo, cada uno con sus necesidades”, agrega el biólogo.
Dentro de los productos que la Fundación recibe como donaciones se incluyen protectores de cama, baby dog milk, lentejas, pedialyte, DIP Suspensión, jeringuillas (de 3, 5, 10 y 20 mililitros), guantes de nitrilo, batas quirúrgicas, almendras, quinua, avena, soya, frijoles y harina de trigo.
Para contribuciones económicas, estos son los datos de la cuenta bancaria habilitada:
Banco Internacional: Fundación Proyecto Sacha
Cuenta corriente #1400625249
Ruc: 0993242721001