Galápagos: sin educación ambiental, el futuro de las islas corre peligro
Galápagos es uno de los destinos eco-amigables más apetecidos por turistas nacionales y extranjeros. Pasar por alto el rol de sus habitantes para su conservación, pone en riesgo el futuro de este patrimonio natural.
En las Islas Galápagos, en 1988, un grupo de personas allegadas a la Fundación Charles Darwin crearon una organización ambiental para preservar la flora y fauna del lugar.
Cuatro años después junto a la fundación “Club Renacer”, crearon un programa enfocado en los niños de las Islas Galápagos. El objetivo era un poco disruptivo para la época: convertir a los pequeños entre ocho y 12 años en los guardianes de esos ecosistemas a través de educación.
Esta fue, quizá, una de las primeras iniciativas en impulsar la educación ambiental mediante juegos, charlas y visitas guiadas. ¿Los resultados? Los niños conocieron las características ecológicas de las Islas Galápagos, que además de ser uno de los lugares más biodiversos del mundo, también se trataba de su hogar.
El club empezó en la Isla Santa Cruz y se extendió hasta la Isla Isabela y San Cristóbal. Pero a inicios del año 2000, el programa perdió fuerza y también el club conservacionista infantil.
CLUB CHICAS CON AGALLAS
Esa “semilla” plantada en 1992 con el club sí dio varios “frutos”, entre esos Diana Pazmiño . Ella, quien nació y creció en Galápagos, fue parte de esa iniciativa que la llevó a entender que su tierra, además de ser su hogar, era un espacio bendecido por su biodiversidad, entre otros rasgos únicos que llevaron a que la Unesco lo declare en 1976, como Patrimonio Natural de la Humanidad.
Hoy Diana es docente-investigadora de la Universidad San Francisco de Quito y un día, en una charla después de sus clases, se enteró de un programa a nivel internacional que promovía la participación de las niñas en actividades de ciencia y ecología marina.
Para ella se probará una oportunidad perfecta para compartir conocimientos y contribuir con una de las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas : asegurar que todos los alumnos adquieran conocimientos teóricos y prácticos para promover estilos de vida sostenibles.
Así nació “Gills Club” en el 2019, en Galápagos, y poco después lo bautizaron como “Chicas con agallas” , en español. El objetivo fue claro desde el inicio: lograr que las niñas tengan un rol más protagónico en la conservación de los ecosistemas que les rodean, a través del aprendizaje de ciencias, tecnología y matemáticas .
“Queremos darles la oportunidad de que se conecten, que conozcan su isla, la vida marina-terrestre y que entiendan por qué es importante conservarla a largo plazo y por qué todos, incluyendo ellas y sus familias, deben ser parte de la solución”, Destaca Diana.
Dentro de las actividades que realiza el club está la investigación con microscopio, natación y snorkeling (buceo de superficie). ¿Por qué? Pese a nacer y crecer rodeados del mar, muchas no saben nadar o nunca han tenido la oportunidad de bucear.
Y aunque esto no parezca relevante, sí lo es. La falta de práctica de estas actividades es un reflejo del problema que acecha a la comunidad de Galápagos: la desconexión con la naturaleza.
“No se le puede pedir a las generaciones más jóvenes que cuiden el ambiente, que se involucren o sean parte de la solución, porque no están realmente conectados con su medio natural”.
INCLUSIÓN PARA PROTEGER LAS ISLAS
Hablar de las islas Galápagos, incluso para quienes nunca la han visitado, es pensar instantáneamente en su flora y fauna única en el mundo, en la teoría de la evolución de Charles Darwin, o en su variedad de playas rodeadas de agua cristalina con tortugas, peces y distintas especies marinas de todo tamaño.
Sea cual sea la referencia por la que se las conoce, quizá siempre se olvida lo más importante: sus cuidadores. Y no, no son un grupo de personas en específico, sino los más de 25 mil habitantes que viven en las cinco islas pobladas.
Para ellos, Galápagos no es solo un lugar paradisíaco o perfecto para realizar estudios científicos. Es su hogar, el lugar donde nacieron, crecieron y que será la herencia para las próximas generaciones de su familia.
Vivir apartado del continente (una isla en medio del océano) no es sencillo por ciertos limitantes que en ciudades más grandes se dan por normales. Un ejemplo básico es el acceso a Internet: en Galápagos a veces la conectividad no es apropiada para temas claves como la educación o incluso para hacer negocios.
“El problema es que cuando hablamos de Galápagos, ignoramos a las personas que habitan en las islas porque prevalecen otros intereses. Hay que dejar a un lado esta visión científica de salvaguardar el ecosistema y empezar a incluir a las personas, a través de una educación focalizada en ambiente, derechos humanos, género y cambio climático”, explica Jorge Albuja, docente-investigador de la U. Casa Grande.
Albuja cree que esa es la única manera de empoderar a los habitantes de las islas para que se conviertan en agentes de cambio, ya que tendrían un profundo conocimiento de los sistemas naturales que les rodean, no se sentirían excluidos de su entorno como suele pasar y sabrían que cuidar estos ecosistemas también les beneficiaría a largo plazo.
Desde Naciones Unidas respaldan esta teoría. En su informe “Transformar la educación para transformar el mundo” señalan que para responder a la crisis climática y conservar los ecosistemas naturales, la educación se debe abordar desde la concienciación, acción social y emocional.
Así, según los expertos, los jóvenes entenderán la complejidad de la crisis climática, los retos de sostenibilidad según el lugar donde habitan y la forma de contribuir a resolver estos problemas desde sus contextos cotidianos.