El viacrucis de quienes deben viajar por horas para conseguir atención médica en Ecuador
Ecuador tiene más de 600 establecimientos de salud con capacidad para internación hospitalaria, pero apenas un tercio es del sector público. Atenderse en un hospital conlleva un sinnúmero de trabas para quiénes deben viajar desde otras ciudades.
Para Génesis y su hijo Fabián, viajar de Huaquillas en la provincia de El Oro, a Guayaquil, no era un viaje entretenido. Eran poco más de cuatro horas de caminos sinuosos que, en un bus interprovincial, les generaba la sensación de que en cualquier momento su vida podía terminar por una mala maniobra del conductor. Pero para ellos, quizá ese peligro era el menor de sus problemas.
Al menos dos veces por semana, ambos hacían ese trayecto para atenderse en centros hospitalarios que, en teoría, podían brindarles una mejor atención médica. Génesis de 24 años, tiene cáncer de seno; su hijo tenía un tumor maligno cerebral.
Sí, tenía. El pequeño Fabián, de cinco años, falleció un mes antes de esta entrevista. “No quiero saber nada de los hospitales, me traen recuerdos que no me hacen sentir bien. Dejé de ir a las quimioterapias”, dice decepcionada.
Los últimos datos del INEC (2021) señalan que Ecuador tiene más de 600 establecimientos de salud con capacidad para internación hospitalaria; pero apenas un tercio son del sector público y casi la mitad están en Guayas y Pichincha. Justo a las capitales de esas provincias, es decir, Guayaquil y Quito, es a donde llegan quienes viven en zonas rurales para atenderse por enfermedades con diagnósticos más complejos o tratamientos que requieren una mayor especialización.
El problema no se soluciona solo con viajar y llegar a un hospital más grande. Esto se ve con el caso de Génesis y Fabián, quienes requerían además de recursos para la movilización, insumos para alimentarse y en algunos casos, hospedaje.
Otro aspecto no menor, es que estos viajes se hacen en medio de la angustia y el dolor de tener un familiar enfermo o de sobrellevar una dolencia propia.
La falta de empatía es, según los pacientes entrevistados para este reportaje, una de las principales falencias. Y si bien no hay una cifra de referencia respecto al tipo de atención en centros médicos estatales, el índice de percepción de la calidad de los servicios públicos es de seis sobre diez, al cierre del 2021 (cifras Inec), es decir por debajo de lo considerado como 'bueno'.
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QUEDARSE EN EL INTENTO
Un sangrado en el pezón izquierdo llevó a Génesis a un centro de salud en su natal Huaquillas. “No sabían qué era, así que me mandaron primero a Loja y de allí a Machala. Nadie me dijo qué tenía; me hice atender de manera privada y me diagnosticaron cáncer”.
Un año después, una tomografía reveló que su hijo también tenía cáncer, pero en el cerebro.
Génesis era madre soltera; su pareja los abandonó cuando nació su pequeño Fabián. Para ir a los tratamientos o a un chequeo médico, debían salir a las dos de la mañana de Huaquillas. Sus gastos, por día de viaje, superaban los 50 dólares sin contar comida y medicamentos, y todo lo financiaban con actividades como rifas.
La Organización Panamericana de la Salud estima que un tercio de los niños y adolescentes que tienen cáncer, y que viven en países de escasos recursos, abandonan su tratamiento justamente por falta de dinero.
Pero aunque la necesidad económica es un factor que se repite, la burocracia dentro de los hospitales públicos lo supera. Conseguir un traspaso a un centro de salud gratuito, recibir medicinas a tiempo o programar citas médicas pone a prueba la paciencia de cualquiera.
Fabián, por ejemplo, estuvo en cuatro hospitales diferentes, en uno ni siquiera consiguió ingresar al piso de Oncología (donde están los pacientes con cáncer); en otro no querían operarle el tumor (se agrandó por la demora), luego les dijeron que no necesitaba radioterapia (tratamiento que podía salvarlo) y en el último lugar esperó un mes entero por un traspaso que nunca llegó.
“Les pregunté varias veces qué necesitaba mi niño, pero nunca quisieron hablar. Mi pequeño se demoró en ponerse mal, recién cuando no veía y no caminaba, decidieron acercarse y decirme que no se podía hacer nada, que se debió tomar medidas antes... No tienen compasión”, dice.
Si bien existe un programa de referencia de pacientes, que busca mejorar la atención según las necesidades médicas con derivaciones a otros centros hospitalarios, Bessie Magallanes, docente de la maestría de Gerencia Hospitalaria en la Escuela de Negocios de la Espol (ESPAE), señala que hay factores que no se analizan.
“Es contradictorio que un paciente sea referido a un hospital de tercer nivel, principalmente cuando no tiene un familiar en la ciudad que se le asignó. Es decir, que debe incurrir en costos ocultos que no se determinaron, entre esos movilización, alimentación y hospedaje, no solo para ese paciente sino para quien lo acompaña”, asegura Magallanes.
Si ese paciente no dispone de esos recursos, la derivación no tiene sentido porque no podrá sostener su tratamiento. Esto es algo recurrente.
“La calidad de la atención se mide en la satisfacción del paciente, pero en el sector público depende de muchos factores que no se consideran. Llevan más de 25 años repitiendo que brindan atención con calidad y calidez, sin llegar a interiorizar sus verdaderos conceptos”, explica la especialista.
El caso de Génesis y Fabián muestra cómo las buenas intenciones no son suficientes. Esos viajes con su hijo, que iniciaban a las dos de la mañana y terminaban a las diez de la noche cuando regresaban a la casa, no sirvieron.
Sin su hijo, Génesis tiró la toalla, algo que se repitió en otros casos documentados para construir este reportaje y que demuestran que enfermarse en Ecuador, e intentar recuperarse, para muchos no tiene un final feliz.
Este reportaje fue publicado en memoria de Fabián.
Descansa en paz.