¿Disfrutó la comida que consumió hoy? Estudio confirma la relación entre alimentos y sensación de bienestar
Un estudio global de Gallup publicado hace poco confirma la relación entre la comida y la sensación de bienestar. De acuerdo a la investigación, la forma en la que evaluamos nuestra alimentación resulta clave para valorar la calidad de vida.
El Producto Interno Bruto, PIB, ha sido durante mucho tiempo el indicador para medir la economía de una nación. Aunque desde hace algunos años se han realizado investigaciones para hacer evaluaciones más centradas en las personas que en las cifras. Uno de ellos es el Índice Global de la Felicidad, que se basa en encuestas a habitantes de 157 países del mundo sobre cómo evalúan su calidad de vida y su felicidad, este ranking habitualmente es encabezado por los países escandinavos.
En esta línea, la Cumbre del Futuro de la Organización de las Naciones Unidas, ONU, prevista a realizarse en septiembre de 2024 se enfocará en la construcción de economías y sociedades que enfaticen el bienestar. Por otra parte, países como Japón, Reino Unido, Países Bajos y Nueva Zelanda han empezado a implementar mediciones del bienestar de sus habitantes para diseñar políticas que lo promuevan.
Hace pocos días, una alianza entre la Fundación Ando y la empresa alimentaria Nissin (ambas japonesas) y Gallup presentaron los resultados de un estudio global destinado a determinar cuál es la relación entre la comida y el bienestar de las personas.
Bajo el nombre Recetas para el bienestar, el reporte que resulta de esta investigación muestra que quienes respondieron que se sentían “completamente satisfechos” con los alimentos que consumen tenían más probabilidades de evaluar muy bien su nivel de bienestar que quienes no se sienten completamente satisfechos con su dieta.
De hecho, la comida pasa a ser uno de los elementos claves en la percepción de bienestar, de la mano con el monto de ingresos que se percibe, de acuerdo al estudio.
Los autores del reporte aclaran que el término bienestar se refiere al estado mental, físico y social de un individuo y que generalmente se consideran dos tipos de bienestar: el subjetivo, relacionado con respuestas sobre la sensación de ser feliz y la satisfacción general con la propia vida, y el objetivo, que se establece de acuerdo a indicadores cuantitativos como el PIB, la esperanza de vida y los niveles de criminalidad.
Es en la evaluación del bienestar subjetivo donde la comida aparece como elemento relevante en este estudio de acuerdo a las respuestas obtenidas a tres preguntas: ¿diría que usted disfrutó la comida que consumió en los últimos siete días o no?, ¿usted piensa que la comida que ingirió en los últimos siete días era saludable o no?, y ¿sintió que usted tenía suficientes alternativas en los tipos de comida que ingirió cada día en los últimos siete días o no?
Los resultados mostraron que quienes respondieron afirmativamente a las tres preguntas tenían 1,62 veces más probabilidades de sentir que tenían niveles de bienestar subjetivos que quienes respondieron negativamente aunque sea a una sola de las preguntas.
Los puntajes más altos fueron para los Países Bajos, Vietnam, Islandia, Alemania, Uzbekistán, Suiza, Australia, Noruega, Suecia y Kuwait. En Países Bajos, el 88 por ciento de los encuestados respondió afirmativamente a las tres preguntas; en Kuwait que cierra el Top Ten, un 79 por ciento de los encuestados respondió afirmativamente a las tres preguntas. En el último lugar del ranking aparece Afganistán, donde un siete por ciento de los encuestados respondió afirmativamente a las tres preguntas.
Lea también: 5 nutrientes esenciales para corredores
¿Y ECUADOR?
En nuestro país, el 66 por ciento de los encuestados respondió afirmativamente a las tres preguntas. Noventa y seis por ciento respondió afirmativamente a la pregunta relacionada con que si disfrutaron la comida que consumieron en los últimos siete días, 89 por ciento respondió que la comida que consumieron en los últimos siete días era saludable y solo un 71 por ciento dijo que tuvieron varias alternativas de tipos de comida para servirse en los últimos siete días.
La valoración más alta fue para el disfrute, luego para lo saludable que era lo que consumieron y finalmente la posibilidad de elegir sus alimentos.
La valoración más alta para el disfrute no sorprende por la priorización e intensidad de los sabores de la comida ecuatoriana. Sin embargo, resulta interesante que un 89 por ciento respondió que la comida que consumió era saludable en un país en el que la doble carga de la malnutrición, (que muestra las dos caras de la moneda: desnutrición y el sobrepeso/obesidad) tiene un impacto económico del 4,3 por ciento del PIB, de acuerdo a un informe del Programa Mundial de Alimentos, que recalca que “mientras la desnutrición socava el crecimiento físico y el desarrollo cognitivo, el sobrepeso y la obesidad pueden llevar a Enfermedades No Transmisibles como la diabetes tipo 2, la hipertensión y algunos tipos de cáncer”.
Dentro del marco del Congreso de Nutrición Latinoamericano realizado en Cuenca, Camila Corvalán, directora del Centro de Investigación en Ambientes Alimentarios del Instituto de Nutrición y Tecnologías de la Alimentación de Chile, ofreció interesantes reflexiones sobre la forma de evitar la malnutrición en la población y sus consecuencias en la salud.
Corvalán destaca la importancia de promover ambientes de alimentación saludables para niños, niñas y adolescentes en Latinoamérica para crear una cultura nutricional desde los primeros años. Explica que un niño puede tomar la decisión de si come o no un alimento, pero previamente sus padres, su centro educativo, los mensajes a los que se ve expuesto y las preferencias de sus amigos van encaminando sus decisiones.
“Debemos cambiar los ambientes obesogénicos que promueven conductas alimentarias que nos enferman”, dice la experta y agrega que una alimentación, sana y saludable, nos aleja de las enfermedades crónicas no transmisibles pero también de las infecciosas. “Ya lo vimos en el caso del COVID-19. Las personas con sobrepeso, diabetes e hipertensión se enfermaban más". Sostiene que hay varios factores a considerar para transformar lo que hoy son espacios obesogénicos, uno de ellos es la disponibilidad, el fácil acceso a lugares donde se puedan adquirir alimentos saludables como frutas, vegetales y pescado.
Por otra parte, también debe ofrecerse fácil acceso económico a estos tipos de alimentos, porque de otro modo la población no puede adquirirlos. Menciona, además, la manera en que la promoción de alimentos ultraprocesados induce a consumirlos, asociándolos con sensaciones placenteras, pese a que hoy sabemos que tienen un contenido de nutrientes que se asocian a un mayor riesgo de obesidad, de hipertensión, de diabetes, de colesterol elevado. “Un ultraprocesado es un producto que ha sufrido tantas transformaciones que al final, no tiene nada que se parezca a la comida”, dice.
Con una de las tasas más altas de sobrepeso y obesidad de la región, Chile tomó medidas: ha establecido una regulación que empieza por ofrecer información a los niños, niñas y adolescentes sobre la manera correcta de evaluar el contenido nutricional de un alimento, principalmente es impartida en las escuelas. “México, Argentina han implementado también esta iniciativa y en Ecuador ya se está discutiendo acerca de medidas que van en esta línea y que son muy relevantes”.
Estas experiencias han mostrado que si bien siempre se ha dicho que lo importante es que la madre reciba la información nutricional adecuada para difundirla entre su familia, en muchos casos son los niños los que han llevado el mensaje a sus padres y hermanos, convirtiéndose en promotores de cambio. Una vez que comprenden que sabor exquisito, buen contenido nutricional y variedad, son tres ingredientes que pueden estar presentes en todos sus platos, todo cambia.