Cuando se invierten los papeles y los hijos deben cuidar a sus padres: ¿Qué hacer frente a esta etapa de la vida?

Pilar Ortiz de Pérez
Imagen de referencia

Los padres se vuelcan por completo, generalmente, a la atención y cuidado de sus hijos en sus primeros años. La vida avanza y décadas después, puede que sea necesario intercambiar los roles. Un desafío para ambas partes.

Amor, ternura, culpa, apatía... Las historias de adultos mayores vulnerables y sus hijos son variadas y complejas. Entran en juego aspectos como el tipo de relación que esos padres y esos hijos tuvieron desde los primeros tiempos, la edad de los hijos cuando sus padres dejan de ser autónomos, su estado civil, su situación económica, la dinámica entre hermanos, además de la severidad de la situación que enfrenta el padre, la madre o ambos.

La psicóloga clínica Estefanía Orellana sostiene que la primera recomendación para los hijos con padres que empiezan a depender de la asistencia de otros para afrontar el día a día es probablemente la más difícil: aceptar la realidad.

Intentar ver las cosas como son, tratar de entender estas nuevas limitaciones que se empiezan a detectar en el desenvolvimiento cotidiano de sus padres y conversar esos hallazgos en familia.

Muchas veces habrá una persona que lo note antes que los demás familiares. Es probable que haya rechazo ante la idea del deterioro o que se minimice el tema, pero es muy importante hablar al respecto para que en conjunto puedan tomar decisiones a tiempo, sugiere la psicóloga.

“Aunque sea difícil e incómodo, es recomendable conversar de esto también con esos adultos mayores junior, como yo llamo a las personas que recién comienzan a dar muestras de que ya no son los de antes. Es ahí cuando se debe conversar sobre las decisiones que deben tomarse sobre su salud, economía, cuidados, vivienda, papeleos, herencias y hasta lo que desean que ocurra para su muerte”.

De esta forma, los familiares podrán acompañarlos en la vejez con más conocimiento y herramientas.

PROTAGONISTA DE SU VIDA

A veces, una tragedia inesperada puede marcar un antes y un después abrupto en la vida de un adulto mayor. Es el caso de Rosita, uruguaya radicada en Israel, donde vivía con su hijo, quien murió de manera repentina.

Su hija Luisita, casada con un ecuatoriano y residente en Guayaquil, viajó a los funerales de su hermano y a traer a su madre porque no podía quedarse sola en otro país.

La situación era devastadora. Al duelo por la pérdida de su hijo se sumó la separación del país y de la vida que había disfrutado hasta entonces. Rosita Meiseles de Abramovich siempre había sido una mujer muy alegre, llena de vida, encantadora y entusiasta, pero con el traslado a un entorno completamente nuevo, todo cambió.

El duelo y el vuelco brusco que tomó su vida en un país desconocido para ella la sumió en una depresión muy severa. Rosita dejó de hablar, ni siquiera quería levantarse de la cama. Vivía un dolor inimaginable.

Tres meses después, el cuadro seguía igual; así que su hija buscó ayuda. Sentía que traer a su madre había sido la peor decisión que pudo tomar y que al verla le parecía que la nueva vida la estaba matando lentamente.

Con ciertas estrategias se logró que Rosita decida ir un día el Centro de Actividades para Adultos Mayores “Árbol de Sueños”. Ese era el gran cambio que ella necesitaba. Le gustó, sonrió desde el primer día, conversó... Al día siguiente volvió a asistir.

Después de vivir una depresión severa por meses, Rosita Meiseles de Abramovich se reencontró con la vida gracias al amor de su familia y al contacto social con personas de su edad. Falleció en época de pandemia, pero pudo disfrutar de la empatía que deben recibir los adultos mayores.

A los 15 días era el alma del lugar: volvió a ser la Rosita de antes, la protagonista de su vida. Durante cuatro años acudió diaria mente al centro donde ella decía que era feliz. Lamentablemente, Rosita se enfermó de COVID durante la pandemia y se mantuvo en el programa online del centro; allí participó hasta una semana antes de fallecer por la enfermedad.

Luisita cuenta que este nueve de abril se cumplen dos años desde que Rosita, su madre, falleció. Al preguntarle sobre su aprendizaje con la experiencia que vivió con ella y qué comparte con personas que atraviesan situaciones similares, responde: “Para mí, lo importante es el amor, la compasión, la empatía y el agradecimiento. Lo digo haciendo ese viaje hacia atrás y viéndome a mí misma desde que traje a mi madre cuando falleció mi hermano".

"Hay que recordar que alguna vez nosotros fuimos pequeños, frágiles y dependientes y nuestros padres con infinita paciencia y amor nos cuidaron y nos enseñaron a dar nuestros primeros pasos. Eso es lo fundamental y entender que poco a poco nuestros padres van perdiendo facultades, recuerdos, movilidad, que su salud se va deteriorando. Es importante que sientan que son parte de la familia, no un obstáculo, no una complicación", agrega.

"Apoyarlos para que compartan con personas de su misma edad, para que puedan socializar. Somos seres gregarios, necesitamos la mirada del otro, la caricia del otro, el abrazo del otro, ser escuchados y ser entendidos, y quién mejor que nuestros pares (generacionales) para comprendernos y apoyarnos. Para mi mamá, llegar al “Árbol de Sueños” fue la salvación porque pudo renacer, volver a tener amigas, atener un contexto social. Sentirse nuevamente niña y mujer, y eso qué importante que es”, comparte Luisita emocionada.

RUTINAS DE SOCIALIZACIÓN

Este testimonio muestra una realidad que, a veces, es difícil de entender. El paso de los años no significa que el adulto mayor deba abandonar el protagonismo de su vida y convertirse en un anexo a la vida de otros: sean sus hijos, nietos o cuidadores.

La interacción con personas con edades y situaciones similares es necesaria y enriquecedora para todos los seres humanos y quienes viven la tercera edad no son una excepción. Lo ideal es que las personas se mantengan activas y con una rutina el mayor tiempo posible.

Acudir a centros de actividades durante algunas horas al día los ayuda a encontrar nuevas ilusiones, participar de las distintas posibilidades de aprendizaje y contar nuevamente con un entorno social.

Si el adulto mayor no puede salir de casa por algún motivo, puede disfrutar de estos servicios de manera virtual, una opción que se utiliza en todas partes del mundo, especialmente a partir de la pandemia por el temor al contagio.

Si tampoco es una opción posible, puede utilizar cuadernos de actividades para adultos mayores que incluyen sugerencias de actividades físicas y cognitivas dentro de sus capacidades.

Es importante que los hijos que incorporan a sus padres a su hogar hagan todo lo posible para que ellos sientan que son parte de la familia, que no son un obstáculo ni una complicación.

A veces, aun con las mejores intenciones, el amor por sí solo no debe ser lo que lleve a tomar decisiones trascendentales sino que debe acompañarse de la asesoría adecuada: personas calificadas como geriatras, gerontólogos o psicólogos especializados que puedan guiarlos en las distintas situaciones que se presenten con sus adultos mayores, incluida la falta de acuerdos entre hermanos.

Mientras más informados están los hijos sobre los adultos mayores, mejor calidad de vida pueden ofrecerles. “Si entre los hijos no están todos de acuerdo en las decisiones, lo ideal sería seguir las recomendaciones del hijo que conozca mejor los temas relacionados con su padre o madre. Usualmente es el que vive con él o ella o quien tiene mayor contacto”, dice la psicóloga.

LA ÚNICA O EL ÚNICO

En algunos casos, las circunstancias llevan a que un hijo, por ser hijo único o por ser el que más se preocupa, termine manejando solo el cuidado de sus padres.

“Esperan que el único tiempo que no esté cuidándolo sea cuando estoy en el trabajo”, explica Roberto, de 27 años. Su padre tuvo un accidente que no dejó secuelas permanentes pero requiere atención y cuidados, al menos, en la primera etapa de recuperación.

Tiene una familia grande y varios hijos, pero todos se han unido a la idea de que como Roberto es joven y soltero, él sea quien lo cuide permanentemente.

La psicóloga Orellana expone que usualmente la repartición de las responsabilidades ocurre de manera orgánica. “En más del 60 por ciento de los casos, recae en las hijas mujeres, muchas veces en la última hija o el hijo que no tiene pareja”.

Advierte que cuando un familiar se convierte en un cuidador a tiempo completo sufre un desgaste físico, mental y emocional considerable. Este rol puede significar la pérdida de libertad, de espacio personal, del tiempo propio, de la vida laboral y social, de la independencia, y en muchos casos de la autoestima y la paciencia.

“Lo ubican en el papel de tener que ‘pedir permiso’ a los demás miembros de la familia para disfrutar de alguna actividad o de tener que convencer al resto de que le tomen la posta para ‘escaparse’ a la playa un fin de semana, por ejemplo”.

Señala que hay que tener en cuenta que puede llegar un punto en el que el adulto mayor sea muy demandante en su preferencia de quién lo acompañe o cuide.

“Esto debería generar aún más empatía y apoyo en los demás miembros de la familia. En la vida siempre debemos ponernos en los zapatos del otro”.

En este caso sería aceptar que lo mejor es poner horarios para relevar al cuidador principal para que pueda descansar o distraerse.

CULPA POR RABIA

“Mis padres me tuvieron cuando ya eran mayores, ella de 40 y él bordeaba los 50. Como hija única crecí en un mundo de tres, todo funcionó relativamente bien hasta que tuve la oportunidad de viajar fuera con una beca. Serían tres años, pero serían una gran diferencia en mi desarrollo profesional. Desde que les anuncié que me iría, mis padres no dejaron de reclamarme por lo que ellos consideraban que era un acto de irresponsabilidad e indolencia", dice Marcela, una profesional de 36 años.

"Ambos tienen enfermedades crónicas asociadas a su edad, pero están bajo control. La imagen de mi padre sollozando en el aeropuerto apoyado en un pilar y de mi madre actuando distante por el resentimiento me acompañó todo el tiempo fuera y logró que lo que era una sensación de culpa por irme se transformara en rabia por su egoísmo. Regresé tres años después y seguían bien. Ahora los reclamos son porque les dedico muy poco tiempo por culpa de mi trabajo”, revela.

La psicóloga Daniela Cattan plantea que cuando los padres son autosuficientes no deben exigir que sus hijos restrinjan su propia vida por acompañarlos en todo momento.

“Probablemente esa hija ha sido el lazo de unión entre ese papá y esa mamá, porque quizás esa pareja ha estado vacía y por eso necesitan a ese objeto transicional entre los dos, ‘haciéndoles’ la vida a ellos, ya que no han estructurado una vida entre los dos”, dice la psicóloga.

Agrega que es importante poner límites para ser respetado y expresarlos. Tomando como fuente el amor mutuo, no deberían aparecer ni exigencias ni egoísmos.

EL AMOR DESPUÉS DEL AMOR

¿Sabes dónde puedo comprar un peluche? La pregunta sorprendió a Fernanda (nombre real protegido) porque venía de su padre viudo y no tenía nietos pequeños.

Ella se ofreció a comprarle uno cuando él le dijo que era para una señorita del banco que era muy amable con él. La señorita del banco era, en realidad, una joven que había conocido en la fila del cajero automático cuando iba a retirar su pensión y se había convertido en su pareja.

La relación avanzó y hoy comparten sus vidas junto a las tres hijas que ella tenía previamente. Desde que se unieron, el deterioro cognitivo de él ha avanzado considerablemente, ella lo cuida y él “cuida” a las niñas mientras juegan.

En algunos casos, la familia puede rechazarla decisión de un adulto mayor que frente a la muerte de su compañera o compañero decide iniciar una nueva relación sentimental.

Fernanda comenta que aunque hay quienes dudan de la intencionalidad real de esa relación, ella respeta la decisión que su padre tomó cuando todavía tenía sus facultades mentales intactas. Agrega que tener una nueva familia nuclear para compartir la cotidianidad lo ayudó a volver a sentirse vivo.

“Cuando escucho comentarios que dramatizan acerca de esta relación, yo apelo al amor y al humor. Los recuerdos de la entrega total y la ternura que tuvo mi padre conmigo y con mis hermanos hacen que se nuble cualquier otra consideración y frente a los comentarios reprobatorios, con una frase ocurrente rompo la atmósfera densa y llegan las risas. ¡Qué viva el amor!”, dice.