El último remanente de bosque nuboso en la costa de Ecuador
Hace 100 años un extenso manto de árboles cubría una parte importante de la costa de Ecuador. Donde hoy se ven hectáreas de monocultivos, tierras dedicadas a la ganadería y carreteras, antes latía un enorme bosque.
La actividad humana acabó con cerca del 98 por ciento del Bosque del Pacífico, y con él, miles de especies vegetales y animales también desaparecieron. El riesgo en la actualidad es que se siga deforestando lo poco que queda de los bosques húmedos y nubosos de la costa, provocando que los ríos que bajan de estas montañas se sequen y que las comunidades que dependen de estos caudales lo pierdan todo: cultivos, ganadería y el agua que beben a diario.
Con la ayuda de soñadores, científicos, amantes de la naturaleza y los recintos Camarones, Estero Seco, Tasaste y Punta Blanca, la Reserva Jama-Coaque en la provincia de Manabí protege parte del último remanente del bosque más amenazado de Sudamérica.
EL SUEÑO DE PROTEGER LA MADRE TIERRA
Sin dinero y con una idea. Así empezó el sueño de una ecuatoriana y dos estadounidenses para crear una reserva ecológica en 2007. Isabel Dávila, Jerry Toth y Bryan Criswell recorrieron algunas de las partes más salvajes y profundas del Ecuador en busca de un bosque con las características necesarias para ser “salvado”.
Durante ese trayecto exploraron los bosques húmedos del Chocó en el noroeste del país, los bosques secos tumbesinos en el sur, la selva tropical de tierras bajas en el Amazonas y los bosques nubosos al pie de ambos lados de los Andes. “No sabíamos completamente lo que estábamos haciendo, pero teníamos el impulso de convertir ese sueño en realidad, ese es el beneficio de comenzar algo cuando estás en tus 20”, recuerda Jerry.
En algún punto de este viaje coincidieron con Gabriel. Su padre era dueño de cien acres de bosque en lo más alto de la cordillera costera. Él tenía lo que estaban buscando: dentro de la propiedad nacían tres arroyos de agua dulce que iban montaña abajo, a través de varias cascadas y pozos en los que se podía nadar. Además, tenían un bosque nuboso, árboles de cacao y la vista del océano Pacífico desde el punto más alto.
Los tres, con un poco de incredulidad, accedieron a visitar esas tierras pese a que ya habían estado en esa parte del país. De hecho, según el análisis que habían realizado previamente, esa zona era un ecosistema que ya “tenía 20 años de retraso para la conservación”. Pero Gabriel no mentía: la tierra de su padre resultó ser el último remanente del Bosque Ecuatorial del Pacífico. Al día de hoy, solo queda dos por ciento. El resto fue destruido para solventar la caza, ganadería y agricultura de las comunas aledañas.
Luego de visitar esta zona, Jerry, Bryan e Isabel crearon una fundación estadounidense sin fines de lucro denominada Third Millennium Alliance (TMA), que después registraron en Ecuador. Con eso nació la Reserva Jama-Coaque, que actualmente protege una parte de selva tropical que está a mitad de camino entre los pueblos de Jama y Pedernales en Manabí. La reserva tiene una extensión de más de 2.000 acres en el Bosque Ecuatorial del Pacífico. Es uno de los últimos remanentes significativos de bosque húmedo tropical y bosque nuboso premontano entre las montañas de los Andes y el océano Pacífico.
Para llegar, hay que conducir por el sur de la carretera de la Costa. En ese camino, solo hay pastizales secos a causa de la explotación. Eso hace imposible de creer que alberga uno de los lugares más ricos en biodiversidad en Ecuador. Un letrero te indica el camino hacia la derecha, donde en los primeros kilómetros se encuentra la comunidad rural de Camarones.
Poco a poco se va notando el cambio de vegetación. El carro debe cruzar dos senderos del río hasta llegar a las tierras de la reserva y hay un punto en el que el vehículo no puede seguir, así que el resto del recorrido se hace caminando. Cuando es época de lluvia, los caminos que llevan a la casa de la reserva pueden quedar intransitables durante horas, días o semanas.
EL BOSQUE MÁS AMENAZADO
Poco después de que Jerry, Bryan e Isabel iniciaron todo el proceso burocrático para comprar las tierras, se enteraron de algo que les dio más motivos para continuar con su lucha ambiental. El Fondo de Alianzas para los Ecosistemas Críticos (CEPF por sus siglas en inglés) designó a esta región como el bosque más amenazado de América del Sur.
Incluso, en uno de sus informes señalan que la Selva del Pacífico tiene una mayor diversidad forestal que la Selva Atlántica de Brasil, con la que es comparada constantemente a pesar de que tiene una superficie 33 veces más grande. Y aunque juntas son eclipsadas por el Amazonas, tienen más diversidad, están más amenazadas y tienen las tasas de endemismo más altas del mundo.
Un ejemplo de eso es que la Amazonia ha perdido cerca del 25 por ciento de cobertura forestal, mientras que este ecosistema ya perdió un 98 por ciento en cien años. ¿Las razones? La tala de árboles, la ganadería, la siembra de maíz, café o cacao se convirtieron en el principal sustento económico de los habitantes de ese lugar desde los inicios del siglo XX.
Pero si estas actividades continúan haciéndose de manera aleatoria y destructiva, pueden convertirse en un arma de doble filo para los comuneros. Las comunidades de la zona, como Camarones, conformada por 80 familias aproximadamente, dependen exclusivamente del río que lleva el mismo nombre de la comunidad, porque no cuentan con un servicio de agua potable.
“Cuando las nubes van pasando el agua se retiene aquí y empieza a caer como gotas al suelo, entonces eso hace que se mantenga el agua aquí y vaya creando como los pequeños riachuelos y mientras más agua va acumulando se van creando los ríos en la parte baja”, comenta Moisés Tenorio, especialista en ecoturismo y miembro de TMA.
Vistazo consultó al Ministerio del Ambiente, Agua y Transición Ecológica, sobre las acciones que han considerado para preservar este espacio natural. Nos respondieron que actualmente despliegan actividades de reforestación y conservación en 2.024 hectáreas de todos los bosques distribuidos en la costa ecuatorial. Sin embargo, para los naturalistas y comuneros consultados en este reportaje, la presencia gubernamental es mínima, si acaso imperceptible.
FÁBRICA NATURAL DE AGUA
Luis Madrid, docente-investigador de la Universidad Laica Eloy Alfaro, confirma que existe una relación entre las fuentes de abastecimiento de agua y el Bosque Ecuatorial del Pacífico. “Es una fábrica natural de agua porque la evaporación del mar se condensa en la parte alta de la cordillera de la Costa y como todos los árboles están cubiertos de musgo, el agua en forma de vapor entra en contacto... se condensa y nacen los arroyos y esteros que van al océano Pacífico. Es un ciclo in teresante pero también muy frágil”, explica el especialista.
Es decir que provincias como Manabí que no reciben agua de la Región Andina, dependen netamente de las fuentes de agua que nacen de esta cordillera. Y si no se cuida ese último dos por ciento de bosque que queda, no tendrían cómo abastecerse para cocinar, bañarse, trabajar la tierra y todas las demás actividades que necesitan del líquido vital.
La producción natural de agua no es la única razón por la que es tan importante preservar esta gran Selva del Pacífico. Otro motivo es que en esa región existen especies de flora y fauna que no se encuentran en ningún otro lugar del mundo.
Por ejemplo, hasta ahora, es el sitio con la mayor densidad registrada de aves amenazadas y en peligro de extinción en todo el Ecuador, conocido por tener la mayor diversidad de aves del planeta. A esto se le debe sumar que también es hogar de especies como los monos aulladores y los mono capuchinos, que están en peligro crítico de extinción.
Eso no es todo. En los años 90, cuando John L. Clark, investigador botánico, estuvo en una expedición con varios botánicos extranjeros y ecuatorianos en Mache-Chindul (la extensión norte de la cordillera de la Costa), comprobaron la situación de la flora en esa región.
“Sacamos más de 6.000 muestras y de esas, 2.000 todavía no son identificadas. No es que sean nuevas, pero no hay taxónomos para identificarlas. Cuando yo trabajé ahí... todavía no era una reserva. Pero igual, falta mucho trabajo por hacer”, detalla el especialista.
BOSQUE EN RECUPERACIÓN
Pese a que la comunidad científica internacional ha avalado el peligro crítico en el que se encuentra el Bosque Ecuatorial del Pacífico, todavía sigue siendo un lugar desconocido para muchos científicos extranjeros y para la propia población ecuatoriana.
Dentro de los entrevistados consultados para este reportaje, varios coincidieron en que muchas especies se extinguieron mucho antes de ser descubiertas por la ciencia y que la situación puede empeorar si no se trabaja para conservar ese último remanente que tiene su columna vertebral en el territorio de la Reserva Jama-Coaque.
Actualmente, TMA trabaja en un proyecto de reforestación en cuatro comunidades. La iniciativa consiste en dar un apoyo económico de 4.500 dólares por cinco años para que los agricultores siembren árboles en sus tierras. “Básicamente queremos que regeneren aquellas propiedades que ya han sido deforestadas con árboles nativos y árboles comestibles. Esto es lo que va a ayudar al bosque y a la vida silvestre”, explica Jerry.
Proteger el bosque no esta tarea fácil, pero TMA ya planea duplicar el tamaño de la reserva para los próximos cinco años y así preservar este paraíso natural que da refugio y alimento a humanos, animales y plantas. Y que, de paso, nos ayuda en la lucha contra el cambio climático. Si no se cambian las dinámicas de los modelos actuales de producción y de consumo, se seguirá destruyendo el único salvavidas que tienen decenas de comunidades en la costa ecuatoriana.
Aún hay tiempo, asegura Carlos Robles, guía naturalista del bosque protector Pata de Pájaro, hogar de las montañas más altas de Manabí a unos pocos kilómetros de Jama-Coaque. “Se puede regenerar estas zonas hídricas o estas partes del bosque con esfuerzo de las comunidades, sí se puede, sí lo podemos lograr, hay que ir de la mano con la agricultura, ir de la mano con la ganadería y dedicarnos a otros productos que nos dan también beneficios como la apicultura”.
El Bosque Ecuatorial del Pacífico es una fuente de recursos naturales única, con especies de flora y fauna endémicas que se han reducido, pero que no han desaparecido y que aún esperan ser protegidas.