Pepe Bablé, un teatrero artesano multifacético
Pepe Bablé Neira mira en silencio el último ensayo del elenco de “La ternura” que se presentará durante tres semanas en el teatro Sánchez Aguilar. Atento y sonreído, parece disfrutar como un espectador más. Es quizás lo que más le gusta de su oficio: sentir que supo imponer su manera de entender el texto y que los actores ya se adueñan del escenario y hacen suya la obra. Pepe tiene 68 años y la mirada de un niño alerta y agradecido. Le propongo conversar un rato, se levanta y saluda con una voz gruesa y pausada envuelta por una calidez reconfortante.
El hombre de Cadiz es un monumento del teatro a los 20 años fue Premio Nacional de Interpretación en España y a los 23 dejó la actuación para la dirección escénica. Gestor teatral, director escénico, iluminador y autor, Bablé conoce el Ecuador gracias a su teatro que promocionó durante los 27 años que estuvo dirigiendo el Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz. “A principios de los noventa llevamos hasta siete espectáculos de Ecuador a España en una sola edición”, recuerda el gaditano que valora el teatro latino por ser “muy arraigado con su propia memoria e historiografía, cosa que no ocurre en el teatro europeo que apela mucho más a los elementos estéticos (..) Además la globalización no afectó el teatro latinoamericano que suele tamizar todo a través de su realidad circunstante”.
DE LOS TÍTERES A LA RESISTENCIA
De niño Pepe ya subía al escenario para ver de cerca los títeres que su papá manipulaba para la compañía de la Tía Norica cuyo nacimiento remonta al año 1815. “Me adentraba en aquel retablo viejo de madera donde todo lo que contenía me seducía: desde el olor rancio del entarimado y las cuerdas del telar, hasta el de las telas raídas del vestuario de los títeres y la pintura caída de sus viejas caras”, cuenta el hijo de José Bablé Tello y Ana Cabello Ariza que se conocieron en la Tía Norica.
En su niñez Pepe se hizo teatrero al disfrutar el trabajo como artesano multifacético rescatando los procesos creativos, las historias bien contadas y la mística del público cuya energía puede llevar al comediante a la excelencia.
Bablé difruta “lo efímero, la incentivación del imaginario y la resaca de la inestabilidad. Ninguna representación es similar pero la constante es que cada actor da la vida en el escenario, el actor de teatro tiene que ser perfecto durante dos horas, en el cine basta con serlo 20 segundos para cerrar una toma”, acota el director cuya personalidad no se puede encasillar. “Me gusta tanto poner en escena un monólogo que una obra coral, todos los lenguajes son válidos. Soy un ser apasionado e intento ser honrado conmigo y el público. Se debería incentivar la materia teatral desde la escuela. Acostumbrar a los niños a la palabra que te hace cuestionar. El arte es un espejo donde nos reconocemos”.
También le puede interesar: ‘Lo que hacemos en las sombras’: Comedia de calidad
En cuanto al futuro del teatro Bablé no se preocupa: “El teatro es el arte más antiguo que tiene la humanidad. Ha tenido un gran poder de resistencia y de adaptación a todo lo que se le ha ido cruzando por el camino”, señala el admirador de Laurence Olivier.
En pocos días Pepe regresará a España en busca de nuevos desafíos. El hombre culto y reflexivo se despide con una sonrisa tan infantil como agradecida. De repente me llega a la mente la frase de Pablo Neruda: “El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta”. Definitivamente Pepe sigue jugando...