Valerie López, la cantante canadiense-ecuatoriana que conquistó el frío de Calgary con calidez latina
Se llama Valerie como la canción de Amy Winehouse y desde niña escuchó la música ochentera que tanto amaba su padre, un quiteño que había migrado a Canadá a los 21 años para conocer el mundo y enamorarse de otra quiteña con quien iba a vivir 25 años en Ontario.
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Valerie nació en Toronto, tiene dos hermanas y se siente latina como una bendición de Dios: “Acá en Calgary ocho meses del años son de frío extremo, la temperatura baja hasta menos 40 grados así que la gente solo sale para trabajar y se refugia en casa.
“Como artista siento que la gente me quiere como latina, siempre me dicen que soy cálida y cercana y disfrutan mi música” , acota la cantautora que regresó a Canadá hasta siete años para vivir de la música y de la edición de video que estudió en la San Francisco de Quito.
En Canadá Valerie vive de la música y acaba de cerrar el mejor mes del año. “Acá es una ciudad de ‘cowboys’ y en julio se da el ‘Calgary Stampede’, un festival que tiene un siglo de antigüedad y cuenta con auténticos concursos de rodeo y shows masivos. Son 10 días de fiesta donde puedes dar hasta 4 conciertos al día”, detalla la cantante y líder del grupo VIXIN que acaba de performar ante más de 200 mil personas.
“No sabía de música Country pero tengo la voz adecuada para hacerlo y aprendí a querer este género que te conecta de manera increíble con el público canadiense”, asevera la rockera que disfruta el R&B de Alicia Keys, la voz de Celine Dion y las composiciones de John Mayer.
A tan solo 33 años Valerie es un referente latino en tierras frías. Sus canciones mezclan los dos idiomas y “cuentan como funciona mi mente y como veo la vida”, como lo interpreta en la power ballad “Dearly Departed” y la introspectiva “Cosmonauts”, ambas del álbum Exhibition - 2023).
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El último álbum “Futuro/pasado” acaba de salir y más que nunca se siente la influencia de la música ochentera, del Rock rítmico y de la sensibilidad latina heredada de su abuelo materno, el pianista Nelson Beltrán y de su abuela paterna, cantante y guitarrista.
Valerie es madre soltera y vive con sus dos hijos: Matías de ocho años y Nicolás de seis. “Matías nació en Quito y solo hablaba español cuando llegamos a Calgary. En dos meses se hizo perfectamente bilingüe. En cuanto a Nicolás, nació acá”, cuenta la mamá que tiene como regla de vida hablar español en casa. “Viajamos cada año a Ecuador y mis hijos quieren su cultura latina. Ácá les enseñé a bailar porque ecuatoriano que se respeta sí sabe bailar”, acota entre risas.
Cuando Valerie mira el camino recorrido le invade mucho orgullo. “De niña daba conciertos a mis peluches y cuando era adolescente empecé a cantar en el bar “House Of Rock” en Quito. Siempre supe que iba a cantar pero no sabía si iba a poder vivir de eso. Ya lo conseguí. Tengo shows agendados hasta el próximo año. Sé que siempre podré vivir de lo que me gusta y no hay Plan B, diseñé mi vida para ser artista. Respiro y vibro gracias a la música”.
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Me despido de Valerie y me llaman la atención los tatuajes que adornan sus brazos: “Todos fueron hechos en Ecuador. En Cumbayá, el estudio “Sacred Lines” se convirtió en un lugar donde me refugio cada vez que voy a Quito”.
De repente veo en sus brazos todo lo que hablamos en la entrevista. Un sombrero de vaquero, momentos compartidos con sus hijos y hermanas, una ola simbolizando la canción “Emoji Of a Wave” de John Mayer. Una partidura de vida...