¿Cuánto se lee en Ecuador?

Ileana Matamoros
Ecuador está entre los países de la región donde se leen menos libros por año.

El aprendizaje de la lectura es quizás, el paso más importante que damos en nuestra vida en lo concerniente al desarrollo cognitivo; leer es probablemente lo más difícil que el cerebro humano está en capacidad de hacer. Ver televisión, por ejemplo, es casi como, simplemente, mirar la realidad; leer es un ejercicio muy diferente, al hacerlo interpretamos símbolos. Es importante poder hacer lecturas largas y profundas, es esencial”, explicaba Michael Bhaskar, un prestigioso autor de libros sobre el mercado de la lectura editor de libros digitales, durante el Hay Festival de Cartagena del año pasado en una charla titulada “El futuro de la lectura”. Para él hay dos tendencias que están cambiando los hábitos, y que están haciendo de la lectura larga, cuidadosa, profunda –aquellas que hacemos cuando tomamos un libro–, una tarea cada vez más difícil. Ambas conectadas de distintas formas con la tecnología digital.
 
Por una parte, dice Bhaskar hay evidencia de que la tecnología digital y las redes sociales están reprogramando nuestro cerebro: “Un estudio de Microsoft mostró que, en el año 2000, los seres humanos, en promedio, podíamos mantener la concentración en una tarea durante 12 segundos. Para 2013, este espacio de tiempo ya había caído hasta los ocho segundos, un segundo menos que lo que un pez dorado puede fijar su atención en algo. 
 
Sabemos, pues, que ya estamos peor que los peces dorados”. Y esto dificulta la sumersión en una lectura larga. La segunda tendencia relacionada a estas tecnologías es la impresión de una ocupación permanente en nuestras vidas. “Tenemos siempre que estar haciendo algo: vuelves a casa después de una jornada de trabajo, te sientas y ves televisión, pero al mismo tiempo estás revisando tus e-mails. Y esta ocupación permanente e invasora, es tóxica para la lectura. Leer requiere de tiempo, y entre más ocupados nos mantengamos, menor será el tiempo que podamos dedicar a la lectura”.
 
Ecuador es uno de los países de la región en la que menos libros se leen. Según datos del Latinobarómetro, un estudio sobre consumos culturales de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI), llevado a cabo en 16 países, en Ecuador leemos tres libros por año, en Argentina el número sube a casi cinco, y en México a seis. Más del 40 por ciento de encuestados en la región no ha leído un libro nunca o casi nunca ya sea por motivos de estudio o trabajo o por placer (ocio, entretenimiento, interés personal, etc.).
 
Las cifras del Latinobarómetro y las observaciones de Bhaskar son coherentes con los resultados de una encuesta del Instituto Ecuatoriano de Estadísticas y Censos (INEC) donde trataron este tema, hace varios años, que concluye en que tres de cada 10 ecuatorianos no tiene el “hábito de leer”. De esos ecuatorianos que “no leen”, el 57 por ciento contestó que no lo hace “por falta de interés” y el 32 por ciento por “falta de tiempo”. Los restantes justificaron tener “problemas de concentración”.
 
 
Pero es importante observar otras perspectivas, tal como lo señaló el fundador del Hay Festival, Peter Florence, en el debate de Cartagena. “En los últi- mos 20 años una generación completa ha quedado enganchada a las 2.500 páginas de la narración de las aventuras de un montón de brujos adolescentes. Esta es una generación de chicos que, a pesar de lo que se nos dice está preparada para pasar 58 horas (el tiempo que necesita el lector promedio para devorarse de cabo a rabo la serie entera de Harry Potter) con un libro entre sus manos. Y no hablo de un chico entre 100. Hablo del 25 por ciento de un grupo entero que afirma estar preparado para enfrentarse durante ese periodo a una obra. Requeriría, de hecho, menos tiempo la lectura de la Biblia en su totalidad. Sería también menos divertido”.
 
Según el Latinobarómetro son los jóvenes lo que más leen, parece obvio que en términos amplios esto refleje la tendencia a que este grupo de edad se encuentre cursando estudios, pero el hábito lector “por motivos de ocio o interés personal sigue siendo mayor entre los más jóvenes”. El 84 por ciento de los entrevistados tiene de 16 a 24 años. Según el INEC el 33 por ciento de los jóvenes que leen lo hacen como una obligación académica (una cifra que va bajando a medida que aumenta la edad), pero el 32 por ciento lo hace solo por conocer más de algún tema y el 26 por ciento para obtener información.
 
Otras conclusiones interesantes arrojó el debate “El futuro de la lectura”, en el mismo Hay Festival: Internet ha hecho de la música y el cine, contenidos mucho más portátiles; esta era una ventaja exclusiva del libro, con lo que ha perdido terreno frente a aquellos productos culturales. Hace pocos años las encuestas decían que los niños no querían leer, pero el mercado de los libros infantiles se ha duplicado durante la última década.
 
Si interpretamos lectura de la forma más literal, es mayor ahora que en cualquier momento de la historia. Hoy los días pasan entre e-mails, documentos, periódicos en línea, redes sociales. Y sobretodo hay muchos más buenos libros publicados (online y en papel) que hace 10 o 50 años ¿Por qué? Porque hay más gente en el mundo, y porque la gente disfruta contar y leer historias.