25 años de despenalización sin justicia o reparación: el porqué de la memoria histórica LGBTI+
Durante décadas, la población LGBTI fue víctima de desapariciones forzadas, torturas y violencia sistemática en Ecuador, una cruel historia sobre la cual todavía no se ha hecho justicia, a pesar de cumplirse 25 años desde que se despenalizó la homosexualidad. Dos iniciativas en Quito y Guayaquil apelan a la memoria histórica como derecho para no olvidar y conseguir una reparación simbólica.
Cuando Fernando Orozco tenía 21 años decidió salir a caminar por la histórica avenida 9 de Octubre de Guayaquil, la “calle de los próceres”. Sus ademanes atrajeron a un contingente militar que lo detuvo sin darle explicaciones. Lo llevaron a un destacamento, lo tomaron de los brazos como crucificándolo y empezaron a azotarlo. “Fueron como 40 latigazos”, lo dice con la voz quebrada, ahora de un hombre de 61 años.
Tres años después, en 1986, durante el Gobierno del presidente León Febres Cordero, Fernando esperaba a un amigo en la calle Vélez. Un patrullero se le acercó, entregó sus documentos y aunque todo estaba en orden, los policías lo treparon a la fuerza al vehículo, le dieron un toletazo que le partió la cabeza y en pocos minutos fue llevado al Cuartel Modelo. Él recuerda que solo quien tenía dinero podía convencer a los policías de salir, pero no era su caso.
“Había tres delincuentes que mandaban ahí, yo tuve que ceder ante uno de ellos porque o era una violación de varios, o era uno solo que me ofreció protegerme de los demás pues en ese tiempo a nosotros no solo nos agredían y nos discriminaba la policía, sino la misma sociedad civil, hasta los delincuentes”.
Estas son dos de las seis ocasiones en las que Fernando fue víctima de violencia policial y como consecuencia de los arrestos, víctima también de agresiones sexuales, únicamente por ser gay.
A Nebraska Montenegro la policía la torturó varias veces. A inicios de la década de los 90, cerca del Ministerio de Defensa en Quito, un patrullero la detuvo mientras caminaba con un grupo de amigos hetero. A todos los pusieron contra la pared, pero a ella la obligaron a arrodillarse dándole toletazos en las piernas. Terminó en prisión por ocho días. “Si salíamos en el día nos cogían presos, si salíamos en la noche nos cogían presos también porque éramos hombres vestidos de mujer, así nos llamaban”.
El Ecuador de aquel entonces penalizaba la homosexualidad, obligaba a las personas trans a esconderse y a los hombres gais a “disimular” sus ademanes. Y si daba la causalidad de que la persona tenía noción de derechos civiles y protestaba, las agresiones eran peores, según los relatos de “Los Fantasmas se Cabrearon” de Purita Pelayo, el libro que recoge las crónicas de la despenalización de la homosexualidad en Ecuador.
Las aprehensiones eran hasta grupales. En un “día gris” como lo nombra Fernando, él y todos sus compañeros trans y gais que trabajaban en una peluquería dentro del centro comercial El Gran Pasaje de Quito, fueron arrestados, nuevamente sin explicaciones. Ocurrió en el año 1988.
“Tenían acuclillados a todos los estilistas y gais y travestis, acuclillados afuera de la plaza y había buses de la policía, había gente de televisión, había prensa escrita y ya no pude correr para ningún lado, nos llevaron en buses hacia un cuartel”. Al día siguiente fueron trasladados al Centro de Detención del antiguo Penal García Moreno, en donde fue abusado sexualmente, él y varios de sus compañeros.
Fernando, Nebraska y Purita son parte de los sobrevivientes del 516, el nefasto artículo del entonces Código Penal ecuatoriano, bajo el cual su propia existencia era un delito. Muchas otras no sobrevivieron, sus cuerpos aparecían a las afueras de la ciudad, en las lagunas de Quito o en la calle Perimetral de Guayaquil, golpeadas y con las extremidades amarradas.
El 25 de noviembre de 1997, estos sobrevivientes junto a varias organizaciones de Derechos Humanos, defensores y la primera asociación LGBTI+ del Ecuador, Coccinelle, lograron reunir 1450 firmas que fueron presentadas ante el Tribunal Constitucional para declarar inconstitucional el primer inciso del artículo 516. Un día como hoy, hace 25 años, la legislación ecuatoriana oficialmente reconocía a “los homosexuales” como “titulares de todos los derechos de la persona humana”.
¿Por qué 25 años sin criminalización no han podido eliminar el odio y la discriminación contra esta población? En Ecuador, hasta el 14 de noviembre se registran 23 transfemicidios y asesinatos de personas LGBT+ en lo que va del 2022, según el informe Runa Sipiy de la Asociación Silueta X. La cifra supera a la del 2021, pero no hablamos de números, sino de personas, de víctimas.
La respuesta a la pregunta anterior, según la fundadora de la organización de DDHH Mujer&Mujer, Lía Burbano, radica -en parte- a la falta de memoria histórica, ese derecho que implica identificar y visibilizar a las víctimas sobrevivientes. Años de desapariciones forzadas, torturas, detenciones ilegales y brutalidad policial, y sin embargo no hay culpables, tampoco hay un resarcimiento del Estado como demanda la justicia internacional en estos casos.
En este reportaje, Vistazo recoge dos iniciativas para crear memoria histórica sobre una población que por años ha sido despojada de sus derechos y de la noción de lo humano.
"LAS MARICAS NO OLVIDAMOS"
Cuando Andrea Alejandro Fiallos fue al velorio de su compañera trans Cassandra, encontró que su familia había botado todas sus pertenencias. “Me dio esa sanción de que nuestras vidas eran tan indignas que ni siquiera nuestros objetos valían la pena atesorar”. Desde entonces, y como no existía en el país una sistematización del proceso de despenalización de la homosexualidad, decidió darle un propósito al repositorio de objetos de personas trans que durante años había coleccionado.
Durante cinco años se ha dedicado a generar un archivo de objetos de quienes participaron en la despenalización, considerando a estos objetos como testigos de sucesos que permitan reescribir parte de la historia LGBTI+ en Ecuador. La matrioshkita de Carlita, el nacimiento de La Pelo Negro y Salvaje, los artículos de manicure de Éricka, los anillos de Samira la Única, los casetes de Samira La Picola, entre otros.
“Es importante para que nos demos cuenta de todo lo que hemos hecho y cómo se sigue repitiendo, si no hay memoria histórica pareciera que cada vez fuesen nuevas las cosas, pero no lo son, no son nuevas las opresiones, las luchas no se consiguen de la nada”.
Dos delfines bicolores flotando sobre un coral marino eran el único objeto de reminiscencia de las playas ecuatorianas que tenía ‘La Pajarito’ en Italia. Una sección del archivo cuenta el exilio al que se vieron forzadas decenas de mujeres trans que, ante la violencia y la precarización económica, tuvieron que huir del país.
“Los Hombres del Triángulo Rosa”, el libro sobre la persecución de los homosexuales en la Alemania nazi que inspiró a Purita Pelayo a escribir “Los Fantasmas se Cabrearon”, también es parte de este museo de la memoria que el 19 de agosto de 2022 fue llevado al ámbito performático, a través del proyecto de tesis de Grado de Alejandro en la Universidad de Las Artes, titulado: “Archivos Disidentes: poéticas para un teatro de objetos”.
Junto a este proyecto surgió también “Las Maricas No Olvidamos”, un espacio cooperativo para la sistematización, restauración, protección y difusión de los archivos sexo-disidentes en Ecuador, conformado por activistas, archivistas, historiadores e investigadores. Gran parte de su archivo fotográfico pertenece a Gonzalo Abarca, uno de los precursores del movimiento que logró la despenalización.
“A través de las fotos tú ves que tienen afectos, que tienen casa, que se van de viaje, que leen, que ríen, que bailan que hacen cosas como todas las otras personas y que además no son solamente cifras, son nombres, historias de vida detrás, eso es lo que nos interesa, acercarte a que puedas mirar y pensar ¿qué hubiera sido de esta persona si la hubiéramos dejado vivir?”, comenta Alejandro, quien empezó en el activismo LGBTI+ desde los 15 años.
UN MUSEO DIGITAL DE LA HISTORIA LGBTI+
“Persecución brutal”, “Gases lacrimógenos impiden misa ‘gay’”, “Las estadísticas gays no mienten”, “Homosexuales: hay 12 denuncias de excesos”, son algunos de los titulares que conforman el archivo hemerográfico del MUME: Museo de la Memoria LGBTI+, recortes viejos de periódicos que documentan la violencia a la que fueron sometidos antes e incluso después de la despenalización.
Los encargados de este museo en línea, Gledys Macías y Andy Romero, se encargan de sistematizar varios materiales documentales en torno a la diversidad, como periódicos, volantes, revistas, fanzines y boletines, con el propósito de evitar que la sociedad borre esta sangrienta lucha por los derechos, así como los nombres de quienes fueron sus protagonistas.
La idea de crear MUME nace de una vivencia de Gledys en su vida universitaria. Durante la producción de su proyecto de titulación en Artes de la Universidad Central, buscaba nombres de compañeras trans que habían sido asesinadas y notó que la única forma de obtenerlo era a través de reportes de prensa, pues antes de la conformación de la organización Silueta X, no existía un registro oficial.
“Bien o mal estos sistemas de prensa, aunque con su nota muy escandalosa, ridiculizante y absurda, se convirtieron en unos archivos que permitieron en el caso de Coccinelle sistematizar la violencia y con ellos plantar la demanda de despenalización”, asegura Gledys, quien trabaja en la Fundación de Museos de Quito y dirige la escuela de transformismo “Transforma” en la capital.
Una gran cantidad de estos archivos provienen de Alexis Ponce y la Fundación Equidad, piezas clave en la lucha por la despenalización.
“José Miguel Moreira, quien participó en las jornadas de recolección de firmas en la Plaza Grande, apareció muerto, con las manos atadas, a orillas del Machángara el pasado 10 de septiembre”, menciona uno de los recortes de 1997, meses después de declararse inconstitucional el artículo 510.
Otro reporte de prensa del 14 de diciembre de 1997 reporta sobre las agresiones con cachazos, puñetazos y gases lacrimógenos, que sufrieron dos mujeres trans: “Les dijeron que adonde quiera que acudieran, derechos humanos o autoridades del Ministerio de Gobierno, no les importaba, porque sus vidas no valen un centavo”. Los acusados eran agentes “del orden”.
Cada semana, el MUME recuerda en su “Muro de la Memoria” el nombre de una víctima fatal de la violencia sistemática contra esta población. Además, cuentan con una serie de podcasts de entrevistas para conocer los sucesos que dejaron huella en la memoria LGBTI+.
DENUNCIA DE LESA HUMANIDAD CONTRA ECUADOR
La memoria histórica es el cúmulo de experiencias de una población. De acuerdo a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, su importancia radica en que solo con el reconocimiento del pasado se puede asumir un conjunto de lecciones aprendidas y lograr que aquello que afectó negativamente a un grupo de personas, no se repita.
La defensora de DDHH, Lía Burbano, hace hincapié en la nula reparación simbólica de las mujeres trans y hombres gais que fueron apresados, torturados y humillados. Situación alineada a la falta de voluntad política y compromiso gubernamental para erradicar la discriminación y violencia en Ecuador, pues la única vía para lograr esta transformación es la educación y poco o nada se habla en las escuelas, colegios e instituciones sobre homofobia, racismo, machismos, etc.
“Se considera el femicidio como una pandemia dijo el presidente Lasso, bueno actuemos como actuaron frente al Covid, movamos todos los recursos, movamos todo lo necesario para atender a la violencia basada en género como hicimos con el Covid. Pero no hay proyección de eso”, añade Burbano.
Actualmente hay una denuncia por delitos de lesa humanidad contra el Estado ecuatoriano, debido a la persecución de personas LGBTI+ en las décadas del 80 y 90. Fue presentada el 17 de mayo de 2019, pero el proceso avanza lentamente.
Nebraska Montenegro, actual líder de Nueva Coccinelle, junto la ONG INREDH, plantaron la demanda ante la cruel invisibilización de la sociedad ecuatoriana, “no ha habido ningún detenido o sentenciado por estas muertes, las sobrevivientes estamos muriendo una a una y no hemos visto justicia, ni reparaciones”.
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Entre lágrimas, Fernando concluye que de niño jamás imaginó el sufrimiento que marcaría toda su vida juvenil y adulta, a causa del odio de una sociedad por su orientación sexual. Dice que está cansado, pero que hasta su último respiro va a seguir luchando por la justicia de los sobrevivientes del 516, para que los nombres de Pachi Coellar, Fernando Pineda, Anastacio Yagual, Gaby Rojas, María Jacinta Almeida, entre muchas otras o otros, no queden en el olvido.