Productores de larvas y nauplios ajustan sus sistemas de producción
La disminución de las exportaciones y la caída del precio del camarón en 2020 afectó a los laboratorios de larvas y nauplios. Estas ‘maternidades’ del crustáceo dejaron de producir entre un 20 y 30 por ciento, según datos de la Asociación de Laboratorios de Producción de Larvas de Camarón de la provincia de Santa Elena ( Asolap).
El presidente del gremio, Rafael Verduga, explica que debido a que las plantas empacadoras no pudieron seguir procesando el producto, muchas fincas se quedaron con los animales en las piscinas y ya no sembraban. Como consecuencia los laboratorios no tuvieron a quién venderle la larva, generando un represamiento en el mercado.
En junio pasado se calcula una pérdida de 2.500 millones de larvas, equivalentes a aproximadamente siete millones de dólares.
Gabriel Bellettini, propietario del laboratorio Camarón Forte, cuenta que la situación fue crítica para su segmento, pues a diferencia de las fincas que pueden mantener el camarón en sus piscinas por un tiempo, la larva no puede exceder la biomasa en los tanques porque muere. “Llega un momento en que se pierde menos desechándola que continuar alimentándola”, asegura.
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Esta empresa vende entre 30 y 40 por ciento menos de lo que hacía antes de la pandemia. Una situación que se agrava con la falta de liquidez del sector camaronero. Quienes están en esta actividad se ven obligados a vender la larva a sesenta y hasta a noventa días de plazo, lo que genera la necesidad de tener un capital para absorber esos plazos.
Para este laboratorio, que inició sus actividades en 1990 como respuesta a la depredación de la larva salvaje, continuar con la actividad se ha vuelto una cuestión de resistencia, pues hay que trabajar con poca utilidad, pero produciendo un producto de primera.
Un panorama distinto lo vivió Ecufriendly, este laboratorio a pesar de los inconvenientes que trajo la pandemia pudo contra todo pronóstico cumplir con su plan de expansión. Su gerente general, Juan Sebastián Iturralde, cuenta que empezaron el año produciendo entre 40 y 45 millones de larvas de camarón y cerraron el 2020 con 80 y 90 millones.
El productor reseña que debido al temor que existía por el virus entre los meses de marzo, abril y mayo muchos laboratorios dejaron de sembrar, lo que causó desabastecimiento del productto y una alta demanda por parte de las fincas.
“Nosotros por suerte decidimos sembrar y pudimos conseguir nuevos clientes sin subir el precio. En esa primera etapa nos fue bastante bien”, menciona.
La segunda -agrega- debido a los problemas con China y el bloqueo a ciertas empacadoras el panorama fue más complicado, porque los camaroneros ya no sembraban, mientras que los laboratorios ya habían retomado su actividad y tenían larva estoqueada.
Este desequilibrio fue el responsable de la sobreoferta y la razón por la que muchos productores votaron o regalaron sus animales. Iturralde señala que debido a la baja de los precios del camarón y como una forma de apoyar a las fincas decidieron ajustar sus precios.
Para no quedarse con inventario, Ecufriendly está trabajando con un sistema de planificación de pedidos. Es así que en vez sembrar en una sola tanda 80 millones de larvas mensuales, lo dividieron en tres módulos para coincidir los despachos con las necesidades de sus clientes.
Formalización
De acuerdo con cifras de la Asolap, en el país existen alrededor de 400 laboratorios de larvas y nauplios, pero aproximadamente 150 están regulados. Álex El Ghoul, director de la Cámara Nacional de Acuacultura de Santa Elena, estima que hay unas 22 maduraciones en el país, de las cuales solo cinco tienen programas genéticos bien estructurados con su propio banco de reproductores.
El presidente de la Asolap, Rafael Verduga, quiere cambiar esta realidad, por lo que el gremio está trabajando en un reglamento para formalizar el sector, pues menos de la mitad cuenta con los permisos respectivos.
La situación -alerta- ha generado una competencia desleal que afecta a toda la cadena del camarón, pues muchos no cumplen con sus obligaciones laborales o tributarias, o utilizan los reproductores de las maduraciones de los laboratorios que sí hacen trabajos de genética.
El problema de ordenamiento territorial es otra de sus preocupaciones, pues los municipios no regulan el número de laboratorios en determinadas áreas.
“La zona de Mar Bravo, por ejemplo, tiene ocho laboratorios por kilómetro de playa. Hay zonas como Monteverde que tiene alrededor de 20 laboratorios por kilómetro de playa, esto hace que se acumulen descargas y genera problemas de producción”, manifiesta.
La sobrepoblación de laboratorios y la sobre oferta de larvas, añade Bellettini, no solo lleva a una baja en los precios, que al contrario de favorecer al sector camaronero lo afecta pues en muchísimos casos se trata de una larva barata de baja calidad, por lo que pide un mayor control en el tema.