La recuperación del tejido productivo ecuatoriano aún es lenta
La crisis sanitaria mundial producto de la pandemia por COVID-19, representó un gran reto para el Ecuador, pues profundizó sus problemas económicos. En estos tres años no solo el tejido productivo del país se vio afectado, sino también el social. Muchas personas perdieron sus empleos o, en el mejor de los casos, fue reducida su jornada laboral con el efecto de la reducción salarial, lo cual significó menos ingresos de dinero para el trabajador y la familia dependiente.
En el caso de sectores productivos, como el de la micro, pequeña y mediana empresa (MIPYME), también se produjeron quiebras que cobraron puestos de trabajo. Asimismo, aquellas personas y familias que, desde antes de 2020, ya estaban en situación de pobreza su situación se agudizó con el coronavirus.
A decir de Wilson Araque Jaramillo, vicerrector y director del Área Académica de Gestión y del Observatorio de la PYME de la Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador (UASB-E), esta nueva situación del mercado, para el caso de las MIPYME ha sido enfrentada con acciones adaptativas a un entorno que luego de 2020, ya no es el mismo.
“Estos tiempos pandémicos se han convertido para muchas MIPYME, en un momento para autoreflexionar sobre la necesidad de establecer medidas previas para aumentar la capacidad de resiliencia organizacional y, así, cuando una nueva crisis de gran magnitud se presente, esas empresas micro, pequeñas y medianas tendrán las fuerzas para darle continuidad a los negocios que se han creado y funcionar sin mayores dificultades”, manifiesta.
Un ejemplo, de estas medidas -añade- es la creación de fondos de ahorro -por parte de las mismas MIPYME- para afrontar caídas drásticas de los ingresos por ventas, como sucedió en los primeros tres meses de pandemia. De tal forma que, ante la iliquidez tengan un músculo financiero acumulado y expresado por el respectivo ahorro financiero generado.
Wilson Araque destaca que la situación sanitaria sacó a flote la creatividad adaptativa de estos establecimientos, donde la digitalización que explotó se ha ido convirtiendo en su gran salvavidas.
Recuperación
La recuperación del tejido productivo se está dando de forma lenta, advierte Araque, pues además del COVID-19, surgió la guerra entre Rusia y Ucrania y la muerte cruzada ecuatoriana que han afectado la estabilidad social, política y económica del país.
Las universidades juegan un rol importante a la hora de contribuir al “buen diagnóstico situacional pos pandemia”, enfatiza, pues la generación de datos cualitativos y cuantitativos -con la respectiva rigurosidad científica- sirven como referente para el diseño de políticas públicas adaptadas a una nueva realidad.
“Las universidades a través de sus programas de vinculación con la colectividad pueden convertirse en esos agentes conductores de acciones que ayuden a enfrentar los desafíos que han ido surgiendo”, detalla.
En el caso de la Universidad Andina Simón Bolívar, estos desafíos son recogidos desde diferentes frentes. Por ejemplo, las mallas curriculares abordan en sus contenidos temas que, desde el pensamiento crítico y la acción propositiva, pueden incidir en el proceso de transformación de una sociedad.
Otro frente, sobre el cual está respondiendo la UASB-E, es el de la modalidad con la que se imparten las clases en los distintos programas de posgrado. Pues, ahora, la presencia física en el campus universitario está combinada con clases que se dictan utilizando los medios de comunicación digital. “Se ha dado una adaptación directa a las exigencias de un proceso de digitalización multisectorial cuya aceleración, cada día, va en aumento”, enfatiza.
Lea también: Las Mipymes celebran su día en un entorno de retos y oportunidades