La compleja tarea de hacer investigación en el Ecuador
Históricamente las riquezas del Ecuador han sido exaltadas por la abundancia de sus suelos, campos y mares, permitiéndole ser representativo a nivel mundial por sus exportaciones petroleras y no petroleras. A estos recursos, se suma una extraordinaria cantidad de especies que ha llevado al país a ser considerado como un lugar megadiverso, a tal punto que muchos investigadores y científicos son atraídos por conocer especies endémicas o para analizar flavivirus, como el dengue, zika u otras enfermedades causadas por patógenos intestinales.
Natalia Romero, directora de investigación de la Escuela de Medicina de la Universidad Internacional del Ecuador (UIDE), cuenta que el centro sur de la Amazonía fue uno de los puntos de referencia para que su línea investigativa realizara un estudio sobre las Enfermedades Infecciosas Olvidadas. Estas, según la Organización Panamericana de la Salud, son un conjunto de enfermedades infecciosas, muchas de ellas parasitarias, que afectan principalmente a las poblaciones más pobres y con un limitado acceso a los servicios de salud.
Los principales resultados encontrados en la comunidad amazónica ha sido la visualización de enfermedades desatendidas como el dengue, la tuberculosis pulmonar y otras de transmisión sexual en minorías étnicas. “A pesar de que en el país existe una falsa sensación del control de estas enfermedades en toda la población. Su mejoría no se presenta de manera homogénea y hay ciertos grupos en riesgo, incluidos los niños, que requieren beneficiarse de mejores políticas públicas, por eso compartimos estos resultados al Ministerio de Salud, más allá de las publicaciones en revistas internacionales de salud”, explica Natalia Romero.
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En el aprovechamiento de los trabajos científicos locales, Pablo Torres, coordinador del departamento de investigación de la Universidad Técnica Particular de (UTPL) considera que, a nivel de país, aún se ve muy lejana la necesidad de hacer ciencia para generar innovación y conocimiento, citando como ejemplo a varios países, entre ellos Corea del Sur donde se trabaja en conjunto con la universidad, el Gobierno y la empresa privada.
Fondos para investigar
Diariamente la jornada investigativa de la bióloga y científica Patricia Jaramillo inicia a las 07h30, al llegar a las instalaciones de la Estación Científica Charles Darwin en la Isla Santa Cruz. Comienza muchas veces analizando el crecimiento de diversas plántulas de especies en peligro de extinción, luego se dirige al herbario CDS que forma parte de las Colecciones de Historia Natural de la Fundación Charles Darwin para conocer si todo marcha bien con el clima, control de plagas y muchas veces identificación de especies pendientes.
Posteriormente, acude a uno de los sitios de exhibición del proyecto Galápagos Verde 2050, resuelve otras inquietudes de investigadores del proyecto y organiza las actividades del equipo (investigadores y voluntarios) de ambos proyectos, sin dejar de lado los requerimientos administrativos que exige su trabajo.
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Aunque la lista de actividades es extensa, Jaramillo, quien este año fue seleccionada por una televisora internacional, como Mujer Inspiradora, gracias a su mérito científico, menciona que al trabajar en una ONG sin fines de lucro, los investigadores no cuentan con fondos del Gobierno para cubrir sus salarios. Por este motivo, ella junto a su equipo, deben buscar sus propios recursos para costear sueldos, salidas de campo y equipos de investigación. Para lograrlo, escriben propuestas de investigación y publican artículos científicos para acceder a fondos nacionales y extranjeros.
“Saber improvisar y trabajar con el material que tenemos es tan valioso como el trabajo de investigación que hacemos. Muchas veces, cuando los investigadores internacionales visitan las colecciones de Historia Natural y miran que los frasquitos de vidrio donde guardamos las especies son reciclados de envases de café, pero tienen su etiqueta bien colocada, se asombran por lo recursivos que somos”, explica Patricia Jaramillo.
Situaciones como esta se viven a diario en los laboratorios y salidas de campo de diversas universidades del país, a pesar de que el artículo 36 de la Ley Orgánica de Educación Superior determina que las instituciones del ramo de carácter público y particular deben asignar obligatoriamente en sus presupuestos, por lo menos, el seis por ciento a publicaciones indexadas y becas de posgrado para sus profesores o profesoras e investigaciones, en el marco del régimen de desarrollo nacional.
En el caso de la Universidad Técnica Particular de Loja UTPL, la institución ha superado este porcentaje presupuestario, sin embargo, los recursos aún son muy limitados, reconoce Pablo Torres, coordinador del departamento de investigación. Dentro de las visibles necesidades, indica que a nivel científico faltan políticas públicas para tener una mayor internacionalización y acompañamiento de investigadores de experiencia, así como la facilidad de movilidad para la obtención de visas y de otros documentos que se requieren constantemente.
Natalia Romero, directora de investigación de la Escuela de Medicina de la UIDE, afirma que existen serias limitaciones, incluso en la equidad para recibir fondos. “Por ejemplo, solo las universidades públicas pueden recibir acceso a fondos internacionales, como la Organización Panamericana de la Salud, y eso pone al margen a los grupos de investigación de universidades privadas, cuando más bien se debe fomentar su participación y que la regulación sea a todas las universidades por igual”, indica.
En Ecuador, la Encuesta Nacional de Actividades de Ciencia, Tecnología e Innovación registró una inversión en investigación y desarrollo (I+D) de 450,3 millones de dólares en 2014, lo que representó el 0,44 por ciento con relación al PIB, estando muy por debajo de lo recomendado por la UNESCO (1 por ciento). Con relación a la inversión en I+D, la Secretaría de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación (Senescyt) indica que, a través de convocatorias, ha invertido 180,3 millones de dólares en el periodo 2005- 2020, de los cuales el 36 por ciento se destinó a instituciones de educación superior y el 58 por ciento a institutos públicos de investigación.
A partir de la crisis financiera, causada por la pandemia, se evidenció una reducción significativa de la inversión pública, provocando un periodo de limitaciones presupuestarias en el país. Ante esto, la Senescyt considera que es importante incrementar su participación en programas, proyectos o convocatorias internacionales que brindan las membresías vigentes, pero más allá de esta alternativa la realidad investigativa del país plantea grandes desafíos hacia un desarrollo científico y tecnológico que involucre una seria colaboración del sector público y privado.