El planeta necesita más consumidores responsables
¿Se ha preguntado alguna vez qué peso tiene su compra para el planeta? Todo lo que consumimos genera una huella en el medio ambiente y queramos o no, cada elección que hacemos en el supermercado cuenta. Todo apunta a que impulsar el consumo responsable es la única salida para nuestro futuro.
Ser un consumidor responsable es tomar decisiones bien razonadas sobre lo que compramos y apoyamos. Significa consumir menos, elegir opciones más sostenibles, generar menos desperdicios y gestionar adecuadamente los desechos generados.
De acuerdo con el estudio Who Cares? Who Does? de la investigadora de mercados Kantar, en el 2023, el segmento de compradores preocupados por la sostenibilidad llegó al 22%, un 4% más que en el 2022.
El informe revela que entre las tendencias que adoptó el 74% de las personas fue llevar sus propias bolsas cuando van al supermercado o a las tiendas; el 42% utiliza botellas retornables y el 80% opta por un almacenamiento adecuado de los alimentos.
En Ecuador, cada vez son más las personas que tienen un comportamiento responsable en el consumo y que impulsan el reciclaje. Además, existen leyes que se han aprobado justamente por una presión social importante, por ejemplo, la normativa que regula el uso de plásticos de un solo uso.
Ricardo Alvarado, coordinador de comunicación de la Corporación Ecuatoriana para la Responsabilidad Social & Sostenibilidad (CERES), cuenta que los principales cambios que se han creado tienen que ver con el uso eficiente de la energía eléctrica y el agua.
“Hay una evolución sobre la información que consideran importante en las etiquetas, más allá del precio y el semáforo nutricional. Cada vez los consumidores son más escépticos de la información que las empresas brindan. No bastan las afirmaciones que hacen sobre sus productos, necesitan pruebas, sellos y certificaciones avaladas por terceros”, manifiesta.
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Cambios generan cambios
Muchas empresas han identificado las tendencias en el cambio de hábitos de consumo, así como en las inquietudes de las personas en temas relacionados con su operación: emisiones, impacto ambiental y gestión de residuos, entre otros.
Por ello, las compañías se están reinventando en función de las necesidades y preocupaciones de sus grupos de interés. Algunas, han rediseñado sus productos para hacerlos más atractivos para el consumidor responsable.
Sin embargo, Alvarado reconoce que no es barato desarrollar productos sostenibles, con procesos productivos amigables con el ambiente, sin vulneración de derechos, a precios justos, con certificaciones y sellos reales.
“La gente a veces se fija en el precio final, y lo confunde con el valor real del producto. Hay productos muy baratos para el consumidor, pero muy caros en términos de impacto ambiental, en vulneración de derechos como trabajo infantil, precarización laboral, etc. En todos esos productos hay un valor oculto que casi siempre lo termina asumiendo nuestro planeta”, enfatiza.
Si bien el mundo mira a la economía circular como una alternativa a la crisis ambiental, caminar hacia ella requiere también del compromiso de todos.
De los gobiernos para generar una política pública y planes de desarrollo territorial; de las empresas para implementar nuevos procesos productivos, más limpios y eficientes; y de compradores, con hábitos de consumo más amigables con el ambiente.
Solo si estos tres actores trabajan de manera articulada y comprometida se podrá avizorar cambios positivos en favor del planeta.
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