¿Cómo enfrentar la escasez en el hogar?

Gabriela Pinasco
¿Cómo enfrentar la escasez en el hogar?

Menos ingresos familiares, poca cultura del ahorro y casi nula educación financiera. Al duro momento sanitario, la sociedad le suma la crisis económica. ¿Cómo hacer que la sábana se estire más y nadie quede afuera?
 
Carlos, de 35 años, trabaja en una empresa privada. No le bajaron el sueldo pero el bono trimestral que recibía se lo redujeron al 50 por ciento. Su esposa, Ivonne, perdió su trabajo. Ambos, quienes viven en una casa propia al norte de Guayaquil, tienen dos hijos. “Tocó ajustarse a una nueva realidad económica”, dicen.
 
Cambiaron a su hija de escuela, dejaron de pedir comida a domicilio y despidieron a la niñera. “Hoy parte de las compras en el supermercado las hago con la tarjeta de crédito”, explica Carlos. Analiza poner un pequeño negocio de venta por redes sociales de artículos importados “con la ayuda de mis suegros, porque mi esposa no encuentra trabajo y el dinero de su liquidación pronto se le acabará”.

Hasta junio pasado se registraron 270 mil desafiliaciones al IEES, un indicador que demuestra claramente la dramática situación del empleo en el país. Muchos se sumaron a las más de 300 mil personas que ya estaban en desempleo, y a los más de cuatro millones que no tienen un empleo adecuado.

¿Estamos preparados para enfrentar una situación económica compleja desde los hogares? Difícil porque “no hay cultura financiera”, reconoce Gonzalo Vaca, catedrático de la Escuela Politécnica del Litoral. Lo común, dice, es que la gente alargue esta situación endeudándose más. “Creen que excediéndose de su presupuesto, a medida que pase el tiempo, van a encontrar alguna solución para solventar esas deudas”.

Carlos y su familia redujeron los gastos innecesarios porque ya no cuentan con los mismos ingresos que antes de la pandemia. Ellos son parte de los seis millones de ecuatorianos que pertenecen a la clase media.

 
Su análisis tiene sustento: nueve de cada 10 ecuatorianos nunca han recibido una charla o guía de educación financiera, y el 68 por ciento de la población no tiene cultura de ahorro.
 
Estos datos, presentados por el Banco Central en 2018, no han cambiado en la actualidad: la gente no tiene un balance entre sus ingresos y gastos, no dispone de fondos para emergencias, y usa varias tarjetas de crédito que luego se vuelven impagables. Hasta junio pasado, la morosidad de los clientes en los bancos es menor a la del año pasado, pero en las cooperativas y mutualistas aumentó.
“En el hogar no se preparan para ajustarse el cinturón, se piensa en el día a día. Si nos hacen elegir entre mensualizar el decimotercer sueldo o acumularlo, nos vamos por la primera”, explica Paola Ycaza Oneto, coordinadora del Centro de Estudios Económicos y Sociales para el Desarrollo de la UEES.

Para ella, hay que poner los pies sobre la tierra. Desde hace tres meses, Mónica Bedoya y su esposo lo hicieron. Hoy registran cada centavo que ingresa a su hogar para saber cuánto pueden gastar. Antes vivían cómodamente: escuela privada para su hijo de ocho años, comidas en restaurantes y viajes. Todo hasta que fueron despedidos: ella de una agencia de viajes y él de una firma petrolera.

Con la liquidación que recibió su esposo inmediatamente pagaron las deudas de tarjetas de crédito y lograron, junto a un familiar que se dedica al comercio, montar una tienda de barrio y hacer entregas a domicilio, además de preparar postres. Aunque recaudan menos de la mitad de lo que antes ganaban, esto les permite sortear el momento.

“Nunca imaginé contar cada centavo para llegar a fin de mes”, dice Mónica. Sin embargo, aplicó principios básicos de educación financiera: revisar y suspender gastos innecesarios, tener un registro de ingresos y gastos, adelantar los pagos de tarjetas para evitar intereses indiscriminados y emprender un negocio con el dinero disponible. Esto lo confirma Jairo Rivera, coordinador del Curso de Gestión de Finanzas Personales y Emprendimiento de la Universidad Andina Simón Bolívar.

 

 
 
Mónica Bedoya y su esposo perdieron sus empleos. Pusieron una tienda de barrio y entregan víveres a domicilio. Es uno de los emprendimientos tradicionales en Ecuador.
 
Pagar las deudas con los bancos genera un buen historial que ayuda a obtener créditos en caso de ser necesario. Y cuando el pago mensual de la tarjeta de crédito ya no es sostenible, en última instancia, es válido refinanciar. “Se hace un abono al capital que se debe, del mayor monto que se pueda, para reducir los intereses y refinanciar a un plazo holgado y apropiado a la nueva realidad”, indica Vaca, de la ESPOL. La tarjeta de crédito, agrega, debe quedar para las emergencias.
 
Daniel, de 35 años, acumuló alrededor de 17 mil dólares de consumos con la tarjeta de crédito; tenía un sobregiro. “Mi pago mínimo mensual llegó a 1.200 dólares, realmente una cifra impagable. Me extralimité”, señala preocupado. Llegó a un acuerdo de pago con su banco de 36 cuotas por 580 dólares mensuales. “Igual es duro pero me da oxígeno para usar el resto de dinero en cosas prioritarias”.

Acciones básicas
Sobrevivir a la crisis es posible pero, ¿se puede ahorrar o emprender fácilmente? Según la encuesta de consumo en los hogares del INEC, en Ecuador el 41 por ciento de familias tienen más gastos que ingresos, concentrado en los quintiles más bajos para quienes ahorrar es complicado.

Esto puede agudizarse: según un estudio de la Cámara de Comercio de Quito (CCQ) y la Universidad de las Américas (UDLA), un 77 por ciento de hogares tienen menos ingresos porque perdieron sus trabajos o redujeron sus salarios.Pese a eso, siempre es posible ahorrar.

Las clases altas pueden prescindir de viajes, ropa o artículos suntuarios. Si bien para quienes ganan el sueldo básico es más difícil, hay alternativas, dice Rivera. “Varios miembros de una familia o de un barrio pueden unirse para comprar los productos alimenticios y de limpieza al por mayor. Esto generaría un ahorro. Este tipo de economías asociativas no solo ayudan a optimizar el gasto, sino que evita que se compren cosas innecesarias cuando vamos a la tienda o al supermercado”.

Quienes van a los supermercados apuntan a las promociones, sobre todo de productos no perecibles pese a que sean más unidades. “Divido el valor total para ver si el unitario me conviene; son ahorros de centavos que hoy influyen”, rescata Graciela, de 42 años. Ella también reconoce que las marcas propias de los supermercados son una opción interesante. “Generalmente son los más económicos”, puntualiza.

Un comportamiento atípico, ya que el ecuatoriano promedio parece ser un comprador compulsivo. Eso se evidenció al principio de la pandemia: un estudio de la facultad de Ciencias Administrativas de la Escuela Politécnica Nacional (EPN) encontró que el 53 por ciento de más de 600 familias encuestadas incrementó sustancialmente sus gastos en alimentos, alcohol y productos de limpieza, e incluso golosinas y licor, en el primer mes. “Por una parte fue normal que la gente quiera abastecerse, pero también es falta de cultura financiera y poca conciencia de los gastos”, dice Odette Pantoja, profesora que lideró el estudio.

Muchos de esos gastos fueron cargados a las tarjetas de crédito sin pensar que luego, por falta de empleo, podría ser difícil pagar. Por eso es lógico que de los 10 mil millones de dólares que la banca privada difirió a personas y empresas que no podían pagar sus cuotas mensuales, el 45 por ciento fueron en créditos personales y tarjetas.

 

 
 
Todo pesa
Pablo Paillacho trabajó durante 33 años como técnico de mantenimiento de las aeronaces de Tame. En la pandemia economizó al máximo, pero siguió pagando la colegiatura y universidad de sus tres hijas. Fue despedido por el cierre de la empresa; con la liquidación espera saldar las deudas de tarjetas de crédito y un préstamo con el IESS. Si le que da algo, emprender más que sea vendiendo hot-dogs porque duda que pueda conseguir trabajo en su especialidad, ya que el sector aéreo es uno de los más golpeados.
 
Pero emprender ahora es relativo. Un 39 por ciento de encuestados por la Cámara de Comercio de Quito (CCQ) y la UDLA dijo que montar un negocio propio en estos momentos es nada importante. “Esto se debe a que las prioridades ahora son alimentación y salud, y mucha gente se ha volcado a eso”, dice Sebastián Chiriboga, especialista en emprendimiento de la CCQ.
 
De todos modos, cualquier emprendimiento debe ajustarse a los cambios tecnológicos: manejar redes sociales para estar visibles y ofertar promociones, tener una base de datos de los clientes, habilitar transacciones digitales y garantizar condiciones de bioseguridad. “Todo esto así sea una tienda de barrio, porque eso ahora es el valor agregado, va a marcar la diferencia en el negocio”, explica Chiriboga.
Es preferible, dice Gonzalo Vaca, de la ESPOL, que se emprenda ajustado a la realidad económica de la persona, es decir, sin depender de un crédito. “El emprendimiento no debe ser tan grande como uno espera. Hay que partir desde abajo, invertir hasta donde dé la sábana”. Esto puede servir, agrega, como un segundo ingreso económico para un hogar donde al menos alguien mantiene su empleo.

Vaca señala, además, que en los hogares se ha perdido la costumbre de colocar una alcancía para ahorrar. “Quizá uno cree que eso no es significativo, pero por supuesto que es importante desarrollar nuevamente ese sentido del ahorro, de poner un dólar o centavos...”.

Todos los especialistas concuerdan en que es peligroso no contabilizar o valorar los gastos hormigas, llamados así a los pequeños montos, en algunos casos de centavos. “En su frecuencia se convier ten en un gasto importante. Muchos dicen “se me fue el sueldo y no sé en qué”, pero la realidad es que además de los pagos fijos, omitimos esos pequeños valores que los tenemos todos los días”.

Algunos de esos gastos hormiga son tradicionales: un café, dulce o la propina... Otros gastos más recientes: el pago por el servicio a domicilio para mantener la cuarentena. “Esos gastos que no se sienten individualmente pero sí cuando se acumulan”, puntualiza Francisco Briones, especialista económico.

Ese gasto hormiga, dice, puede significar un ahorro para solventar el pago del plan de telefonía celular, para el combustible o el transporte público.

Si algo se debe rescatar de esta situación compleja, dice, es la mentalidad de ordenar las finanzas de ahora en adelante, “no solo hacerlo en momentos de crisis”. De hecho, explica que cuando da un curso sobre esto y pregunta cuánto gastan al mes, "nadie me dice con seguridad un valor exacto; todos lanzan un número similar a lo que ganan”.

Nadie está conforme con sus ingresos, pero es necesario enfrentarse con la vida real, agrega. “Date el estrellazo, ajusta tus gastos, incluye un ahorro, y proyéctate así”.

¿Hemos aprendido algo de esta nueva realidad? Una encuesta de la empresa Ipsos muestra que el 89 por ciento de consultados creen que después de superar la crisis, el ahorro es lo más importante en su vida y la de su familia. Estrellarse es lo difícil pero quizá si algo rescatamos de es-ta pandemia es que seamos más responsables con los ingresos y gastos.
 

 
* Formulario donde puede detallar sus gastos, por categorías, y así elabore automáticamente un presupuesto personal o familiar:
 
 
 
Elaborado por: Gonzalo Vaca, catedrático de la Escuela Politécnica del Litoral (Espol).