¿Cómo debo alimentarme después de los 50?
Mantener una alimentación saludable es un aspecto esencial en las diferentes etapas de la vida. Los niños necesitan una dieta que fomente su crecimiento, los adultos requieren una alimentación que les proporcione energía y les ayude a prevenir enfermedades, mientras que los adultos mayores deben adaptar su dieta a los diversos cambios físicos y de salud, para evitar un mayor riesgo de enfermedades.
La nutricionista Paola Sánchez afirma que con el paso del tiempo, en especial al llegar o pasar los 50 años de edad, es fundamental prestar atención a la calidad de alimentación. En ese sentido, la máster en dietética y nutrición humana, considera que es necesario priorizar una alimentación más natural, para garantizar el aporte de vitaminas y minerales.
Esto incluye consumir una variedad de frutas, vegetales, granos, proteínas como pollo, pescado, cerdo y grasas saludables como aguacate, aceite de oliva virgen extra y aceitunas.
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Sin embargo, entre esta etapa pueden surgir distintas adversidades que afectan la calidad de vida y nutrición en los adultos. “Muchos adultos compran galletas integrales, por pensar que son más sanas, sin darse cuenta que son productos altos en sodio y con grasas trans”, asegura.
Otra equivocación es dejar de priorizar el consumo de proteína de origen animal, lo que provoca deficiencias nutricionales, anemia o pérdida de masa muscular. No incluir suficiente fibra en una dieta también puede ocasionar problemas digestivos y de estreñimiento.
Ignorar la hidratación es un descuido común a medida que la persona envejece, afectando la función cognitiva y la salud renal. Por ello es importante beber al menos dos litros de agua al día.
Seguir una dieta monótona y limitada en variedad de alimentos, también ocasiona la disminución de nutrientes y minerales, como el calcio, vitamina D, B12 y hierro, por lo que en ciertos casos varios nutricionistas consideran necesario el consumo de suplementos.
¿Rechazo a las dietas?
Un estudio etnográfico realizado por investigadores de la Universidad de las Américas y de la Universidad de Cuenca, examinó las prácticas alimentarias de los adultos mayores del sur de Ecuador, evidenciando que a menudo existe una desconfianza en los consejos de los nutricionistas cuando implementan cambios en sus prácticas dietéticas.
Al examinar sus hábitos alimenticios, los investigadores comprobaron que su escepticismo no era un desprecio manifiesto por el conocimiento nutricional del experto, sino el resultado de prácticas culturales, combinadas con la desinformación, limitaciones financieras y otros.
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Adicional a ello, la forma en que los interlocutores reaccionaron a los llamados de atención de los especialistas se tradujo en un rechazo de una parte o de todos sus consejos, encontrando un soporte informal, por parte de vecinos, amigos y familiares.
Alrededor de la etapa dorada, también existen otras contrariedades nutricionales por abordar. Gabriela Santana, nutricionista y dietista del Hogar del Corazón de Jesús, ubicado en Guayaquil, afirma que estos desafíos abarcan factores físicos, como problemas de masticación y deglución, discapacidades y deterioro sensorial.
“Las interacciones entre fármacos y nutrientes y los factores psicosociales, como la pobreza, hábitos alimentarios inadecuados y la soledad, también afectan a la alimentación del adulto mayor”, menciona.
Para asegurar una buena calidad de vida en la etapa de adulto mayor, desde el ámbito nutricional, Santana recomienda anticipar la adopción de un programa adecuado a partir de los 20 años, lo cual ayudará a prevenir enfermedades relacionadas principalmente con una mala alimentación.
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