Thomas Piketty: “Es posible corregir el rumbo”

Redacción
“Es crucial que un país tenga emprendedores

Desde los tiempos del británico John Maynar Keynes, uno de los mayores pensadores económicos del siglo XX, ningún otro trabajo de un economista ha despertado tan acalorados debates como “El capital en el siglo XXI”, del francés Thomas Piketty. El libro trae un análisis histórico de la evolución de la riqueza y la desigualdad en las sociedades capitalistas y propone remedios para los males que genera, como la adopción de un impuesto progresivo de hasta 80 por ciento sobre el patrimonio de los más ricos.

Piketty rápidamente se convirtió en la vedette de los ganadores del premio Nobel alineados con la izquierda como son Paul Krugman y Joseph Stiglitz, pero también vio que la consistencia de los datos en que se basó su libro fue duramente cuestionada –por ejemplo por una amplia investigación del periódico británico Financial Times.

En una entrevista concedida en su oficina en la Escuela de Economía de París, donde es catedrático, defendió su investigación y trató de no asociarse con ningún campo político. Sostuvo: “Fui beneficiado por pertenecer a una generación que tuvo un mayor acceso a los datos, gracias a la tecnología y no necesariamente movida por la ideología”.

Usted dedicó toda su carrera a la investigación sobre la desigualdad. ¿Por qué le atrajo tanto el tema?
La división de la riqueza siempre fue un tema central para la política y la economía. De todos modos mi motivación se debió a que percibí que un tema tan interesante no tenía muchos datos disponibles para la investigación. Poquísimas personas han estudiado la desigualdad desde el punto de vista histórico. El debate siempre existió, pero sin datos en qué basarse. Nadie había hecho una investigación en los archivos fiscales de los diferentes países, para analizar, por ejemplo, la desigualdad en el mundo. Parecía ser tan solo un trabajo histórico para los economistas y demasiado económico para los historiadores. La originalidad de mi investigación se encuentra en unir estas dos perspectivas y contar la historia del dinero a lo largo de los últimos siglos.

En cuanto a la propuesta de mayores impuestos a los ricos, aplicada por el presidente francés François Hollande hace algún tiempo, usted parece bastante alineado con el socialismo francés.
Soy parte de una generación de pos Guerra Fría. Tenía 18 años cuando cayó el Muro de Berlín. Nunca me tentó el comunismo. Durante la Guerra Fría era muy difícil avanzar en el debate sobre el tema, porque había un enfrentamiento político muy fuerte entre los dos bloques. Esto acabó y además el hecho de que los datos son más accesibles, nos permite retomar este tema que fue uno de los grandes debates del siglo XIX, a estudiar, las razones para la desigualdad en el capitalismo.

¿Usted piensa que el capitalismo es un sistema que necesita ser superado?
Yo creo en el capitalismo, el libre mercado y la propiedad privada, no solo como el origen de la eficacia y el crecimiento sino también como un elemento de la libertad individual. Soy muy positivo en cuanto a esto. Más bien hallo un riesgo en que no demostremos que existen formas de repartir las ganancias en la globalización de manera más equilibrada. Para que el proceso virtuoso del capitalismo continúe, es preciso que todos se beneficien. Caso contrario, surgen tentaciones como las que asombran a la Europa de hoy. Cuando no se consigue resolver los problemas domésticos y sociales, se tratan de encontrar culpables, que hoy son los inmigrantes, en Alemania, China o cualquier país.

El periódico británico Financial Times publicó un reportaje que contradice la base de su investigación histórica, que es justamente el aumento de la desigualdad desde 1970. ¿Es inconsistente su base de datos?
De ninguna manera. Voy a ser muy claro sobre esto. No hay ningún error en mi investigación. Es evidente que puede ser mejorada. Por esto es que todo fue colocado en Internet. Sin embargo, las pequeñas correcciones hechas por el Financial Times, con las cuales no estoy de acuerdo, tienen impacto mínimo en el resultado general. En el caso de los datos del aumento de la desigualdad en Estados Unidos, las investigaciones más recientes de los economistas Emmanuel Saez y Gabriel Zucman de la Universidad de California, confirman y refuerzan mi estudio. En el caso de Gran Bretaña, otra de las críticas del periódico, es obvio que las investigaciones que son basadas en declaraciones del impuesto a la renta que son entregadas por los propios contribuyentes no son un cuadro fiel del aumento de la renta en ningún lugar del mundo, todo lo contrario de lo que afirma el periódico. Es un hecho todos los rankings de la riqueza indican que los más ricos están cada vez más ricos, y cada mes más rápido, por lo que yo no estoy equivocado. Es apenas un dato que el periódico quiere ignorar. Encuentro que ellos están con miedo de mi libro pero deberían estar con miedo del aumento de la desigualdad.

¿Está de acuerdo con la tesis de que el crecimiento económico es la herramienta primordial para mejorar la vida de las personas y no las medidas distributivas creadas por ley?
No creo que el crecimiento de la riqueza sea algo inútil. Para los países emergentes, el crecimiento es la llave para el desarrollo y el mejoramiento de la calidad de vida. Es fundamental, pero no es suficiente. Es preciso combatir la desigualdad. Si observamos a los países ricos, sabemos que la riqueza en el tope de la pirámide (uno por ciento de la población) avanza tres veces más rápido que el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB). Eso va a ocurrir eventualmente con los países emergentes también. ¿Hasta dónde llegará esto? Yo no sé. No poseo certeza respecto a las tasas de crecimiento de los años que vendrán. Si los países ricos consiguieran crecer a más del 4 por ciento al año, la desigualdad tendería a equilibrarse. Pero no existe evidencia de que esto va a ocurrir. Entonces es mejor examinar las cosas en caso de que esa tasa no ocurra. Lo que yo digo en mi libro es que se necesitará transparencia sobre la renta de la riqueza de los individuos. Eso servirá para que podamos producir informaciones sobre la evolución del nivel de renta y del patrimonio y en consecuencia, fortalecer nuestra democracia, para que disponga de más datos sobre ella misma.

La base para su tesis sobre la desigualdad es la relación r › g, según el cual la renta sobre el capital (r) es siempre mayor que el crecimiento económico (g). ¿Por qué para su tesis es tan vital relacionar las dos variables, una microeconómica y otra macro?
Son dos variables de naturaleza distinta. Sin embargo la comparación entre r y g es importante, porque una diferencia muy grande entre ellas significa que la desigualdad inicial de la riqueza tiende a ampliarse al punto de amenazar la estabilidad de muchos países. La idea de comparar estas dos variables no es novedad. Cuando en una novela del escritor francés Balzac, quien vivió en la primera mitad del siglo XIX, esa preocupación es muy clara en un período de crecimiento nulo y retorno sobre el capital del 4 al 5 por ciento al año. Esa relación es, inclusive, la base de la sociedad tradicional, pues permite que un gran propietario viva de la renta de su patrimonio. Un punto crucial de mi libro es mostrar que la industrialización no cambió fundamentalmente esa dinámica, aunque se haya cambiado de un mundo de crecimiento cero a un mundo de crecimiento positivo, en el largo plazo la productividad no se mostró alta, fue de uno a dos por ciento por año. Una tasa de crecimiento del 4 por ciento solo es posible en países en vías de desarrollo. En países que están a la delantera del avance tecnológico, el crecimiento del 4 por ciento al año es improbable. Se necesitaría un salto inaudito en productividad, o tal vez un choque como una guerra mundial que lleve a un largo proceso de reconstrucción. Supongo que ninguno queremos que esto ocurra. En lugar de depender de un milagro de crecimiento deberíamos acostumbrarnos a vivir con un crecimiento positivo más limitado.

Usted propone un impuesto progresivo de hasta 80 por ciento. ¿Acaso el Estado ya no se lleva demasiado de la riqueza producida por las empresas y los individuos?
Así es. Por ello, mi propuesta para Europa es reducir los impuestos a la clase media y aumentarla a quienes tengan mayores patrimonios. El problema en Europa es que las grandes empresas pagan muy pocos impuestos en comparación con las empresas pequeñas y medianas. Por otro lado, se aumentan las tasas de impuesto sobre los salarios, o el IVA, que es un impuesto al consumo. No es un problema de aumentar impuestos, sino de repartirlos mejor. Por ejemplo, el principal tributo sobre el patrimonio en Estados Unidos y en Europa es el impuesto proporcional sobre el valor de los inmuebles. No propongo aumentarlo, sino en transformarlo en un impuesto progresivo sobre el patrimonio líquido. Si un individuo tiene un apartamento que vale 300 mil dólares y fue financiado en 290 mil dólares, su riqueza líquida sobre ese bien es 10 mil dólares. Hoy ese individuo paga el mismo impuesto que aquel que no tiene financiamiento y que heredó su apartamento y que tiene varias casas y una amplia cartera de inversiones. El propósito es cambiar esa lógica.

Para aumentar los impuestos, es preciso que la población confíe en el Estado como gestor. ¿Cómo puede sustentar su propuesta, si la confianza en el Estado es cada vez menor?
Tiene razón. Una de las complicaciones de los países ricos es que al mismo tiempo se cuestiona la desregulación y el papel del Estado. La desconfianza es totalmente justificable. En los países ricos, la carga tributaria es de 40 a 50 por ciento del PIB y no hay cómo aumentar más. Hay otras formas de conseguir el mismo objetivo, una es permitir un poco de inflación, esto trae riesgos enormes. Otra forma es poner en práctica un impuesto progresivo sobre el patrimonio, que se concentrará en la camada más alta de la población y al mismo tiempo se protegerá a la clase media.

Medidas como ésta desmotivan el emprendimiento. ¿Por qué arriesgarse a emprender cuando se sabe que a la larga sus frutos serán castigados con impuestos duramente?
No se trata de cortar las cabezas de los ricos o de proscribir el enriquecimiento. Es crucial que un país tenga emprendedores, ricos, clase media y pobres. Lo que se precisa es asegurar que la riqueza de los diferentes grupos crezca a un ritmo mínimamente coherente. No es necesario que sea exactamente a un mismo ritmo, pero el problema es que la riqueza del grupo más rico crece tres o cuatro veces más que la de los otros. Hay un desequilibrio. Es necesario que las instituciones democráticas y fiscales ayuden a retomar ese equilibrio. Sin embargo, los impuestos no son la única salida. A mi modo de ver, la educación continúa siendo la mayor fuerza para reducir la desigualdad.

Usted está convirtiendo a los ejecutivos altos, con grandes salarios como los villanos de la desigualdad. Los salarios altos atraen a gente capaz y talentosa. ¿Qué hay de equivocado en la meritocracia?
La diferencia en los salarios está basada en la productividad y la lógica del mérito. El problema es que el aumento de los salarios de los grandes ejecutivos puede ser justificado por muchos indicadores, menos por las estadísticas de productividad de las empresas. En Estados Unidos, cuando se comparan empresas que pagan a sus ejecutivos 10 o 50 millones en salario anual con compañías que pagan mucho menos, no se verifica que las empresas que pagan más bonos crecen más. Entonces el discurso debe ser visto con cautela. Es cierto que la meritocracia es mejor que los sistemas del pasado. Ésta permite que las personas consigan construir un patrimonio sin que tengan el beneficio de una herencia. El problema es que el ideal de la meritocracia fue, en muchos casos, corrompido.