Siete de cada 10 ecuatorianos con edad para trabajar no tienen un empleo adecuado
2021/02/2506:08H.
Samantha tiene 17 años y está por entrar a la universidad. Quiere graduarse de Contadora Pública Autorizada (CPA) en una de las más de 100 promociones de estudiantes que empezarán esa carrera en 2021 en todo el país. Le tomará cinco años tener ese título, y en ese lapso otras 20 mil personas también lo tendrán.
Gabriel, de 32 años, perdió su empleo en mayo pasado. Trabajó por siete años en una empresa de comercio como asistente contable. “He buscado empleo en lo que siempre hice y no hay opciones”. Con su liquidación se puso un negocio de almuerzos. “Me da miedo no volver a trabajar en lo que sé hacer”, asegura.
En la misma profesión, dos realidades distintas. Por un lado, quien inicia su camino universitario y a la par quiere empezar a trabajar, y por otro lado quien ya es profesional, tiene experiencia y no tiene empleo. Se juntan, a estos dos perfiles, otro que tiene una pendiente más empinada: quien no tiene experiencia, no estudiará en la universidad, pero quiere trabajar.
Según cifras del INEC, en Ecuador siete de cada 10 ecuatorianos con edad para trabajar no tienen un empleo adecuado. Aunque la mitad de esas personas no tiene interés en trabajar o no pueden hacerlo (cuidan a sus hijos, estudian a tiempo completo…), la otra mitad sí busca mejorar su condición laboral. Pero la situación es crítica, sobre todo, para más de 700 mil ecuatorianos, quienes perciben ingresos por debajo del salario básico o directamente no tienen empleo.
El problema central
Que el desempleo crezca profundiza la brecha social de un país. En Ecuador, la pobreza ha aumentado según el INEC previo a la pandemia. Y de acuerdo con estimaciones del Banco Mundial, a finales del año pasado la situación debía ser más crítica por el impacto del virus en la economía.
¿Por qué el horizonte no es tan esperanzador? En Ecuador, la Población Económicamente Activa (PEA), que son las personas que buscan un empleo, crece más rápido en comparación a la oferta laboral que existe en el país o a las oportunidades que hay para crear un negocio propio.
En una década, el número de personas disponibles para trabajar aumentó en 22 por ciento, pero en ese mismo lapso los empleos adecuados se redujeron en 11 por ciento. Esto significa que quienes no encuentran un empleo adecuado deben ver cómo subsisten prestando sus servicios sin la certeza de al menos ganar el salario básico o trabajar ocho horas al día.
La situación se tensa más porque cada año 250 mil estudiantes se gradúan de bachilleres y, una parte de ellos, empiezan a buscar empleo.
¿Por qué la oferta de empleos no crece igual que la demanda? Entre los motivos se destacan la eliminación de empleos que hoy son reemplazados por procesos tecnológicos. Por ejemplo, la función de cobrar por el parqueo en un estacionamiento hoy es ocupada con un sistema automático. “Es un cambio irreversible, al igual que otros empleos en corto tiempo”, explica Roberto Estrada, socio de la consultoría de Deloitte.
La automatización de algunos trabajos es una legítima búsqueda de eficiencia de las empresas, explica Estrada. Pero ese avance, al mismo tiempo, genera nuevas oportunidades. “Solo hay que analizar y detectar dónde estarán. No es sencillo reinventarse, pero qué más queda. Si no se lo hace, quedas anulado en el mercado laboral o tendrás menos oportunidades”.
¿Qué hacemos mal?
“Nunca tuvimos un plan verdaderamente serio donde el actor público (Gobierno) se sentó con el privado (empresas y academia) para definir qué perfiles profesionales necesitaremos a futuro”, dice Roberto Estrada.
Habla de conocer, industria por industria, cuáles serán las necesidades de destrezas profesionales. Por ejemplo, en cinco años, qué nuevos cargos se abrirán en un banco, cómo cambiarán los roles, cuál será la transición hacia la tecnología… “Bajo ese análisis se hace un inventario general de lo que se requerirá y qué universidades darían esos perfiles, e incluso bajo eso se define qué becas pueden otorgarse realmente para beneficio del país”.
Las coincidencias entre cuál es la oferta académica y qué demandará el mercado laboral en breve, no es una incógnita. Un reporte del Foro Económico Mundial, denominado ‘Empleos del mañana’, destaca que la mayor oferta en los próximos años se dará en inteligencia artificial, experiencias hacia el consumidor, analistas de datos y temas relacionados a la sostenibilidad.
El empleo del futuro se resume en la necesidad de vincular las destrezas tecnológicas con la interacción humana. Es decir, por un lado acoplarse a los nuevos roles de estas nuevas tecnologías pero también contar con habilidades de relacionamiento con mayor empatía.
El reto para quienes ya son profesionales o tienen experiencia laboral es soltar conocimientos adquiridos y reaprender. En muchos puestos de trabajo se necesitan competencias distintas a las que se pensaba necesarias.
¿Pero qué deben hacer los más de 250 mil jóvenes que se gradúan cada año en los colegios públicos y privados en Ecuador? Si bien no todos buscan de inmediato un trabajo, quienes sí lo hacen se encuentran ante esta realidad. José Andrés, de 17 años, quiere estudiar Arquitectura porque su papá tiene esa profesión. Pero desconocía que cada año en el país se gradúan 1.600 nuevos ingenieros civiles. “En el colegio sí nos hablan sobre elegir bien la carrera, pero no es que te explican dónde hay más oportunidades para luego trabajar”.
Verónica Jiménez, directora académica de la empresa Poliestudios, es directa: “No preparamos a los estudiantes para una nueva realidad”. Cree que los jóvenes aún sustentan su decisión de qué profesión seguir por el entorno familiar. “Si el papá es médico, el hijo también”. A los jóvenes, explica, se los obliga a fallar lento, a escoger una carrera por dependencia familiar y al final abandonan tarde o nunca ejercen.
Dice que se sataniza, por ejemplo, a los institutos técnicos y tecnológicos. “Lamentablemente afecta el qué dirán, en dónde estudio… En un pueblo chico, como el nuestro, importa mucho”. Pero, por el contrario de lo que se piensa, Jiménez señala que en esas instituciones se ofrecen carreras que tienen una importante oferta laboral no solo en el país. “La pandemia demostró que si estás capacitado en lo que el mundo necesita, puedes solicitar trabajo donde quieras”.
En algunas ocasiones, esas profesiones no tan comunes permiten ganar dinero más rápido versus las tradicionales. “En las empresas están conscientes de la necesidad de incorporar gente con carreras más actuales, pero hay cierta timidez porque no hay abundante oferta y muchas veces debes cubrir esas necesidades internamente, capacitando personal o contratando asesorías”, asegura Estrada.
Esos conocimientos se los pueden adquirir incluso en unos pocos meses. Para quienes perdieron su empleo y no encuentran algo en esa área en la que tienen experiencia, es una oportunidad de insertarse nuevamente en el mercado laboral. Y para quienes aún no deciden qué hacer, es una opción más de estudio.
Pensar más en análisis de datos, robótica, inteligencia artificial, sostenibilidad e inteligencia de negocios, y menos en Derecho, Comunicación Social, Economía y Contabilidad, algunas de las carreras más demandadas en el país según la Senescyt. A la larga, no hay empleo pa’ tanta gente.