Rosalía Arteaga: la eterna pionera del Ecuador
Activista social, escritora, periodista y comunicadora, Rosalía será recordada por ser la primera mujer presidenta y vicepresidenta constitucional del Ecuador, pero su vida es una serie de nuevos comienzos.Todos los días tiene la agenda llena y una sonrisa de agradecimiento.
Rosalía es vital y apasionada, libre y convencida que uno nace para descubrir y servir. Le gusta mencionar la frase de Martin Luther King: “Yo tengo un sueño” pero le añade “y también una gran responsabilidad”.
En esos tiempos grises de pandemia, la doctora en Jurisprudencia y en Antropología descubrió la conectividad y los proyectos online. Entre foros internacionales y labores para su fundación Fidal no deja de ser curiosa y atrevida.
Antes pasaba el 70 por ciento de su tiempo fuera del país, hoy sola confinada en Quito tuvo que aprender a cocinar y se dedicó a la jardinería con mucho entusiasmo.
¿De dónde saca tanta vitalidad? No fuma, no toma alcohol, pero le encanta el chocolate. “En general tengo una actitud positiva, siempre trato de ver el lado bueno y como me gusta lo que hago, todo lo que hago me gusta. Siempre he tenido mucha energía, hasta mis hijos me dicen ‘mamá ,nosotros ya estamos agotados’. Cuando estaba en el gobierno tenía que hacer dos turnos con la gente de seguridad porque se cansaban”.
ALMA CUENCANA
Rosalía viene de una familia de clase media. Nació en la casa de sus abuelos maternos. “Las mujeres de mi familia son fuertes. Mi mamá se casó a los 15 años, mi abuela era la curandera de la hacienda, solo tuvo tres meses de escuela, pero parecía que había estudiado en las mejores universidades, hablaba de Geología, aprendió a hablar francés sola. Yo creo mucho en la herencia, la familia para mí ha sido muy valiosa, gente trabajadora que no nació en la riqueza, pero logró salir adelante”.
Cuando Rosalía cumplió dos años, su padre obtuvo una beca para estudiar Endocrinología en Colombia y se llevaron a la pequeña.
“Mis papás me dicen que yo era una persona extremadamente tímida. Mi mamá me sigue diciendo que no comprende cómo soy tan extrovertida ahora”, relata la doctora, quien se crió en un colegio de monjas y soñaba con ser escritora. “Tengo 15 libros publicados, pero me hubiera gustado dedicarme más a la poesía, la literatura es mi pasión”.
A los 17 años, Rosalía empezó a dar clases en el mismo colegio donde se graduó y ya se evidenciaba su pasión por Grecia, Italia y Egipto, sin pensar que algún día iba a conocer todos esos países.
Después de estudiar en Cuenca se especializó en Brasil gracias a una beca de la OEA. “Estudié en Salvador de Bahía; siento que Brasil es mi segundo país, durante esos tres años recorrí la mayor parte de Brasil pero sobre todo la Amazonia, y sigo vinculada con el Brasil de varias maneras”.
El carácter tan peculiar de Rosalía fue heredado de sus padres. “Aún viven y han sido una fuerza enorme. Mi papá va a cumplir 89 años y es un hombre siempre positivo, camina casi todos los días cinco kilómetros desde que tuvo un infarto”. Tiene tres hijos: dos viven en Quito; y su única hija en Australia; es diplomática de carrera. “Tengo tres nietos allá”.
SIEMPRE JERÓNIMO
Hay una persona que siempre está presente en las entrevistas de Rosalía Arteaga, es su segundo hijo Jerónimo. “Tenía síndrome de Down. Eran los años 80 y era un tabú en Cuenca. En esa época mi marido era Alcalde de la ciudad, él quiso renunciar a su trabajo. Decidimos vivir por él y salir adelante... y empezó un problema cardiaco muy grave. Se intentó salvarlo, pero no fue posible. Murió a los 10 meses y allí yo sentía que me derrumbaba, estaba muy delgada, embarazada de mi tercera hija y dije ‘bueno tengo porqué vivir, tengo a mis hijos’”.
De alguna forma la literatura salvó a Rosalía porque decidió contar la historia de Jerónimo de un tirón. Guardó el escrito como un testimonio hasta que su padre, que era pediatra, le dijo que un laboratorio médico quería publicarlo porque era de gran interés para los doctores.
Salió “Los otros Jerónimos” acerca de los niños Down, de los padres de esos niños distintos, de la vida dolorosa y de sus luces. Fue traducido al inglés, portugués, italiano, chino y braille. “Jerónimo para mí sigue siendo algo muy íntimo”.
EL DESAFÍO DE LA ONU
En abril pasado, un grupo de jóvenes de la iniciativa Forward se puso en contacto con la expresidenta del Ecuador, para candidatizarla a la Secretaría General de la Organización de Naciones Unidas, un hecho inédito y desafiante tratándose de una mujer presentándose desde la sociedad civil.
Rosalía aceptó el desafío, aunque sabe que no tiene posibilidad de éxito por el proceso de selección que se realiza. “En este momento me siento realizada y esta propuesta me cayó como un regalo a estas alturas de mi vida, yo tengo 64, en diciembre voy a cumplir 65 años. Decidí asumirlo como una propuesta disruptiva desde la sociedad civil. Ganar no es lo más importante, pero estamos marcando los espíritus trazando un camino”.
Abierta al diálogo, Rosalía nunca estuvo de acuerdo con el Socialismo del Siglo XXI pero conoció de cerca a Hugo Chávez, quien votó por ella para ser secretaria general de la OEA.
“Yo lo conocí en Caracas antes de que fuera Presidente, en un foro sobre violencia política. Éramos amigos, hablábamos de temas amazónicos, era un hombre culto. Cuando llegó al poder todo se distorsionó. El poder absoluto hace que las personas pierdan toda objetividad y crean que son los dueños del país cuando no lo son porque la democracia es alternabilidad y división de poderes”, dice Arteaga.
De su vida política le gusta recordar su llegada al Ministerio de Educación en el año 1994. “El presidente Sixto Durán Ballén me lo propuso de una forma curiosa, me dijo: ‘Yo quisiera que fueras ministra, pero tengo miedo porque eres mujer. No sé si vas a poder con el sindicato más fuerte que tiene el Ecuador. En ese tiempo la UNE (Unidad Nacional de Educadores) paralizaba el país, caían ministros... Le dije: ‘Presidente si usted se arriesga yo también. Entonces fui ministra’”, detalla la primera mujer en ese cargo.Ç
De regreso de un viaje a China, un periodista le preguntó en el aeropuerto:“¿Qué opina usted de una ley permitiendo dar clases de religión en los colegios públicos?”. Y contestó: “Sería un retroceso histórico”. En ese momento se abrió una pugna en el gobierno y Rosalía quedó muy sola con sus convicciones.
“Yo no estaba en contra de la religión sino en dar esa clase en los colegios públicos. Mis asesores me dijeron que hasta allí llegaba mi carrera política. Al principio el Presidente me respaldó, pero terminó cediendo y dejé el puesto”.
Al poco tiempo le propusieron ser vicepresidenta y Rosalía confiesa que cuando le ponen un reto adelante se convierte muy rápido en una tentación.
“Tal vez por eso acepté la candidatura con Abdalá Bucaram hace más de 25 años. No lo volvería a hacer, pero la vida se compone de fragmentos, de retazos. Esa es la maravilla de la vida”.
Son casi las nueve de la noche al terminar la entrevista. Rosalía se siente agradecida con Dios, con la vida y con la gente, y lo ejemplifica recordando las palabras de su padre.
“Él siempre decía que podía saber qué tipo de niño iba a disfrutar la vida solo viéndolo comer un helado. Si el niño tomaba una cucharada y la lamía después de cada bocado, ese niño iba a disfrutar mucho de la vida. Si el niño solo lamía la cuchara al final del helado, no iba a disfrutar tanto. ¡Bueno, yo soy de las que lame la cuchara después de cada bocado!”, sentencia la mujer que saboreó todos los cargos que ejerció.
¿Le parecerá extraño que no hayamos conversado acerca de su Presidencia y Vicepresidencia de la República? Sencillamente porque Rosalía vive apuntando al futuro.
“Yo vivo cada día como el último que voy a disfrutar, no me amargo por lo que sucedió en la Presidencia de 1997. Yo no me olvido, pero no tengo rencor guardado”.