La vida aventurera de Teresa Arboleda: ¿volveremos a verla en televisión?

Luego de 42 años de laborar en el departamento de Noticias, la comunicadora dejó Ecuavisa, el canal al que llegó con 17 años y donde dejó una huella imborrable.
Sebastian Melieres

Teresa Arboleda me recibe en su hogar. La casa es amplia y colorida, hay muchas flores y obras de arte entre cuadros de Enrique Tábara y una escultura de madera de Larissa Marangoni.

Las amplias puertas de vidrio permiten entrar la luz en la sala donde Teresa dejó unas cuantas revistas y periódicos que publicaron sus reportajes y entrevistas a lo largo de 42 años en Ecuavisa. Una vida entera.

Teresa sonríe, sabe que vamos a hablar del pasado, pero lo hace con gusto. Ella descubrió su vocación por el periodismo trabajando en Ecuavisa, después de estudiar Arquitectura y algo de Odontología.

Despedirse de un sitio que se convirtió en su casa no es algo sencillo. No quiero herir susceptibilidades, pero ella me pone cómodo. “Tengo 60 años, se cierra un ciclo, estoy agradecida con Ecuavisa y los televidentes que me dieron muchas muestras de cariño. Empecé a los 17 años en pantalla con muchos nervios, hoy me siento serena y feliz”.

LA VOCACIÓN APRENDIENDO

Teresa recuerda que entró a Ecuavisa sin saber periodismo. Dos meses después de su graduación del colegio empezó a trabajar gracias al empujón de su hermana, que había sido ejecutiva en el canal del cerro.

Había una vacante para ser editora y escogía los videos musicales en El Show de Bernard. “Eran otros tiempos, los reportajes se editaban en videotape, me secaba el pelo con el ventilador y casi no me maquillaba”, confiesa entre risas la anchor, cuyo ingreso al canal coincidió con la inauguración de la pantalla a color y el regreso a la democracia.

A los 19 años leyó por primera vez noticias y nunca dejó de hacerlo hasta su retiro el 2 de octubre de2021. “Sentí que pertenecía a un canal en plena expansión y evolución, un puntal en el desarrollo de la televisión y del periodismo. Entré y me entusiasmé para aprender el oficio”, recuerda Teresa, quien espera haber dejado algo de alegría y positivismo a lo largo de sus cuatro décadas televisivas.

“El mundo necesita amabilidad y decencia. En comunicación tú tienes que ser transparente porque en repetidas ocasiones no puedes sostener algo que es falso. La credibilidad es poder ser lo que dices ser”, aclara con una sonrisa antes de añadir que “mi talento es promedio, pero hay un talento en la vida que no es promedio, que es el talento para amar. Como dice Arjona, mi talento está en practicar con más cuidado la forma de amar”.

PANDEMIA SIN ÁNGEL

Durante la pandemia, Teresa reafirmó su espiritualidad y el hecho que la felicidad está dentro de nuestro propio corazón. “También sé que uno puede vivir con pocas cosas y que somos definitivamente interdependientes”, relata.

“En la pandemia he perdido a un gran amigo, un hermano del alma que conocí en Ecuavisa. Ángel Sánchez era un gran colaborador e hizo una carrera admirable. Empezó como asistente de iluminación y terminó siendo director del noticiero. Murió en medio de la pandemia mientras los cadáveres se perdían y cuando era tan duro poder enterrar a los difuntos. Lo viví con su esposa y su hijo, fue muy doloroso”.

En Ecuavisa, Teresa compartió con Alberto Borges y Alfonso de los Monteros como los anchors del prime time. De Alberto recuerda la fantasía y la energía, y de Alfonso, las enseñanzas y la protección. En el canal deja una familia querida integrada por, entre otros, María Isabel de Lebed, Pedro Jiménez y Tania Tinoco, a quien considera su gran amiga.

¿Con qué cobertura periodística se queda Teresa? Si los televidentes recuerdan su cobertura del secuestro del expresidente León Febres-Cordero, en la parroquia Taura en 1987, ella atesora la transformación del periodismo de televisión “cuando pasamos de cubrir la agenda oficial del gobierno a abrirnos a temas de problemática social -me permitió siendo tan joven- poder conocer una realidad muy diversa tocando temas como la desnutrición infantil o las violencias intrafamiliares”, detalla.

UNA VIDA POR DELANTE

Teresa siente que se jubila con fuerza y ganas de vivir. “No sé a qué me voy a dedicar. Por ahora tengo un nieto demandante y me requiere mucho pero siempre tendré la vocación de comunicar y contar historias.

¿Cómo se llamaría el libro que pudiera escribir sobre su vida en Ecuavisa? “Días hermosos, aprendizajes continuos o autopista 200 km por hora...”, contesta sin vacilar una mujer que vive con pasión el tiempo presente.

“Ningún momento me parece mejor que el actual. He vivido la transformación digital acelerada y exponencial de los últimos años. Lo que no se va a reemplazar es la esencia humana. Se necesita más humanismo. La tecnología te hace arrogante porque empiezas a creer que puedes resolver todo. Es lo mismo con el periodismo, la esencia no cambia y se alimenta de una metodología y una sensibilidad que tiene que ver con la vocación de querer una sociedad mejor”.

Me sorprende no ver televisor en su casa. “Casi no veo tele”, me dice Tere. “Prefiero leer o reunirme con amigas”. En cuanto a sus gustos, me sorprende con su afición a los técnicos de fútbol.

Me gusta el deporte y sigo los directores de fútbol, me fascina cómo plantean el juego y cómo las cosas suceden como las habían imaginado. También soy fanática de los tenistas Federer y más que todo de Nadal, cuya tenacidad y constancia son fantásticas”.

¿Volveremos a ver a Teresa en televisión? No está en sus planes, pero de aquella niña que se trepaba al árbol de almendras del vecino en Miraflores quedan la inquietud y la curiosidad. Pronto escalará el Cotopaxi con un guía profesional y hace poco recibió sus 60 años lanzándose en paracaídas en Long Island (estado de Nueva York) y visitó en familia un volcán de la isla Isabela en Galápagos. Definitivamente siempre será una mujer de aventuras.